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VUELTA | 19ª etapa

Primavera en septiembre

Philippe Gilbert entierra definitivamente su mala racha al adjudicarse su segunda victoria en la Vuelta. En un final apropiado para clasicómanos, el belga entró en meta por delante de Alejandro Valverde, que rascó un puñado de segundos al líder Contador.

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Amaia U. LASAGABASTER

347 días. Prácticamente un año. Once meses y medio en los que Philippe Gilbert no pudo levantar los brazos. Una situación inaguantable para el corredor belga, más aún tras su triunfal 2011 y su fichaje -con un cheque suculento de por medio, sin ninguna duda- por BMC. 347 días después de aquella victoria en el Gran Premio de Wallonia, Philippe Gilbert se reencontraba con la victoria en Barcelona. Liberada la presión, ayer repetía en Segovia. Confirmado el fin del mal fario, ya piensa en Valkenburg, dispuesto a protagonizar su particular primavera en septiembre.

Los últimos kilómetros, idóneos para clasicómanos pese a alguna variación de última hora que les restó dureza, fueron lo mejor de la 19ª etapa -178 kilómetros entre Peñafiel y la Lastrilla-, que se saldó con el guión habitual en este tipo de jornadas. Es decir, con fuga kilométrica y destino inalterable. En la que de nuevo volvió a dejarse ver el maillot de Caja Rural. Esta vez en la espalda de Aitor Galdos que, junto a José Vicente Toribio, del igualmente omnipresente Andalucía, saltó del pelotón nada más darse el banderazo de salida y aguantó en cabeza durante 150 kilómetros. Su ventaja se disparó pronto, en una jornada que el pelotón se tomó con mucha más tranquilidad que las precedentes, pero en cuanto la maquinaria se puso en marcha por detrás, la renta tampoco tardó demasiado en menguar. A menos de veinte kilómetros de meta acababa la aventura de Galdos y Toribio y empezaba otra carrera.

De pronóstico incierto y numerosos candidatos. El complicado tramo final, con tres repechos en las inmediaciones de la capital segoviana, convertían la etapa en un caramelo para los clasicómanos del pelotón. Pero los sprinters que mejor se desenvuelven en ese tipo de terreno tampoco acababan de arrojar la toalla. A lo que hay que añadir los hombres que persiguen a Alberto Contador, con desventajas escasas pero sin apenas oportunidades por delante para recortarlas. No es cuestión de desaprovechar las que ofrece la carrera, debieron pensar en Movistar, porque el equipo de Eusebio Unzue imprimió un ritmo infernal a la cabeza de carrera, estirando el pelotón y generando muchos nervios, una fiesta a la que también se apuntó Katusha. Y aún así, hubo quien tuvo arrestos y fuerza para saltar en esos complicadísimos kilómetros finales.

Lo hizo Egoitz García, con un ataque que durante un momento pareció el bueno, pese a que por detrás apretaba un cuarteto con Flecha, Roche, Breschel y nada menos que Degenkolb, compañero de viaje a evitar. Cazado el vasco de Cofidis, fue Nicolas Roche el que tomó el relevo, también con visos de hacerlo bueno. Pero los cinco últimos kilómetros se hicieron interminables.

El arreón definitivo lo pegaría, con la colaboración inestimable de otro experto como Alessandro Ballan, el mejor especialista en este tipo de terrenos, Philippe Gilbert. Al que, aún así, a punto estuvo también de hacérsele el esfuerzo demasiado grande. Y es que por detrás venían mordiendo Alejandro Valverde, Dani Moreno y Purito Rodríguez. No cazaron al de BMC, pero el murciano rascó ocho segundos de bonificación, que añadió a los que había obtenido en el sprint intermedio y a los tres que decretaron los jueces por el pequeño corte del pelotón principal, en el que llegaba Alberto Contador. Tres con lo que se tuvo que conformar Purito, después de que su compañero Moreno le birlara el tercer puesto y los cuatro últimos segundillos de regalo en la línea de meta.

Última oportunidad para aspirantes al rojo y escaladores sin premio en el techo de la Vuelta

Alberto Contador demostró camino de Fuente Dé que no hace falta una pared para revolucionar la carrera, pero las rampas de la Bola del Mundo se convierten en el último clavo ardiendo al que pueden aferrarse los aspirantes a desbancar al madrileño del primer puesto.

Aunque no serán ellos los únicos que intenten sacar provecho de la última ascensión de la Vuelta. Precedida por los puertos de Navafría (1ª), Canencia (2ª), Morcuera (1ª) y Cotos (1ª) para ir calentando las piernas y con previsión de lluvia para ambientar los descensos, la Bola del Mundo también ofrecerá la última oportunidad de levantar los brazos a corredores que aún no lo han conseguido. Que son unos cuantos.

Bien porque los sprints han tenido un dominador claro, bien porque la pelea por el maillot rojo, con el suculento reparto de bonificaciones en meta, ha imposibilitado el movimiento de otros corredores, bien porque las fuerzas o la fortuna no han acompañado, pero lo cierto es que solo diez de los 21 equipos que partieron de Iruñea han celebrado la victoria. 19 etapas -18, teniendo en cuenta que la primera fue una contrarreloj por equipos- que se han repartido entre solo once corredores.

Un reparto muy desequilibrado al que a duras penas se han apuntado los vascos. Lo hizo Jonathan Castroviejo, luciendo el primer maillot rojo de la Vuelta; y Caja Rural, no solo con la victoria de Antonio Piedra en Caja Rural, sino con su protagonismo continuo. Pero no ha habido vencedor de etapa euskaldun. Viendo el perfil de la etapa, Igor Antón, que ha ido de menos a más, parece el único capacitado para acabar con la sequía, aunque es probable que, y eso si le acompaña la fuerza, que su interés vuelva a colisionar con el de los implicados en la lucha por la general.

Que tampoco tiene por qué sufrir grandes vuelcos, aunque Valverde y Purito están con ganas, aparentemente con fuerzas y, en principio, se ven favorecidos por las fuertes rampas finales. Pero la única referencia de la Bola del Mundo, habla de distancias mucho menores a las que hoy separan a los tres primeros de la general. En 2010, Ezequiel Mosquera solo obtuvo un segundo de renta sobre Vincenzo Nibali, 23 sobre Purito y 52 sobre Peter Velits, tercero en el podio de Madrid. Una veintena de corredores llegó a meta a menos de dos minutos del vencedor. Y es que el techo de la Vuelta (2.262 metros) es una pared, pero solo tiene 3'5 kilometros -más la ascensión previa a Navacerrada-. La ofensiva, si llega, no podrá esperar tanto. A.U.L.

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