«Arquitectura habitada», reflexiones sobre la ocupación de los espacios
Hasta el 19 de mayo de 2013 podrá visitarse en el museo Guggenheim de Bilbo la exposición «Arquitectura habitada». La misma se compone de seis obras (pertenecientes a la colección propia del museo) realizadas por cinco autores diferentes y sin relación alguna entre ellas más allá de la función para la que fueron creadas: una invitación al diálogo y a la reflexión en torno a la ocupación del espacio y a las historias que contiene o puede sugerir.
Alvaro HILARIO | BILBO
El museo Guggenheim-Bilbao inauguró ayer la exposición «Arquitectura habitada», compuesta por seis obras de la colección propia del museo realizadas por cinco artistas diferentes (Liam Gillick, Pello Irazu, Doris Salcedo, Cristina Iglesias y Mona Hatoum). El objeto de la muestra es incitar al público a reflexionar sobre la ocupación del espacio mediante el diálogo con las obras.
La exposición es también una reinterpretación del mismo concepto de arquitectura, al entenderlo más allá del edificio y haciéndolo extensivo, por ejemplo, a las calles o el mobiliario.
Como señaló la directora de actividades museísticas y comisaria de la exposición, Lucía Agirre, las obras «no interactúan» y han de ser visitadas «de modo individual».
Artes y oficios
En lo referido a Europa, el último cuarto del siglo XIX se caracteriza por el fuerte desarrollo industrial, la prosperidad económica y el crecimiento de las ciudades. Como consecuencia de esto se generó una importante demanda de bienes artísticos y de consumo. La producción industrial, en cadena, de estos empezó a ganar popularidad.
Frente a la producción en masa, algunos profesionales y artistas -como el escocés Charles_Rennie_Mackintosh o el inglés William Morris- reaccionaron con la pretensión de volver a la manufactura artesanal contrastada con la producción industrial para que las clases menos pudientes pudieran tener acceso a estos bienes culturales y de consumo. En este contexto, fue el propio Morris, padre del movimiento Artes y Oficios, quien redefinió el concepto de arquitectura. En su opinión, «la arquitectura representa el conjunto de modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre para satisfacer las necesidades humanas». Así, la arquitectura se extendería a todo lo creado por el ser humano, como pueden ser las ciudades, las calles o el mobiliario (algo muy presente en Artes y Oficios y todo el Modernismo europeo).
«Arquitectura habitada»
El Guggenheim retoma estos conceptos en la recién inaugurada exposición «Arquitectura habitada» que incluye seis obras pertenecientes a su colección que «reflexionan en torno a la ocupación del espacio como lugar de narrativas ya existentes o a punto de ser creadas por el espectador».
Según la comisaria de la muestra, Lucía Agirre, las obras expuestas y la praxis de sus autores son «muy diferentes» y también poseen «lenguajes muy diferentes». De hecho, no interactúan y «hay que visitarlas de modo individual». Las dos únicas obras con elementos en común son las debidas a Cristina Iglesias (Donostia, 1956): «Celosía II» (1997) y «Habitación de alabastro» (1993). Aunque diferentes en lo formal, participan de una misma medida humana y la capacidad de que estas sean habitadas o no, provocando diferentes reacciones, evocando recuerdos o historias.
En esta línea, Agirre señaló también que el espectador debe «actuar» y, frente a las obras, «reflexionar partiendo de su pasado».
El inglés Liam Gillick (Aylesbury, 1964), presente en la inauguración, participa en con su obra «¿Cómo te vas a comportar? Un gato de cocina habla» (2009). Esta fue producida para el pabellón alemán de la Bienal de Venecia siendo la primera vez que un artista no alemán tomaba parte en este. El mismo Gillick hizo referencia al este hecho recordando que, aunque inglés, es descendiente de escoceses e irlandeses y, hoy en día, desarrolla su trabajo en Estados Unidos.
Su instalación es el esqueleto de una cocina (simples módulos carentes de fregaderos y demás) basado en la obra de la arquitecta comunista austríaca Margarete Schütte-Lihotzky quien, recogiendo ideas de la Bauhaus, diseñó una cocina pensada para optimizar el trabajo de la mujer (dándole más tiempo libre) y ser construida a bajo costo. Fue diseñada en 1926 para un complejo de 10.000 viviendas sociales en Frankfurt. No en vano, recordó Agirre, «la cocina es el espacio con mayor carga política de la casa».
Pello Irazu (Andoain, 1963) aporta la obra «Formas de vida 304». El trabajo está realizado para esa sala 304 donde se exhibe; en sus palabras «a través de sus curvas y formas se hace presente toda la arquitectura» del propio museo y quiere poner de manifiesto las «diferentes capacidades del lenguaje arquitectónico para abordar diferentes temas». Escultura y pintura son dos de esas capacidades a la hora de provocar historias, reflexiones.
De lo cotidiano nace también el trabajo de la palestina Mona Hatoum (Beirut, 1952), «Hogar» (1999): sobre una mesa, diferentes utensilios de cocina iluminados por pequeñas bombillas nos acercan a lo que es un hogar. Su condición de refugiada, su ir y venir, puede sugerir que la cocina es un tránsito o, quizás, algo por lograr. Como explicó Lucía Agirre, considerar el hogar como un tránsito o una prisión es algo que «depende de las vivencias» de cada cual.
Doris Salcedo (Bogotá, 1958) está representada con su obra «Sin título» (2008) que es parte de una serie iniciada en 1989 y que tiene como objetivo pensar en torno a la violencia que envuelve Colombia y las víctimas de esta. Salcedo utiliza objetos (calzado, ropa, mobiliario) comunes, de esos que han podido estar al alcance de una víctima y los une, ensambla, de forma violenta para que cuenten una historia. Como dijo Agirre, «una vida nunca se reconstruye de la misma forma» y mediante sus trabajos -que ella define como «memoriales»- quiere dar fe de ausencias, de que algo ha sucedido; son «testigos mudos de experiencias traumáticas».
Espacios didácticos
La exposición se complementa con una selección de audiovisuales que tienen como objetivo ilustrar la trayectoria creativa de los cinco artistas presentes en la muestra y las prácticas previas que dieron lugar a sus obras. La relación de la arquitectura con la historia o las experiencias personales de los visitantes al experimentar las piezas y los espacios que las acogen son algunas de las claves para comprender las obras.
Inaugurada el 15 de mayo, esta ha sido la primera gran muestra que se le ha dedicado en el Estado español. El paisaje y su evolución a través de las cuatro estaciones son el objeto del trabajo y experimentación de Hockney (Bradford, Inglaterra; 1937), considerado el más importante pintor inglés en activo.
La muestra se compone de cerca de 200 acuarelas, óleos, dibujos a carboncillo e impresiones de trabajos hechos en iPad y realizados, en su mayoría, en los últimos ocho años.
Está dividida en cuatro partes: Paisajes recientes, La llegada de la primavera en Woldgate, El sermón de la montaña y Primeros paisajes. Además, hay oportunidad de ver los cuadernos de apuntes y dibujos de iPad, vídeos y -fiel al estudio de la naturaleza en permanente transformación- películas filmadas simultáneamente por nueve cámaras digitales y proyectadas en dieciocho pantallas. Tanto en este caso como en las pinturas, el espacio ampliado gracias a la retícula, siempre en busca de una visión más amplia y una perspectiva que nos traslade más allá, es uno de los denominadores comunes de la exposición.
Aunque el grueso de las obras expuestas está realizado en los últimos ocho años, no faltan otros paisajes que, desde el más antiguo (de 1956), trazan una perspectiva histórica que pone de relieve tanto la evolución técnica y estilística de Hockney como la importancia del paisaje en el conjunto de su obra. Los paisajes del condado de Yorkshire son el objeto reflejado una y mil veces en las pinturas. A.H.
Las obras del inglés Liam Gillick y la palestina Mona Hatoum parten del espacio y utensilios de cocina. Como dijo la comisaria Lucía Agirre, «la cocina es el espacio con mayor carga política de la casa».