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«Todos formamos parte de algún modo de la ficción. Sin ella viviríamos muy tristes»

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François Ozon

Ganador de la Concha de Oro

A la tercera fue la vencida para François Ozon, quien, tras participar en ediciones anteriores en la Sección Oficial, obtuvo la noche del pasado sábado la Concha de Oro a la Mejor Película y la de Plata al Mejor Guión para «Dans la maison» (En la casa), una exquisita película que llegaba a Donostia avalada por el premio Fipresci en Toronto. Aquí conquistó a la crítica, al público y también al jurado.

Iratxe FRESNEDA | DONOSTIA

Puede decirse que la carrera como director de cine de François Ozon nace vinculada al Festival de Cine de Donostia. Su mediometraje «Regarde la mer» se proyectó en Zabaltegi en 1997. Tras pasar por la competición en Cannes con «Sitcom» (su primer largometraje), concursaría en Zinemaldia con «Sous le sable» en el 2000 y con «Le refuge» en el 2009. Entre sus obras: «8 mujeres», «Swimming Pool o «Le temps qui reste». Su cine es valiente, atrevido, retorcido y brillante. Hay algo que distingue a la mirada de Ozon, quizá la tensión que almacenan sus historias, en las que los géneros se confunden y los personajes navegan a la deriva de las situaciones en las que les enreda su creador. Humor y suspense, guiones extraordinarios, vidas cruzadas y, sobre todo, originalidad. A pesar de que no todas sus obras sean redondas, Ozon se esfuerza en cada trabajo tratando de romper con los tópicos, indagando en torno al dispositivo cinematográfico.

«Dans la Maison», inspirada en «El chico de la última fila» de Juan Mayorga, es la película número catorce del cineasta parisino. Protagonizada por Fabrice Luchini, la británica Kristin Scott Thomas, Emmanuelle Seigner y Denis Ménochet, el largometraje ha recibido la Concha de Oro en el Zinemaldia y su director el galardón al mejor guión. «Dans la Maison» cuenta la historia de un profesor casado con una galerista que descubre, entre las mediocres redacciones de su alumnado, una en la que se percibe un talento prodigioso e inquietante. Mediante sus escritos, el alumno describe cómo se cuela en la casa y en la vida de uno de sus compañeros mientras va implicando poco a poco en su peligroso juego a su aturdido profesor.

Su película propone un juego entre el alumno y su profesor y, al mismo tiempo, le sugiere al espectador que juegue con su película...

Desde luego, trata concretamente de eso: de mi trabajo y de mi relación con el espectador. Claude es un poco yo, tiene algo de mí.

«Dans la Maison» también plantea el triunfo de la ficción sobre la realidad...

Sí, lo que quería contar era eso, que todos formamos parte de algún modo de la ficción, que dependemos de ella, que sin ficción viviríamos muy tristes. Y en este caso buscamos proyectarnos en la ficción, en el cine, en la literatura... vernos también reflejados en ella.

¿Cree que los directores son algo manipuladores y voyeurs?

Sí, por supuesto. Pero siempre se habla de esto de un modo peyorativo y yo creo que las connotaciones debieran ser más bien positivas. El trabajo de la manipulación del director es una manipulación colectiva que forma parte del dispositivo. De hecho, el equipo, técnicos y actores, firman un contrato que de algún modo les dice que han de ser manipulados. Pero, por otro lado, te diría que el voyeur de verdad es el público que entra en una sala oscura y mira lo que pasa, ve escenas de amor, asesinatos... eso también es un poco raro ¿no? Todo es voyeurismo.

¿Por qué la obra de Mayorga? ¿Qué le atrajo de ella?

Lo que más me gustó era que contaba temas muy profundos e interesantes, difíciles, de una forma alegre. También que podría dar para varias películas. No es una obra cerrada, podría encajar en diferentes géneros.

Como espectadora me ha parecido sentir una especie de homenaje a los mejores guiones de Woody Allen, en los diálogos, en los personajes y situaciones tragicómicas... ¿Pensó en él durante el proceso creativo?

Sí, por supuesto que lo pensé y, de hecho, se lo dije: «Quiero que hagáis esto, que os fijéis en el trabajo de Woody Allen a la hora de enfocar vuestra relación de pareja». Una pareja que en realidad no va muy bien, pero que vista de desde fuera tiene un lado divertido, humorístico.

Volviendo a la idea del juego y enlazando con la anterior pregunta quisiera saber cuál es la idea de creación, «su juego» de creación con los actores.

Sí, efectivamente tiene que ver con el juego de la película. Sobre todo con los personajes de la casa, «los Rafa» (el padre y el hijo de la casa donde se «infiltra» el protagonista). Al principio son como marionetas de las que tiran de los hilos. Como cuando entra el padre, Rafa, en la habitación de Rafa hijo con la pelota de baloncesto, se dibujan de un modo caricaturesco. Después la caricatura va a menos. O el personaje que interpreta Enmanuelle Seigner, la madre. Al principio, es una mujer indolente, una especie de Madame Bovary, y con el desarrollo de la trama va adquiriendo más carácter. Ese tipo de juego era el que me interesaba crear.

El alumno es un personaje que manipula a otras personas para crear una ficción. Usted que es un creador de historias, de ficciones ¿hasta dónde llegaría para conseguir «la ficción perfecta»?

Hasta el final, hasta el asesinato (ríe). No sé si estamos preparamos para llegar hasta el final, hasta pelear por una gran historia de ficción en la que uno, por ejemplo, acaba matando a toda su familia... Sí, desde luego, hay un momento en el que el chico podría haber matado a toda la familia, o matar al padre y al hijo y quedarse con la mujer. Pero queríamos escenificar la manipulación desde un punto de vista «divertido».

¿Qué cree que une su trayectoria como realizador? ¿Cuál es el «sello Ozon»?

(Se ríe) Te toca a ti, ese es tu trabajo (bromea). Te confieso que no me gusta demasiado analizar mis obras, soy de los que continúan andando. Ya estoy trabajando en mi próximo trabajo.

Y, si puede saberse ¿De qué trata su última película?

Es el retrato de una joven, volvemos a la adolescencia, que descubre la sexualidad. Es una «Belle de jour» (se refiere a la obra de Luis Buñuel) moderna.

 
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