Ion SALGADO

¿Verde, naranja o azul? Las pretensiones del Consistorio, que quería teñir de verde la plaza de la Virgen Blanca con motivo de la Green Capital no obtuvo el respaldo masivo de la ciudadanía, que, como ya viene siendo habitual, echó mano del color naranja para dar la bienvenida a Celedón. Ni los sorteos prometidos por el Gobierno local ni la Capitalidad Verde Europea pudieron contra el color corporativo de Euskaltel, que repartió miles de gorros de paja entre los presentes en la céntrica plaza gasteiztarra. Casi 35.000 personas que saltaron y cantaron para recibir al aldeano de Zalduondo, que ya tiene su balcón en la plaza de la Virgen Blanca.

Sin embargo, la llegada de Celedón a la parte baja de la plaza fue el último capitulo en una jornada marcada por los colores, las revindicaciones sociales y la fiesta popular. Al fin y al cabo, la visita del forastero, apadrinado desde hace más de cincuenta años por los blusas y neskas de Gasteiz, marca el inicio de las fiestas de La Blanca. Una puesta de largo por todo lo alto que compagina dos ingredientes básicos: el humo del puro y la espuma del cava.

Pasadas las 16.00 el transito de peatones se incrementó en las calles aledañas a la plaza de la Virgen Blanca. Desde el Palacio Foral y desde el Parlamento de Gasteiz, dos grandes columnas, compuestas por jóvenes foráneos y locales, fueron ocupando los puestos estratégicos de la Virgen Blanca. Miles de personas, armadas con botellas y garrafas, que hicieron base a la espera de Celedón.

Al menos en esta ocasión, el clima tropical de 2011 dio paso a un tiempo –20 grados y un cielo cubierto de nubes–  más acorde con el clima habitual en “Siberia-Gasteiz”. De todos modos, la escasez de grados en el mercurio no desanimó a los congregados, que pusieron buena cara al tiempo y descorcharon decenas de botellas para amenizar la tensa espera.

Ya con el reloj de San Miguel marcando las 17.00, la gente comenzó a impacientarse. Fue entonces cuando la Virgen Blanca mostró su faceta más reivindicativa. En un corto espacio de tiempo, las balconadas y el monumento, así como los laterales del mismo, se llenaron de pancartas.

Entre las mismas cabe destacar el despliegue solidario protagonizado por Herrira. Los miembros del movimiento ciudadano, que acudieron vestidos de azul a la plaza, repartieron más de 2.000 banderolas en apoyo a la repatriación de los represaliados políticos vascos y desplegaron dos grandes pancartas, una dedicada a Txus Martin y otra en apoyo a Iosu Uribetxeberria. Dos vascos gravemente enfermos que continúan presos, uno en una cárcel vasca y otro en un hospital.

Por otro lado, los trabajadores de Celsa Atlantic –antigua Laminaciones Arregui– y de Ofita desplegaron dos pancartas en defensa de sus empleos. Asimismo, las 144 personas que desempeñan su labor diaria en el aeropuerto de Foronda lanzaron varios balones gigantes a la multitud. Al menos cuatro esféricos, en los que se podían leer lemas contra el PP y contra el Gobierno de Mariano Rajoy, que no pararon de dar vueltas por la plaza.

Además, los integrantes de la plataforma contra el uso del fracking en Araba colocaron cuatro grandes pancartas para evidenciar su rechazo a la extracción del gas no convencional. Una forma de mostrar que la Green Capital defendida por el alcalde de la ciudad, Javier Maroto (PP), tiene un borrón negro a pocos kilómetros de distancia, en la localidad de Subilla Gasteiz, donde Lakua pretende fijar los primeros pozos de exploración.

Paraguas verde

Así las cosas, las aspas del reloj de San Miguel fueron acercandose a las 18.00. Una hora clave para los gasteiztarras, que comenzaron a mirar a lo alto del campanario en busca de Celedón. 17.58, 17.59... y al fin, para consuelo de todos aquellos que esperaban la llegada del aldeano desde el mediodía, los cuatro txupineros elegidos por el PNV prendieron la mecha del cohete. Mailu Lasarte, Iñaki Tena, Katixa Agirre y Joseba Aginagalde juntaron sus brazos para lanzar un txupinazo festivo dedicado a todos los euskaltzales de Gasteiz.Tras el estallido del cohete llegó el momento de Celedón. Bajo una lluvia de cava decorada con las banderas repartidas por Herrira y ahumada por el humo de los puros, las personas que llenaban la plaza miraron al cielo para ver el nuevo paraguas verde del aldeano. Un cambio en el color promovido por el Ejecutivo municipal que despertó la sorpresa y el asombro de buena parte de los jóvenes congregados, que intercambiaron comentarios a favor y en contra del modelo.

Cinco minutos después de abandonar el campanario de San Miguel, y sortear los corchos que lanzaban los jóvenes, Celedón llegó a la zona baja de la plaza de la Virgen Blanca. Allí una escolta especial, compuesta por los representantes de las diferentes cuadrillas de blusas, esperaba al aldeano, personificado en la figura de Gorka Ortiz de Urbina, para recorrer la corta distancia que separa su nueva casa, ubicada sobre la oficina de la Caja Vital, de la balconada de San Miguel.

Este breve recorrido, que puede realizarse en apenas unos segundos cualquier día del año, se convierte en una prueba de obstáculos el 4 de agosto. Con la ayuda de los blusas, que se presentaron ante el aldeano ataviados con camisetas moradas y pegatinas contra la continuidad de la central nuclear de Garoña, Ortiz de Urbina emprendió la marcha hacía la balconada.

Durante el trayecto cientos de personas se lanzaron a tocar a Celedón, ya que, como dicta la tradición, pasar la mano por encima del arabatarra aumenta las posibilidades de ligar en las fiestas de La Blanca. De todos modos, tocar a Gorka Ortiz de Urbina se ha reconvertido ya en una competición dirigida a lograr la cotizada txapela. Para evitar llegar sin ella a la balconada, Gorka la sujetó con fuerza. Sin embargo, esto no calmó las pretensiones de los asistentes, que no cejaron en su intento, ni siquiera cuando decidió guardarla.

«Gora Gasteiz!»

Ya en la balconada, tras colocar el pañuelo rojo a las autoridades locales, Ortiz de Urbina tomó su paraguas y lanzó el grito más esperado por los vecinos de Gasteiz: «Gora Gasteiz, gora Araba eta gora Andre Mari Zuriaren jaiak!». Después de corear la proclama, que sonó solo en euskara, las personas que llenaban la plaza despidieron al aldeano al ritmo de «Celedón ha hecho una casa nueva, Celedón con ventana y balcón».

Una vez finalizado el acto, a las 18. 30, la multitud se dispersió por Alde Zaharra. Las entradas y salidas a la Zapatería y Cuchillería se llenaron de gente en busca de un trago con el que saciar la sed, y como viene siendo habitual el Gaztetxe se convirtió en un refugio de referencia. Ni siquiera la presencia de la Ertzaintza, que colocó un furgón a un metro escaso de la puerta desanimó a los que decidieron iniciar las fiestas en lo alto de la colina.