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Los negociadores de las FARC y Bogotá ultimaban su viaje a Oslo

Las delegaciones negociadoras del Gobierno de Colombia y de las FARC ultimaban ayer su viaje a Oslo desde Bogotá y La Habana, respectivamente, para instalar formalmente la mesa de diálogo, un proceso que los colombianos apoyan pero acogen con escepticismo. Ambas confirmaron el plan previsto aunque la guerrilla advirtió de «algunos pequeños inconvenientes» en los desplazamientos de los guerrilleros.

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GARA | BOGOTÁ-LA HABANA

«Se sigue el mismo plan», aseguró a Efe una fuente cercana al equipo negociador del Gobierno colombiano al ser preguntado por el calendario programado para la instalación formal de la mesa de diálogo entre el Ejecutivo de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC), que se hará pública en Oslo el miércoles. Luis Alberto Albán Burbano, alias «Marco León Calarcá», integrante del equipo de la guerrilla, confirmó también este extremo desde la Habana, pero el viernes advirtió de que el jefe negociador, Luciano Marín Arango, alias «Iván Márquez», no había llegado aún a Cuba, desde donde debía partir hacia la capital noruega. Calarcá indicó que habían surgido «algunos pequeños inconvenientes» en sus desplazamientos.

Está previsto que ambas delegaciones viajen este fin de semana a Oslo para que mañana se reúnan con el fin de cerrar los asuntos pendientes y el miércoles hacer pública la instalación de la mesa de negociaciones, que se trasladará, en una fecha aún por definir, a La Habana para continuar el diálogo de paz.

En cualquier caso, Calarcá subrayó «la mejor voluntad y disposición de las FARC» para cumplir los acuerdos y, en alusión a los inconvenientes surgidos insistió en que «un traspié no significa el final».

El diálogo formal que abrirán ambas partes en Oslo sigue a seis meses de conversaciones secretas en La Habana, celebradas entre febrero y agosto pasado, cuando las partes anunciaron un principio de acuerdo. Ahí se dio por concluida la primera fase.

Este proceso supone un nuevo reto para la diplomacia de la paz de Noruega, que en las últimas décadas se ha convertido en facilitadora de una veintena de procesos de diálogo en todo el mundo. La mediación entre israelíes y palestinos, que dio lugar a los Acuerdos de Oslo de 1993, otorgó un lugar central en ese rol a Noruega, que antes ya se había involucrado en los procesos de Mali y Guatemala y después lo hizo en los conflictos de los Balcanes, Timor Lorosa'e, Sri Lanka, Sudán, Nepal, Filipinas y también en las anteriores negociaciones entre Bogotá y las FARC.

Voluntad y recursos

Las líneas esenciales de la política de paz noruegas, formuladas por el exministro de Exteriores Knut Frydenlund y que se han mantenido a grandes rasgos a pesar de los cambios de Gobierno son la voluntad de comprometerse a largo plazo en los procesos y de poner a disposición de las partes recursos económicos y humanos, la experiencia acumulada y la colaboración con las ONG y con la sociedad civil.

En los últimos años su compromiso ha sido menor y también han aumentado las críticas internas por las contradicciones entre la apuesta por la paz y su política exterior o sus intereses petroleros, debido a su papel activo en Afganistán y en los bombardeos de Libia, lo que ha puesto en entredicho la imagen de Noruega como «nación pacífica».

Pero el Gobierno de Colombia y las FARC ha vuelto a confiar en Noruega y todos los colombianos sueñan con la paz, aunque muchos se muestren escépticos ante este cuarto proceso negociador de los últimos treinta años, ya que no olvidan las decepciones pasadas, sobre todo la de hace diez años.

El proceso para poner fin al «conflicto más largo del mundo» y que ha sido acogido con un optimismo generalizado se llevará a cabo sin poner fin a la actividad armada. En estas circunstancias, un fracaso supondría un menor coste para el Gobierno, pero si las comunidades en las zonas de combate no perciben que el conflicto se reduce y la crisis humanitaria continúa el apoyo al proceso caerá en picado.

En estos momentos, más de dos tercios de los colombianos, según una encuesta reciente, siguen siendo favorables a una solución dialogada. «¿Quién no quiere la paz?», preguntó a AFP Girolly Gutiérrez, un vendedor de madera de 34 años de Bogotá.

El cuarto proceso de diálogo en las últimas tres décadas

El incipiente proceso de paz, el cuarto en los últimos treinta años tras tres fracasos anteriores, busca poner fin a un conflicto que ha costado unas 600.000 víctimas mortales, más de 15.000 desaparecidos, más de 3,7 millones de desplazados y más de 660.000 hectáreas de tierra robadas.

Belisario Betancur fue el primero en iniciar una negociación en 1984 en La Uribe, pero el proceso se rompió en 1987 tras la muerte del candidato presidencial de la Unión Patriótica, Jaime Pardo. El intento se retomó en los años 1991-1992 en Venezuela y México, pero también fracasó. En 1998-2002 Andrés Pastrana abrió un nuevo diálogo con las FARC tras decretar la desmilitarización de una amplia zona en el Caguán, pero el Gobierno rompió la negociación tras el secuestro de un parlamentario y este fracaso llevó a la elección de Álvaro Uribe.

Ahora las esperanzas están puestas en dos nuevas delegaciones. La de las FARC esta integrada por Iván Márquez (Luciano Marín Arango), Marco León Calarcá (Luis Alberto Albán Burbano), Rodrigo Granda (Ricardo Téllez), Andrés París (Jesús Emilio Carvajalino) y Simón Trinidad (Juvenal Ricardo Ovidio Palmera), que cumple una condena de 60 de prisión en EEUU por secuestro y podría participar por videoconferencia. La del Gobierno la componen el exvicepresidente Humberto de la Calle; el presidente de los empresarios, Luis Carlos Villegas; el alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo; el exdirector de la Policía Nacional Óscar Naranjo y el excomandante de las FFAA Jorge Mora Rangel. GARA

PERDÓN

Juan Manuel Santos pidió perdón a los pueblos indígenas de la cuenca amazónica por la masacre de unos 80.000 nativos durante los años de explotación cauchera comandada por una empresa peruana que se estableció desde 1912 hasta 1929 en La Chorrera.

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