Iñigo Urkullu, candidato a lehendakari por el PNV, aseguró ayer en una entrevista concedida a ETB que «miente quien promete que no realizará recortes», admitiendo que, en caso de dirigir el próximo Gobierno de Gasteiz, «tendremos que recortar en la Administración y empresas públicas, aunque este ajuste no repercutirá en los funcionarios, ni tocaremos las pensiones, la educación, la sanidad o los servicios sociales».

Urkullu también deja fuera de estos tijeretazos a las grandes infraestructuras como el TAV, cuya finalización ha pedido incluso acelerar Urkullu, planteando adelantar dinero a Madrid.

En ese sentido, Urkullu emplazó a Patxi López a que «reconozca que se ha visto obligado a adelantar la convocatoria electoral porque no podía presentarse a un debate presupuestario para el próximo ejercicio con recortes que tendría que aplicar en el próximo ejercicio como consecuencia de la caída de recaudación, de la deuda incrementada y del incumplimiento del déficit».

Además, el mandatario jelkide opinó que «es previsible» que el Gobierno de Lakua «termine el ejercicio con más de 6.000 millones de deuda, cuando se encontraron con una deuda de 640 millones cuando accedieron al Ejecutivo».

«Independientes del Siglo XXI»

En el apartado más político, Urkullu eludió cualquier tipo de comparación con otras naciones sin estado, asegurando que su partido «no se fija en Catalunya, Escocia, Flandes o Quebec», sino que son estas quienes «miran las herramientas de autogobierno de Euskadi».

Profundizando en su argumentario, el líder jeltzale consideró necesario «matizar si se es independiente del siglo XIX o del XXI», ya que, en este último caso, «nos lleva a una reflexión profunda sobre qué es el ejercicio de soberanía y sobre la arquitectura institucional del pueblo vasco en la configuración territorial y el ámbito jurídico del pueblo vasco».

Ese «nuevo independentismo» se basaría en los criterios expuestos por Urkullu en el BEC, en el que puso límites al derecho a decidir. Se trataría de «una bilateralidad efectiva y soberanía compartida», por un lado, y una «institucionalización de las relaciones con la Comunidad Foral Navarra» por otro.

Además, resultó llamativa la referencia a Urkullu a la situación en los Països Catalans, y más aún después de que la semana pasada acudiera a Barcelona a fotografiarse con el líder de CiU, Artur Mas. Urkullu señaló en ETB que «quizá habría que matizar cuál es el objetivo que se persigue con esta efervescencia que se está viviendo», insinuando que la oleada independentista catalana se limitaría a una demanda económica o de más autogobierno.

Azkarraga, con Urkullu

En cuanto al acto principal de la tarde, celebrado en Tolosa, contó con la adhesión de Joseba Azkarraga, exdirigente de EA. Se definió como «uno más de los miles de personas sin adscripción partidistas» que van a votar a Urkullu porque se fían de él. En broma le dijo que si algún día necesitaba vender un coche de segunda mano, él estaría dispuesto a comprárselo.

Joseba Azkarraga, que en su día militó en el PNV y en la escisión se fue con Carlos Garaikoetxea, ha sido miembro del Gobierno de Ibarretxe de la mano de EA, partido del que acabó siendo presidente. Ahora ha vuelto a la órbita del PNV. Ayer, en Tolosa, recordó las reuniones de Txiberta, donde fue uno de los representantes jeltzales.

Azkarraga también se refirió al proceso de «reinserción» en el que participó en los primeros 80 y señaló que el camino de los actuales presos políticos vascos habrá de ser también similar al de aquella operación, aunque apuntó que han pasado treinta años y que en ese tiempo ha habido mucha violencia.

En cuanto a Urkullu, cerró el acto planteando un «pacto nacional por la paz, la convivencia y la reconciliación». Dijo que «lo merece la memoria de las víctimas, la generación de los vascos que aún no hemos disfrutado de una Euskadi en paz y, ante todo, nuestros hijos y nietos».