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Raimundo Fitero

Mala imagen

 

Los resultados que ofrecen las encuestas son siempre material electoral, aunque hablen aparentemente de otros asuntos. Está claro que todas las predicciones se apuntan al caballo del que las paga e incluso se inflan o se desinflan para provocar vértigos y miedos y buscar esos votos indecisos que flotan en el magma de desapego a la cosa política que crece de una manera alarmante por todas las esquinas. En campaña electoral los candidatos se acicalan, se revisten de promesas, lanzan frases de manual y esperan condicionar la acción de un buen puñado de aletargados. Pero cuando cunde la apatía, es decir, cuando no hay pulsión de cambio, ni ilusión por abrir tiempos nuevos con objetivos esperanzadores, la mecánica se incorpora al proceso y solamente queda esperar el recuento final, porque parece todo decidido.

Y ahí aparece Hugo Chávez, reelegido con una mayoría suficiente, después de una de las campañas electorales en donde más se han confrontado dos ideas de la propia Venezuela. La oposición había creado un conglomerado, una plataforma anti y puesto al frente a un candidato potente, Henrique Capriles, para arrebatar el gobierno a un Chávez atrapado en su cáncer y las consecuencias de sus operaciones y medicaciones. Un enfrentamiento político entre las dos Venezuela que parecía el preludio de un enfrentamiento civil de mayor peligro. Parece que se ha admitido el resultado de manera democrática. Sigue otro mandato con Chávez gobernando, en un contexto internacional muy agresivo, con una economía interna muy deteriorada, que deberá afrontar, en paralelo, su enfermedad. Uno siente como cada voto venezolano estaba cargado de sentido, de compromiso, de postura ideológica y significaba para cada elector una decisión trascendental. Y lo podemos comprobar en una imagen local, la de Iñaki Anasagasti utilizando su doble (¿o deberíamos decir triple?) nacionalidad, votando contra Chávez, de manera militante y agresiva. Hoy forma parte de la Venezuela rendida a la evidencia de un pueblo que prefiere las camisas rojas. Los medios españoles no han asumido su derrota y siguen insultando a todos los venezolanos. Otra mala imagen.