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Imanol Intziarte Periodista

Bienvenidos a la tierra de Pinky Winky

Podrían despertar ternura, vista su infinita inocencia. Compañeros de profesión, residentes en Madrid, escandalizados porque la Policía española les pide el DNI a las puertas de la Audiencia Nacional. Como si hasta la fecha hubiesen vivido en el mundo de Pinky Winky y todo fuese de color de rosa.

Nunca es tarde para caerse del guindo, pero cualquier ciudadano vasco que haya tomado café en la barra de la cercana cafetería Riofrío sabe que minutos más tarde será identificado y sus pertenencias registradas. Como dijo el entonces alcalde de Gasteiz, Alfonso Alonso, en el juicio por la ilegalización de Batasuna, eso lo saben hasta los niños de teta. Por cierto, y abro inciso, hay que ver cómo ha progresado Alonso desde entonces; los servicios a la causa sirven para hacer carrera en la calle Génova.

Los mencionados controles policiales se enmarcaban en la toma de declaración a los organizadores de la movilización «Rodea el Congreso», que tuvo lugar la pasada semana, el 25S. La Policía, cumpliendo órdenes como siempre, repartió estopa a diestro y siniestro. «¡La Policía pega!», exclamaron entonces esos mismos periodistas. Pues claro, alma de cántaro, la Policía suelta hostias como panes, ese es su trabajo, mantener el «orden público». A ver si ahora nos vamos a creer que los agentes son todos unos tipos cachondos como los dos munipas de Cerdanyola a quienes se les va a caer el pelo por el guateque que se montaron en el coche patrulla.

Desde estas líneas, solo nos resta animar a esos colegas a una estancia por estos lares. Las carreteras de la Sakana o el peaje de Zarautz, por citar dos ejemplos, dan para un máster en identificaciones, registros y pérdidas de tiempo con las manos en los bolsillos mirando hacia el monte. Y con un poco de fortuna, podrán degustar alguna que otra carga policial, con sus porras, sus pelotazos... de lo bueno lo mejor, no se escatima en gastos. Aunque en realidad me da la sensación de que todo esto ya lo saben sin salir de su casa, pero no es lo mismo cuando el marrón se lo come uno.

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