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Migrantes subsaharianos se aferran escondidos en bosques marroquíes a su sueño de cruzar a Europa

Expulsados de Marruecos, la mayoría de los inmigrantes regresan aferrándose a su sueño de alcanzar «la otra orilla». Escondidos en los bosques de Oujda, en el nordeste del país, decenas de migrantes subsaharianos viven en campamentos improvisados con la esperanza de emprender la travesía hacia Europa.

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Jalal AL-MAKHFI | AFP

En los bosques de Oujda, una ciudad marroquí cerca de la frontera con Argelia, decenas de inmigrantes «sin papeles» recién expulsados de Marruecos han regresado al país y sobreviven en tiendas de campaña con la esperanza de poder cruzar algún día el Mediterráneo y llegar a Europa.

En el bosque de Sidi Maafa, las condiciones de vida son realmente duras para los hombres, mujeres y niños subsaharianos que viven ocultos en pequeños grupos.

«Nuestro jefe no está aquí. Se ha ido a buscar comida. No hemos comido nada en todo el día», explica a AFP uno de los inmigrantes, procedente de Ghana. Con voz serena, cuenta cómo fue expulsado sin miramientos a Argelia y cómo volvió, pese a todo, a Marruecos. «No sabemos lo que nos va a ocurrir», dice.

Siguiendo el procedimiento habitual, las autoridades del reino alauí expulsaron a comienzos de setiembre a cerca de 500 inmigrantes en situación irregular a la frontera argelina. Y aunque esa frontera está en teoría cerrada desde 1994, es, precisamente, por ahí por donde siguen entrando en el país los subsaharianos que quieren llegar a Europa, según reconoce la Policía marroquí.

Desde sus posesiones coloniales de ultramar, el Estado español no se queda atrás, como lo demostró la reciente operación conjunta que llevaron a cabo las autoridades españolas y marroquíes para expulsar a la fuerza y bajo engaños a decenas de inmigrantes «sin papeles» que se habían refugiado en un islote bajo soberanía española a pocos metros de una playa marroquí.

En las alturas de Oujda, los inmigrantes entrevistados por AFP intentan sobrevivir bajo tiendas de campaña improvisadas hechas con trozos de plástico. Algunos muestran sus heridas. «Muchos inmigrantes subsaharianos fueron apaleados por la Policía marroquí. La mayoría de ellos sufrió fracturas en el pie», cuenta David Cantero, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Marruecos. Una salvaje táctica para evitar que vuelvan a intentar cruzar.

En un pequeño café situado fuera de este precario campamento, Marie, una joven camerunesa, intenta conectarse a internet para «solicitar ayuda» a una ONG europea. Su caso es especial, ya que al ser discapacitada, se desplaza en silla de ruedas.

«Cruzar el mar»

«Mi familia ha renegado de mí por culpa de mi discapacidad. Mi hermana me tuvo alojada varios años, pero es difícil, tiene seis niños», explica Marie. Pese a todo, espera «cruzar el mar y llegar a la otra orilla».

A su lado, su compatriota Mohamed Kalli, un adolescente de 16 años, empuja la silla de ruedas y cuida de ella. «Mohamed es muy deportista. Su sueño es jugar algún día en un equipo europeo de fútbol», explica Marie.

Otros grupos de inmigrantes subsaharianos están instalados en un lugar discreto junto a un muro cercano a la Facultad de Oujda, donde intentan llevar una nueva vida, aunque sea provisional. Algunos juegan a fútbol, otros venden cigarrillos.

Varias asociaciones intentan ayudarlos. «Hay que encontrar una solución urgente antes de que vuelva el frío porque esta gente vive casi al aire libre», alertan a AFP los miembros de una asociación humanitaria.

La Asociación Marroquí de Derechos Humanos, independiente, condenó recientemente las «olas de expulsiones», que en ocasiones implican «lesiones (...), además de insultos y otras formas de humillación, así como la privación de atención médica».

En respuesta, el portavoz del Gobierno, Mustafa Khalfi, aseguró a AFP que está abierto «al diálogo con las asociaciones» para responder al «desafío» que representa la gestión de la inmigración.

 
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