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NATACIÓN | Última jornada en el Centro Acuático

22, la nueva referencia olímpica

Michael Phelps tampoco falló en su última prueba y se colgó su decimoctavo oro en el 4x100 estilos. El equipo femenino del mismo relevo redondeó la gran actuación yankee con otro récord del Mundo. El chino Yang Su, otra de las sensaciones, pulverizó el de 1500.

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Arnaitz GORRITI -Jon ORMAZABAL

El 22 es un número que por estos lares parecía pertenecer casi en exclusiva a los pelotaris. El cartón 22 de la final Manomanista es el objetivo de cualquier joven que se inicia en esto de pegarle con la mano a una pelota de cuero. Desde ayer, esta cifra se ha universalizado y es también la referencia a alcanzar por cualquier deportista olímpico, por mucho que, hoy por hoy, esté mucho más lejos, a años luz, que esa txapela que ya ronda por la mente de ese niño que empieza a dar sus primeros pasos en la pilota eskola de su pueblo. Tras la nueva muesca sumada en el relevo 4x100 estilos, 22 es desde ayer el número con el que Michael Phelps ha cerrado un palmarés de leyenda.

Como quien acude a renovar su carné de conducir, el tiburón de Baltimore, acompañado por Grevers, Hansen y Adrian, sumó su vigesimosegunda medalla olímpica, con 18 oros. Sumó 8 en Atenas 2004 (6 oros); 8 en Beijing 2008 (todo oros) y 6 en Londres (4 oros) cifras astronómicas que han dejado ya atrás a mitos como la gimnasta Larisa Latynina, la atleta hasta ahora con más preseas en su haber, o Mark Spitz, quien todavía no cree que el adiós del de Baltimore sea definitivo.

Las dudas del héroe de Múnich 72 pueden parecer hasta lógicas, ya que tras un comienzo dubitativo, Phelps sale de Londres, unos Juegos que no había preparado tan a conciencia, con seis medallas -cuatro de oro y dos plata-, unas cifras a las que solo se ha acercado, con su triunfo en los 1500 de ayer el chino Yang Sun, la otra gran sensación masculina con dos oros, una plata y otro bronce.

El último trabajo de Phelps en unos Juegos fue una posta de mariposa, su estilo fetiche, en el que se limitó a hacer lo de siempre, dejar al resto de sus rivales por detrás. El gran bracista Kosuke Kitajima, el que más cerca ha estado de igualar el otro récord inaccesible del tiburón de Baltimore, el de repetir oro en tres Juegos consecutivos -Phelps lo ha hecho en tres pruebas distintas- dio la cabeza de la prueba a Japón tras la segunda posta, momento en el que, sin arriesgar lo más mínimo, Phelps se lanzó a la piscina y, con su espectacular largo de vuelta, devolvió la cabeza de la prueba a Estados Unidos.

En esta especialidad, el equipo yankee sólo había dejado escapar el oro en Moscú 80, cuando renunció a participar por el boicot, y ayer no podía ser distinto. Nathan Adrian, oro en los 100 metros, remató la faena en el último relevo. No hubo récord del mundo, pero daba igual, nadie miró al crono, todos los ojos estaban centrados en Phelps que, lejos de parecer emocionado, esbozó una enorme sonrisa.

La gran carrera de los japoneses, que relegaron al bronce a Australia, corroborando su fiasco en estos Juegos, tampoco recibió la atención que necesitaba, pero ayer era el día de Phelps.

La jornada, como esta primera semana en la natación, resultó perfecta para la delegación estadounidense. En este mismo relevo en categoría femenina, China, con el récord del mundo conseguido en Roma 2009, y Australia, con su oro en Beijing, habían puesto en entredicho su supremacía. Una afronta imposible de aceptar.

Por ello, Estados Unidos puso en liza un cuarteto con cuatro nadadoras con un oro en estos Juegos; Missy Franklin, Rebecca Soni, Dana Vollmer y Allison Schmitt, que pusieron las cosas en su sitio. Las estadounidenses dominaron la prueba desde la primera hasta la última posta y tuvieron, incluso, menos problemas que sus compañeros. Además, pudieron adornarse con un nuevo récord del mundo con un registro de 3:52.05, superando el de plástico de China de 3:52.19. Esta vez, Australia y Japón cambiaron sus puestos, las aussies fueron plata y las niponas bronce.

El «eliminado» que barrió

El extenso anecdotario olímpico se acordará de la final de los 1.500 metros libres. El chino Yang Sun cumplió los pronósticos y no solo se hizo con el oro con absoluta autoridad, sino que pulverizó -y en este caso, toca aplicar el verbo «pulverizar» de forma literal- su propio récord del mundo, quedándose a apenas un segundo de la barrera de los 14 minutos y medio.

Pero el anecdotario narrará su historia un poco más extensa. Los nadadores de los 1.500 metros se disponían a lanzarse al agua, cuando desde la megafonía los llamaron a dar un paso atrás. Casualidad, sin darse cuenta, Yang Sun saltó al agua. Como desde hace unos años la salida nula se castiga con la eliminación automática, el chino golpeó el agua con furia, creyéndose fuera de la final.

Pero no. Los jueces informaron a un decaído Yang Sun que no se trataba de una salida nula, sino que habían sido ellos quienes habían provocado el equívoco. Ante el runrún de un público expectante, los jueces dieron permiso a Yang Sun a subirse a su podio. Con el susto en el cuerpo, el nadador se disponía a nadar y olvidar el percance.

Y a fe que lo consiguió. El coreano Taehwan Park y el canadiense Ryan Cochran le plantearon un cara a cara a Yang Sun, y este no tardó en aceptar el reto. Con la excitación en el cuerpo, parecía que entraba en ignición, mientras que, décima a décima, dejó cada vez más atrás la línea amarilla del récord del mundo.

El canadiense fue el primero en levantar el pie del acelerador. Sabia decisión. Mediada la prueba, la línea del récord del mundo se convirtió en el más directo perseguidor de Yang Sun.

Yang Sun hizo añicos el récord mundial -14.31.02, tres segundos menos que el anterior mejor registro-, y celebró su victoria con un rugido parecido al que dio cuando se creía eliminado, pero con una gestualidad y motivación bien diferentes. Mientras, Ryan Cochrane se aseguraba la plata a pesar del acoso de un Mellouli que llegó con fuerza y al que los 1.500 metros se le hicieron casi cortos. El valiente Park solo fue cuarto.

La «bala» Kromowidjodjo

En la cuarta final de la jornada de despedida de natación, la holandesa Ranomi Kromowidjodjo se colgó la medalla de oro en los 50 metros libres. La neerlandesa refirmó que es la más rápida, al añadir el oro de los 50 metros al que conseguía hace escasa fechas al del hectómetro, tomando el relevo de la mítica Inge de Bruijn, doblete en los 50 y 100 metros libres en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000.

Kromowidjodjo cimentó la victoria en una salida fulgurante. Y buena falta que le hizo, ya que la bielorrusa Herasimenia le pisó los talones en todo momento, para conquistar la plata -a 23 centésimas de un oro que establecía el récord olímpico-. La medalla de bronce fue para la también holandesa Veldhuis.

8 récords

Sin necesidad de los ya tan famosos y prohibidos bañadores de poliuretano, prohibidos en 2010, los nadadores han cuajado una espectacular actuación en el Centro Acuático de Londres, donde en una semana se han batido hasta 8 récords del mundo (400 estilos, 100 mariposa, 100 braza, 200 braza, 200 espalda y 4x100 estilos en categoría femenina) y (200 braza y 1500 en chicos). Además cayeron 24 marcas olímpicas.

La natación aussie defrauda con su peor actuación desde Barcelona 92

Definitivamente, los de la antigua metrópoli no están siendo los Juegos de Australia. La delegación de Oceanía arrancó la competición con el firme objetivo de entrar en el Top 5 del medallero y, aunque aún hay mucho tiempo para mejorar el discretísimo decimonoveno puesto que ocupan, el fiasco está siendo importante.

Gran parte de esos malos resultados tienen su punto de origen en la natación, a priori su delegación más potente, que ha hecho aguas en el Centro Acuático de London. Hasta el comienzo de la cita londinense, la natación había otorgado a Australia el 40% de sus medallas, incluyendo 58 oros. Este año, sin embargo, el botín se antoja muy escaso, con un solo oro, el conseguido por el relevo femenino en el 4x100 libres, por delante de Holanda y Estados Unidos, 6 platas y 3 bronces.

La comparación respecto a los últimos Juegos, los de Beijing, resulta demoledora, ya que en la cita china obtuvieron 20 medallas, incluyendo 6 oros (Sthepanie Rice en 400 y 200 libres, Trickett en 100 mariposa, Jones en 100 braza y los relevos en 4x200 libres y el 4x100 estilos).

Este año, las esperanzas estaban depositadas especialmente en el velocista James Magnussen, que se presentó con la mejor marca en los 100 libres y con cuatro de los siete mejores cronos de la historia. Sin embargo, el estadounidense Nathan Adrian lo relegó a la segunda plaza en su final.

Estos resultados retraen a la natación aussie a baremos similares a los obtenidos en Barcelona 92, cuando lograron un oro, tres platas y cinco bronces. El techo estuvo en Atenas 2004, cuando consiguieron 7 oros. J.O.

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