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Una recepción hostil espera en Atenas a una Merkel con motivos para el dolor de cabeza

Un día después de que los ministros de Economía y Finanzas del Eurogrupo oficializaran que el fondo de rescate permanente de la eurozona es «plenamente operativo», y de que aplazara la cuestión griega para más adelante, la canciller alemana viaja a Atenas. Será su primera visita desde que la crisis entró en erupción, serán seis horas de estancia con una recepción hostil de movilizaciones. Símbolo de la austeridad impuesta para un buen número de griegos, Merkel dirá que Grecia debe seguir en la eurozona. Seguramente, no puede decir lo contrario. Pero, y he aquí el problema, la realidad es la que es: En su sexto año consecutivo de recesión, Grecia tiene una deuda pública de 346 mil millones de euros, el 179% de su PIB. Y, así, es imposible cumplir con los compromisos impuestos por la Troika.

Una nueva reestructuración de su deuda o un tercer rescate, son cuestiones que tarde o temprano tendrán que ser respondidas. ¿Si se alivian las condiciones para Grecia, cómo negárselas a Portugal o al Estado español? ¿Y qué ocurrirá entonces con el fondo de rescate permanente? Las incógnitas siguen abiertas. Merkel tiene motivos para el dolor de cabeza.

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