ELECCIONES EN VENEZUELA
Venezuela da un impulso al proceso bolivariano con la reelección de Chávez
Hugo Chávez seguirá en Miraflores hasta 2019. Así lo decidió ayer el 54% de los venezolanos, que optaron por la reválida en una jornada con una histórica participación del 80%. Henrique Capriles acató los resultados aunque algunos opositores convocaron protestas.
Alberto PRADILLA | CARACAS
Se cumplieron las perspectivas más optimistas. Ganó Hugo Chávez; el candidato de la oposición, Henrique Capriles, asumió rápidamente su derrota y nadie salió a la calle para poner en cuestión la transparencia de los comicios en Venezuela. Al contrario. Pasadas las 21.00 (3.30 en Euskal Herria) Caracas dejó atrás la incertidumbre para transformarse en una inmensa fiesta. Se cumplieron las expectativas de que la noche electoral sería larga. Aunque no por el recuento, sino por las decenas de miles de personas que, ataviadas con camisetas rojas, se acercaron a las inmediaciones del palacio de Miraflores para escuchar el discurso de Chávez.
Tras la euforia, llega el momento de hacer previsiones. Con casi 8 millones de votos y seis años por delante, el reelegido presiente tiene ahora por delante el reto de afianzar los derechos sociales extendidos durante su mandato y, sobre todo, corregir los problemas pendientes: inseguridad e ineficiencias. Capriles, por su parte, afrontará el reto de mantener la cohesión de una oposición con fuertes impulsos fratricidas. Su apuesta por acatar el mandato de las urnas evidencia que mira ya hacia otra oportunidad. Su próxima estación serán las elecciones a gobernadores que tendrán lugar en diciembre.
«Ahora toca profundizar en el papel popular. Esta es una victoria contra todos», aseguraba, exultante, un miembro de la Coordinadora Simón Bolívar instantes después de que Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral de Venezuela certificase los datos. A partir de ese momento, los fuegos artificiales, los cohetes y las canciones revolucionarias atronaban en el 23 de Enero, desde donde partían columnas de seguidores de Chávez ataviados con camisetas rojas que se dirigían hacia Miraflores. No obstante, las celebraciones habían comenzado una hora antes. Los rumores que hablaban del empate técnico ya se desviaban claramente hacia la victoria bolivariana. Para entonces, solo algunos medios españoles vendían encuestas que predecían el triunfo de Capriles.
Colas y alta participación
«Esto está ganado, lo tenemos hecho», argumentaba Blanca Camasquel, plantada en el punto rojo de la Bolívar, un toldo emblemático del apoyo a Chávez, cuando ni siquiera se habían cerrado los colegios. En principio, los centros de votación se clausuraban a las 18.00 (00.30 en Euskal Herria). Sin embargo, la ley electoral venezolana permite que aquellos que estén en la cola pasado ese plazo puedan votar, por lo que el horario es relativo. De hecho, el cierre se alargó al menos otras dos horas.
En el momento en el que debía de iniciarse el recuento, cientos de personas aguardaban su turno para depositar el voto, especialmente en los cerros de la capital. La histórica participación, de más del 80%, evidencia que los venezolanos tenían claro que se jugaban mucho en este proceso. Así que las filas frente a los colegios constituyeron la principal imagen de unas elecciones que se desarrollaron sin incidentes.
A partir de las 20.00 el ambiente reflejaba quién se sentía vencedor. En la plaza Bolívar y las inmediaciones de Miraflores ya circulaban motorizados enarbolando banderas con el rostro de Chávez o las siglas del Partido Socialista Unificado de Venezuela. También se escuchaban los primeros cohetes. Por el contrario, la plaza Altamira, este de Caracas y bastión de los opositores, permanecía muda. En la estación de metro, ni un alma y las calles, practicamente vacías. Ni celebraciones ni las anunciadas protestas para cantar fraude. «La gente se ha quedado en casa, parece que asumen que se ha perdido», reconocía el dueño de un restaurante iraní ubicado en el búnker del antichavismo. Cerca de ahí, en Chacao, donde Capriles había instalado su cuartel general, los periodistas podían comprobar las caras de circunstancia. Comenzaba a fraguarse el triunfo del candidato bolivariano
Caótica marea roja
«Hay que esperar a los resultados, hay que esperar a los resultados», se insistía en el 23 de Enero antes de que el CNE ofreciese los datos definitivos. Aunque los llamamientos a la calma chocaban con una euforia «in crescendo». Finalmente, se confirmó lo que ya se intuía en las calles de Caracas: con un 54%, Chávez se impuso a Capriles, que se plantó en el 44%.
A partir de ese momento, la capital venezolana fue inundada por una caótica marea roja que caminaba hacia Miraflores. Camionetas, motos y mucha gente a pie al grito de «uh, ah, Chávez no se va» y haciendo sonar sus bocinas confluyeron en la celebración de que el mandatario venezolano seguirá al frente del país hasta 2019. El hecho de que no hubiese pantallas instaladas en la avenida Urdaneta, la gran arteria que desemboca en el palacio presidencial, evidencia que había cautela entre las filas bolivarianas. El margen de la victoria, probablemente mayor del esperado, convirtió la incertidumbre en una explosión de euforia colectiva.
El momento álgido se vivió cerca de la medianoche. Esgrimiendo la espada de Simón Bolívar, Hugo Chávez aparecía en el balcón del pueblo, en Miraflores, el escenario de sus grandes apariciones públicas. «Venezuela no volverá al neoliberalismo; seguirá transitando el camino al socialismo», proclamó, ante unos seguidores entregados. A esas horas no cabía un alfiler en las inmediaciones del palacio presidencial, donde se sucedían las avalanchas.
En su discurso, Chávez abogó por profundizar en el proceso bolivariano y reivindicó que la independencia como «el bien más preciado que se ha conquistado en los últmos 200 años». En una alocución con muchas referencias religiosas, el presidente pidió «salud» para acometer sus proyectos, en clara referencia al cáncer que padeció, y también tuvo un mensaje para Capriles, a quien agradeció la velocidad con la que aceptó los resultados, evitando así posibles focos de enfrentamientos. «Es un paso muy importante en la construcción de la paz en Venezuela, de la convivencia entre todos nosotros», consideró.
Protesta y cacerolada
Lo cierto es que nada más conocerse el dictamen del CNE el candidato opositor compareció para asumir su derrota, lanzando un mensaje a sus aliados más derechistas que apostaban por no reconocer los resultados y cantar fraude. Con esa maniobra, estrechó su margen. Pese a ello, los partidarios de la desestabilización cargaron desde Internet, donde convocaron una cacerolada nacional para las 19.00 (1.30 en Euskal Herria), así como una protesta en la plaza Altamira. Al cierre de esta edición ni Capriles ni los miembros de la Mesa de la Unidad Democrática se habían posicionado sobre la protesta.
Todos los observadores internacionales han destacado la transparencia del proceso, así que no parece que la iniciativa tenga recorrido.
Lo que viene a partir de ahora son seis años en los que Chávez tendrá la oportunidad de profundizar en el proceso bolivariano, apoyándose en esta nueva demostración de adhesión de la ciudadanía.
Al margen de las consignas, están pendientes apuestas estratégicas, como el desarrollo del denominado «poder popular», basado en dotar de competencias a los consejos comunales. Además, Chávez tendrá que poner en práctica el «mea culpa» entonado en campaña y hacer frente a las ineficiencias sistémicas y al problema de la inseguridad.
Al margen de Chávez y Capriles, también había otros candidatos en liza. Reina Sequera obtuvo el 0,47%, Luis Reyes y María Bolívar el 0,05%, mientras que Orlando Chirino se quedó en un 0,02% del total de los sufragios.