Aitor Bezares | Gasteiz
«Lo peor es dividir fuerzas»
Me llena de orgullo y satisfacción poder comprobar que los elementos heredados de la dictadura franquista exhiben de forma pública su incomodidad ante los cada vez más numerosos y públicos elementos contra la ficticia unidad española: «lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas», decía el heredero de Franco.
Dividir fuerzas: «La indisoluble unidad de la Nación española» es un invento como el espíritu democrático del Estado español. La única fuerza es la de la imposición de la Constitución que advierte: «las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordena- miento constitucional». En consecuencia, los temores de división de la fuerza son el temor de fractura del propio Estado.
Alentar disensiones: También teme el sucesor de Franco que las disensiones puedan alentarse. Sin embargo, la exhibición de la fuerza popular es un ejercicio absolutamente democrático. Sucede que el elegido por el dictador quizá sea más partidario de que otras proclamas se aireen y publiciten. Aquellas que no cuestionen las posiciones que son herencia del régimen anterior.
Perseguir quimeras: Supongo que es el desconocimiento lo que le lleva a pronunciar a Quimera. Este ser mitológico que aterrorizaba a las poblaciones, engullendo rebaños y animales fue muerto por Belerofonte a las órdenes de otro rey, Iobates. Es difícil saber por qué el monarca teme las quimeras. ¿Será que considera como propio el ejercicio de Quimera: el hurto, la expropiación y el robo de los alimentos?
Ahondar heridas: Es de agradecer que un personaje tan propio de la ficción como un rey, reconozca la realidad con términos tan simples como actuales. Podría hablarnos desde el prisma de quien no conoce las heridas, pero toca suelo y nos habla de no ahondar, admitiendo la previa existencia del daño tisular. Sin embargo, no pretende la cura y cicatrización, sino evitar ver la llaga. Y aquí cabe la corrección, porque la multitud que el pasado día 16 celebraba la Diada en Barcelona reclamando ser otro estado no pretende ahondar la herida sino, sencillamente, sanarla tras siglos de dolor.