«Pondría mi vida para hacerles ver lo que representa un centro como Manu Ene»
Osakidetza quiere convertir Manu Ene en un hospital de día y privatizarlo. Las personas con adicciones que trata el centro subrayan que unas horas de servicio privado no pueden sustituir a una comunidad terapéutica pública con atención de especialistas las 24 horas del día para reconstruir vidas.
Nerea GOTI
Osakidetza ha puesto en marcha la maquinaria administrativa para reconvertir Manu Ene, la única comunidad terapéutica pública para el tratamiento de personas con adicciones, en un hospital de día. Ya ha publicado las bases del concurso, que en el plazo de unos meses dejará en manos de una empresa privada la gestión del nuevo servicio y, aunque responsables de Osakidetza aseguren que no van a desalojar a los pacientes, los propios internos, sus familias y profesionales de la salud mental han dado la voz de alarma ante la pérdida de un servicio público que en 30 años ha ayudado a recomponer las vidas de un millar de personas y las de sus familias.
Manu Ene es la comunidad más antigua y todo un referente en el tratamiento de la drogadicción, según resaltan profesionales de la salud mental. «Es un espacio protegido donde personas con problemas de cualquier adicción, fundamentalmente a sustancias, pero también con problemas de alcohol y en algún caso hasta de ludopatía, se someten a un tratamiento intenso para resolver ese problema, para tratar esas conductas que les hacen ser adictos», explican fuentes consultadas por GARA.
En Manu Ene, un caserío del barrio Basara de Larrabetzu, personas con diferentes problemas de adicción se someten a un planing de trabajo de 24 horas de domingo a viernes, en el que combinan la asistencia a terapias de grupo e individuales, con espacios de trabajo y otras responsabilidades, sujetos a un horario estricto y a normas estrictas hasta en cuestiones como la higiene, la alimentación o los horarios de sueño. El contacto con el exterior se limita al fin de semana, cuando los internos vuelven a su entorno familiar, aunque también en ese caso, se hace de acuerdo a unas pautas que fijan los profesionales del centro, porque la cooperación e implicación de la familia es clave en el proceso de recuperación.
Los familiares parte del proceso
Quienes conocen el centro resaltan que los familiares son parte del proceso de recuperación y de hecho se trabaja semanalmente con ellos, no solo para informarles de la evolución de los pacientes, sino para indicarles cómo deben responder ante las conductas de los enfermos.
«Una unidad terapéutica como Manu Ene no puede sustituirse por un hospital de día, porque son servicios asistenciales diferentes. Para hacer una apuesta seria por la deshabituación absoluta se necesita una inversión de tiempo más amplia. No se puede suplir esa intervención a lo largo de una estancia media de 5 o 6 meses, durante 24 horas al día y con un clima de trabajo, por una intervención diaria de 8 o 10 horas, en el mejor de los casos, en la que los afectados están más expuestos a eso que puede ocurrir cuando salgan», explican expertos en este tipo de terapias, y añaden que «un hospital de día es un proyecto interesante, pero está diseñado para hacer frente a objetivos intermedios en la recuperación de adicciones». «Es muy complicado que gente que entra y sale todos los días no tenga recaídas», según resaltan.
Manu Ene dispone de 24 plazas y acoge ahora mismo a una veintena de internos en diferentes estadios del tratamiento. El funcionamiento grupal también es una de las claves para el desarrollo del proceso, «porque muchas veces hay conflictos que se resuelven entre los mismos internos». No suele ser extensa pero hay lista de espera para entrar al centro de Larrabetzu, que a lo largo de los últimos años ha ido adaptando su asistencia a la realidad social que rodea las nuevas adicciones y hábitos de consumo.
«Me parte por la mitad»
Eneko es el nombre ficticio de uno de los internos de Manu Ene. Lleva tres meses y medio de tratamiento en este caserío de Larrabetzu y no tiene problema en reconocer que él mismo tuvo una recaída semanas después de iniciar su recuperación en el centro. «Con mi experiencia, estar en un hospital de 8 de la mañana a 7 de la tarde no soluciona nada. Aquí me siento protegido, porque sé que si hay algún problema aunque sea emocional, va a haber un profesional que me va a ayudar aunque sean las 4 de la mañana. Aquí hay profesionales que te atienden 24 horas al día. Si me pasa en casa, igual no pueden o no saben atenderme y la familia también necesita un respiro», explica a GARA.
Apunta que sale los viernes del centro y vuelve el domingo a las 20.00 horas. Es un tiempo suficiente, muy importante para la familia, porque «venimos de familias desestructuradas o muy machacadas por nuestra drogadicción y las cosas en casa son difíciles». Resalta que el seguimiento es fundamental. «Tenemos mucho peligro -expone- porque en mi caso personal llevo tres meses y medio aquí y ya he sufrido una recaída estando vigilado. No quiero imaginar lo que sería ir a casa todas las noches, porque tenemos un peligro claro y porque en casa a la mínima saltas y estalla todo por los aires», subraya.
Reconoce estar inquieto por la rapidez con la que se están desarrollando los acontecimientos. «Vino una señorita a explicarnos que no había prisa, que nos iban a respetar el tratamiento, pero por las últimas noticias aparecidas en prensa parece que esto va ser muy rápido y creo que no van a respetar al equipo que lleva aquí trabajando 30 años. A mí personalmente me parte por la mitad con el tratamiento. Estoy a la mitad del proceso y superada la parte más importante, en un momento crucial se acabaría todo. Me iría con las maletas con ellos (por los profesionales), porque esta gente conoce nuestros puntos débiles y no quiero que me deriven a ninguna otra comunidad», explica.
El de Manu Ene no es el primer intento de Eneko por superar sus problemas de adicción. Desde su experiencia personal, no quiere volver a un centro privado. «Ya estuve en una clínica antes y no vale absolutamente para nada», expone tajante. Sobre las diferencias de esos tratamientos con respecto a Manu Ene, señala que «la clínica es un spa, te dan masajes, tienes piscina, te dan Cocacolas...pero aquí se trabaja tanto a nivel físico como emocional e, insisto, la atención es las 24 horas. Estando aquí me ha pasado tener que despertar a una educadora a las 12 de la noche y estar hablando con ella durante más de una hora, pero eso en casa no se puede. Se enciende el chip, bajas a la calle y ya la has liado», subraya. Por eso, a su juicio, el servicio es «primordial» y recalca que si se pierde desaparece el único centro público de estas características en Euskal Herria.
Además, como a sus compañeros, le preocupa que futuras generaciones no tengan el cobijo que ellos han encontrado en Manu Ene. Conocedores de lo que hay en la calle, Eneko resalta que cualquier persona puede encontrarse en una situación como la suya, por lo que resalta que es fundamental que un centro «de reputación y público» mantenga sus puertas abiertas. «Viene una generación con problemas, que está consumiendo con 14 añitos y no se puede permitir que cierren esto», afirma convencido de que habrá que movilizarse para defender el futuro de Manu Ene.
Itziar es otra de las personas para las que Manu Ene es fundamental y que considera que el hospital de día no es una salida para problemas de adicción. Hizo antes un tratamiento completo durante 9 meses y ahora ha vuelto a ingresar «para activarme, trabajar a nivel físico y sicológico y reincorporarme al trabajo». «Aquí nos levantamos a las 7 de la mañana, tenemos terapias, nuestras horas de trabajo, normas... una terapia intensiva durante todo el día», explica.
«La rutina y la disciplina es muy importante, como con los hábitos de higiene, alimentación y sueño. Por eso ir a un centro y salir a las 7 de la tarde supone estar muchas horas sin control, romper con la rutina, con hábitos saludables como la alimentación o el sueño que no siempre se pueden mantener en casa...», opina con respecto a otros tratamientos como los que dispensaría el hospital de día.
Si estuviera ante la Dirección de Salud Mental de Osakidetza tiene claro qué argumentos pondría sobre la mesa para defender la continuidad de Manu Ene. «Pondría mi vida para hacerles ver lo que representa Manu Ene para mucha gente como yo, porque me han devuelto la vida. Ingresé fatal y de no ser persona, pasé a tener una vida estructurada, recuperé la familia... en un centro público», resalta.
La noticia de la reconversión de Manu Ene también ha supuesto un mazazo para las familias. Esti, hermana de un paciente al que, tras cuatro meses en el centro, ve notablemente recuperado, la idea de volver a un hospital de día representa regresar la fracaso. Cuenta que su hermano ya estuvo atendido en un centro de estas características durante nueve horas al día y no resultó, hasta que surgió la posibilidad de ingresar en el centro de Larrabetzu.
«Para las familias, saber que de domingo a viernes están en un centro bien atendidos es un descanso, porque además podemos organizar nuestras vidas sabiendo que vuelven a casa los fines de semana y dedicarles ese tiempo, porque tienen que estar acompañados, seguir unas pautas...», explica Esti. Además, participan activamente en el proceso de recuperación desde el papel que les corresponde. «Todos los martes tenemos una reunión en el que hablamos de cómo evolucionan, te orientan sobre cómo actuar ante problemas que se puedan presentar cuando no están en el centro y los viernes volvemos a tener contacto cuando les vamos a recoger», señala.
Dispensar el servicio durante el día representa el problema añadido de tener que acompañarles al centro cada mañana y de vuelta por la tarde, algo que muchas familias no pueden hacer, como tampoco pueden ofrecer la dedicación y atención al enfermo que ahora dispensa el centro.
han pasado por la comunidad terapéutica Manu Ene a lo largo de cerca de 30 años de existencia, con la correspondiente ayuda para sus familias.