(Traducción: GARA)

Una vida siendo expulsados, excluidos, desmantelados. Una vida viviendo con sus hijos en campamentos o en los barrios pobres de las ciudades, a la espera de que la policía llegue de madrugada. Una vida de gitanos en Francia. Nicolas Sarkozy, con fines populistas, hizo de esta comunidad un objeto de venganza, asociándolos con el crimen. ¿La izquierda lo hace diferente? El tono, que evita la estigmatización y la denuncia, ha cambiado, reconocen los defensores de los gitanos. Es de justicia, pero no es suficiente. Por tanto, el ministro del Interior, Manuel Valls, dijo recientemente que va a tener que «tomar decisiones relativas al desmantelamiento». Desde hace varios días, los terrenos habitados por familias gitanas son desalojados y sus habitantes dispersados por la Policía. Una existencia en campamentos insalubres no es aceptable, pero, contrariamente a los compromisos de Hollande, estos desalojos no van acompañados de ofertas de apoyo permanente a la vivienda, a la educación o a la cobertura social. ¿Cómo puede aceptar la sociedad francesa que vivan a ras del asfalto niños enfermos en una cabina telefónica en la Plaza de la Bastilla? Esto no es ayudar a las personas en peligro. La derecha ha demostrado que el todo-represivo era inútil. Asociaciones y municipios tratan de insertar a estas poblaciones. Un gobierno de izquierda tiene que apoyar y facilitar estas iniciativas. Por último, estos gitanos son ciudadanos europeos, y solo una política concertada de la UE podrá realmente ayudar a estas comunidades víctimas del apartheid en su propio país.