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Jesús González Pazos | Miembro de Mugarik Gabe

América Latina innova, Europa se estanca

Los últimos años nos demuestran que es precisamente el continente latinoamericano el que más elementos innovadores está aportando en sectores sociales, políticos, económicos, culturales y humanos

Recientemente se publicaba en «El País» un artículo sobre la nueva clasificación mundial de innovación de las Naciones Unidas, que planteaba la preocupación del autor por el hecho de que casi todos los países latinoamericanos estuvieran en la mitad inferior de dicha clasificación. Incluso un recuadro destacaba literalmente, y con cierto lenguaje despectivo, el hecho de que «Latinoamérica se está quedando atrás en calidad educativa, ciencia y tecnología», a pesar de que «casi todos (...) siguen con el cuento chino de que sus países están haciendo grandes avances».

Leyendo el artículo referido uno puede pararse a pensar qué es exactamente la innovación y asumir, o no, la descripción que da el autor, imagino que extractada de Naciones Unidas como autora de la clasificación, al decir que es un «indicador clave del futuro de los países: en una economía global basada en el conocimiento, donde las empresas que inventan nuevos productos -como Google, Apple o Facebook- a menudo tienen un valor de mercado más alto que la economía de países enteros, la innovación es un factor clave de crecimiento económico». Así mirado, qué duda cabe que el ranking global de innovación tiene un significado que responde única y plenamente a conceptos mercantilistas y capitalistas, en los que determinados países americanos (africanos, asiáticos) ocuparían los últimos puestos. Pero habrá que matizar que incluso en esta clasificación, una razón de la misma que no se suele explicitar casi nunca es que los intereses de los tradicionalmente definidos como países ricos y sus empresas transnacionales operan en el sentido de evitar toda transferencia de nuevas y mejores tecnologías a terceros países, aludiendo, entre otros, a la defensa acérrima de los derechos de propiedad intelectual. Curiosamente, este estudio sobre innovación está realizado para Naciones Unidas por la escuela de negocios INSEAD, con sede en Francia, y la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual).

Sin embargo, pensando en Latinoamérica, continente objeto del artículo de opinión mencionado y sobre el que continuamente se pretende extender sombras sobre sus capacidades y procesos político-sociales en marcha, se puede también pensar en otras formas y conceptos sobre lo que es y puede ser la verdadera innovación. Conceptos teóricos y prácticos que realmente son claves para el futuro de los pueblos, de los hombres y mujeres de ese continente y de los que, posiblemente, aquellos que se siguen creyendo en el centro del mundo desarrollado e innovador, tienen mucho que aprender. Los últimos años nos demuestran que es precisamente el continente latinoamericano el que más elementos innovadores está aportando tanto en sectores sociales como políticos, económicos, culturales y humanos. Posiblemente esto no sea tan importante para ese ranking mer- cantilista al que aludíamos antes pero es, sin duda, reflejo de otras concepciones factibles de entender la vida posible, otro mundo posible con claves no únicamente economicistas y de mercado.

Citamos a continuación, y a modo de breve muestrario de esta afirmación, algunos avances que se operan en campos o sectores esenciales en los que ese continente está haciendo importantes aportes innovadores. Y señalamos desde este momento que dichos avances se están dando en medio de fuertes contradicciones y con mucho camino todavía por recorrer.

En política, mientras Europa, en su mayoría, asiste a un evidente cuestionamiento de la clase política y de los partidos tradicionales por su supeditación absoluta a los dictados de los poderes económicos en medio de una profunda crisis del sistema capitalista, en el continente americano se producen desde hace más de una década avances en nuevas estructuras estatales y la profundización del mismo sistema democrático.

Más allá de la democracia representativa, limitada, en gran medida, a los procesos electorales cada cuatro años, un incumplimiento continuo de los programas electorales y ningún control por parte de la ciudadanía, en América Latina se dan pasos en experiencias constituyentes y legislativas que articulan procesos participativos, desconocidos en la vieja Europa, y que recogen nuevos derechos históricamente relegados y los mecanismos para su ejercicio.

Surgen, igualmente y aunque con muchos problemas, nuevas estructuras que definen a los estados como plurinacionales, donde se avanza en un proceso importante de reconocimiento de derechos a los pueblos y donde conceptos de filosofía política como «el Buen Vivir» plantean nuevos enfoques y retos a la vida política, aunque también económica, social y cultural, que van incluso más allá del ahora añorado Estado del bienestar europeo.

Precisamente, en lo social, se dan otras importantes innovaciones con esos planteamientos de vida (Buen Vivir) que, como señalamos, sobrepasan los tradicionales postulados economicistas y de explotación descontrolada de la naturaleza y de las per- sonas. Así, discusiones y revisiones profundas sobre los todavía vigentes elementos coloniales, patriarcales y racistas en las sociedades americanas, parten de un autorreconocimiento crítico de sí mismas para poder avanzar, innovar, en nuevas estructuras sociales más respetuosas y en la consecución de sociedades más justas y equitativas para todas las personas. Europa tiende a pensar que todo esto ya lo superó desde la revolución francesa, pero en esta misma Europa siguen siendo asesinadas mujeres por las violencias machistas, o se cierran las fronteras a la inmigración, o se elimina la atención sanitaria a las personas «sin papeles». Todo ello muestra del to- davía largo camino que resta en la autocrítica y en un verdadero y efectivo ejercicio de todos los derechos para todas las personas, más allá de los retóricos discursos vacíos de práctica.

Pero, incluso cuando se aplica el primer concepto de innovación que dábamos, sujeto al modelo de crecimiento económico, en esa Latinoamérica se están, también en este campo, produciendo avances destacables, alejados de conceptos únicos de crecimiento, mercados y beneficios incontrolados. Elementos como el fortalecimiento del papel del Estado en la definición y control de la economía, la nacionalización de sectores estratégicos y nuevos planes estratégicos de crecimiento, han determinado la salida de una crisis que América Latina vivió en los años 90 del siglo pasado y que tenía elementos muy coincidentes con los que ahora se dan en Europa. Incluso los índices de crecimiento económico, a los que son tan acérrimos los defensores del neoliberalismo, muestran el continuo crecimiento de la mayoría de los países de ese continente.

Pero la innovación más importante no está en ese crecimiento, sino en que se avanza poco a poco en un mejor reparto de la riqueza y que los beneficios de ese crecimiento alcanzan a cada vez más capas sociales de la población. Esto se traduce en una continua disminución de los índices de pobreza y de extrema pobreza que hasta hace una década dominaban América. El analfabetismo va desapareciendo de muchas sociedades y la salud alcanza a cada vez más rincones de los diferentes países en un proceso necesario de universalización.

Pero hay que decir también, para ser justos, que en este panorama no todos los países están «innovando» por igual, y son precisamente aquellos que se apartan de las políticas más neoliberales los que mayores avances están teniendo. Por ejemplo, países históricamente denostados como Cuba, Venezuela, Bolivia... han erradicado ya el analfabetismo en sus poblaciones y han extendido como nunca antes se conoció la atención en salud. Brasil se ha convertido en un gigante en la escena internacional y Argentina, con sus políticas sociales y económicas, ha dejado muy lejos el famoso «corralito» que hace unos años llevó a la miseria a grandes sectores de su población.

Todo lo anteriormente señalado no significa una negación de la importancia de la innovación en la educación, ciencia y tecnología, como se aludía en la clasificación de Naciones Unidas. Al contrario, reafirmamos su necesidad para la mejora de las condiciones de vida, pero reivindicamos también que dichos ade- lantos deben de alcanzar a todas las personas por igual y no, como ha sido norma en el sistema capitalista, patriarcal y colonial en América Latina especialmente durante los años de aplicación de las políticas más ortodoxas del neoliberalismo, solo a las minorías enriquecidas. Pero también, lo hasta aquí señalado, quiere ser reivindicación de las otras importantes innovaciones que Latinoamérica está aportando en pilares esenciales para una vida digna de las personas y pueblos.

Innovaciones que en esta vieja Europa se siguen tratando de ocultar o desprestigiar, no sea que se conviertan en un «mal ejemplo» de que otras alternativas políticas, económicas y sociales son posibles para conseguir sociedades más justas.

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