Maite SOROA | msoroa@gara.net
Nostalgia española
En los medios de centro-derechísima no escampa. El cielo rojigualdo sigue cubierto y las proclamas patrióticas no hacen sino espesar la negra nube.
«Alerta digital», el que pasa de matices y medias tintas, reproducía, con otro título, el artículo de Erik Montalban publicado por «La Razón» y sobre el que ayer se posaba esta lupa, acerca de los perniciosos efectos del nacionalismo (catalán y vasco, claro) en la educación. Y ofrecía los enlaces de algunas noticias relacionadas con el tema, cuyos títulos una no se resiste a traer a estas líneas: «El nacionalismo, fábrica de vagos: El 22% de los jóvenes catalanes ni estudia ni trabaja», «Un moro en favor de la independencia de Cataluña»... Se nota que esta gente no ha sufrido la perversa influencia del nacionalismo, ¿no creen? Ese mismo medio advertía, asimismo, de lo que le puede ocurrir a Catalunya:«De la región más rica de España a la nación más pobre de Europa: La independencia llevaría a Cataluña al nivel de pobreza de Chipre». Eso sí, basándose en un informe del economista Mikel Buesa, una persona, como todo el mundo sabe, desapasionada y neutral en lo referente a esas cuestiones.
En «Abc», Isabel San Sebastián ofrecía una pieza que rezumaba patriotismo y olor a naftalina. «España no paga héroes», titulaba su artículo, que comenzaba haciendo referencia a la imposición por parte del rey español de la Cruz laureada de San Fernando a los «héroes» del Regiminento de caballería Alcántara por su actuación en la batalla de Annual, más conocida como Desastre de Annual. Desastre, desde el punto de vista español, claro está. El reconocimiento a ese regimiento se llevó a cabo, decía San Sebastián, «más con el fin de dar satisfacción a un personaje actual de cierto relieve que por afán de hacer justicia». Se imaginan a qué personaje se refiere, ¿verdad? Según decía, «En España siempre ha sido más ventajoso ser un buen cortesano que dar pruebas de valor», y aseguraba que España es «el único [país] cuya `intelectualidad', con alguna honrosa excepción, se dedica a descalificar gestas de la dimensión formidable de la Reconquista» o «hazañas inigualadas como el Descubrimiento de América. El único capaz de relegar al olvido o condenar a la picota a gigantes de la talla de Hernán Cortés, Francisco Pizarro o don Pelayo». Otra otra que ve en peligro la «placidez» de antaño.