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Josu Barandika Zubiaga | Miembro de la izquierda abertzale

¿La «Transición»? No, gracias. Basta ya!

 

Escenario Uno. Pactos de la Moncloa, 1977, después de 40 años del alzamiento fascista contra la República. En un lateral, el cadáver de la República junto a un basurero. Se sabe que los asesinos son la Oligarquía capitalista, las Fuerzas Armadas, y la Iglesia. Pero no se hacen autopsias ni se piden procesamientos. En el centro, los susodichos, más el PP, el PSOE y el PC, reunidos. Acuerdan que la nueva «Una, Grande y Libre» se fundamentaría, sin ruptura democrática, en el sistema capitalista, reconociendo al mismo tiempo alguna fórmula parlamentaria, siempre bajo la égida militar de la Jefatura del Rey. «Atado y bien atado». Autonomías, «café con leche para todos» y división de Navarra. El PNV acepta estas condiciones, olvidándose de «la amnistía y libertades democráticas», exigidas desde su tierra (Txiberta 77). Y acepta gustoso, además, la oferta de gestión del tercio autonómico vasco, con la garantía de sometimiento de cualquier disidencia.

Escenario Dos. Al lado derecho de la escena se pone en marcha algo a lo que llamaron «Transición». Por el lateral izquierdo, sin embargo, aparecen grupos exigiendo una redistribución justa y solidaria de la riqueza (desindustrializaciones, aumento del paro), autodeterminación, libertad de expresión... Irrumpe en el centro la oligarquía, que manda a parar con el militar Tejero (81) y subsiguiente mayor centralización (LOAPA). Los partidos políticos acusan el golpe y aceptan sumisos sus consecuencias en favor de los mercados, del capital y de la unidad de España. Al fondo, sin embargo, el pueblo y la clase trabajadora siguen empeñados en sus reivindicaciones, que tienen como respuesta mayor represión, cárcel, tortura, asesinato.

Escenario Tres. En el centro de la escena, el capitalismo (figura de banquero engordando) encuentra una base importante para amasar ganancias a cuenta de una sociedad sometida por los partidos del Pacto y unos sindicatos españoles sumisos. No hay un plan razonado, solidario, democráticamente debatido, de inversiones productivas y sociales, que estructure nuestras necesidades de vida. Se trasladan las rentas del trabajo a inversiones y deuda en vivienda. Convertido, por otra parte, el dinero en producto y las ansias de poder en especulación grandilocuente, los gobiernos se endeudan en proyectos faraónicos, para mayor beneficio del capital financiero, al margen de las necesidades del pueblo (demos). Aparecen en un lateral la corrupción, el nepotismo, los enriquecimientos de privilegiados y la fractura social como consecuencias lógicas.

Escenario Cuatro. La «Transición» sigue su «tránsito» al caos. En el centro de la escena, con aire dominante, el capitalismo, que no perdona, exige devoluciones. Los gobiernos (los partidos gobernantes), que no representan los intereses del pueblo, aparecen en el lateral derecho, incapaces de parar a los mercados. Nos obligan a pagar el desastre organizado por ellos, nos recortan sanidad, cultura, nos mandan al paro, a la pobreza y a la miseria. La escena es trágica.

Escenario Cinco. En el fondo, los susodichos del Pacto de la Moncloa. En el lateral derecho una especie de gran tanque (Think tank, lo llaman), un tanto elevado, con riesgo de que nos aplaste. Lleva la firma del PNV y unos grafiti: «TAV, Incineradora, Superpuerto Pasajes, Guggenheim, Super Sur. Cohabitación con España. Nuevo estatus para el 2015». Al mismo tiempo, en un lateral, vemos sus métodos de convencimiento «democrático». Pactan con sus otros compañeros españoles de la «Transición» el desalojo de la izquierda abertzale y del territorio de Gipuzkoa: Presupuestos de Bizkaia, Kutxabank, Proyecto Cero Residuos de Gipuzkoa, haciendo trizas el supuesto democrático y empeñados en arrastrarnos a la miseria amarrados a España. En primer plano, por el contrario, de forma obscena e irritante para los espectadores, Urkullu y Egibar piden a los trabajadores «sacrificios especiales». (Reacciones fácilmente descriptibles).

Epílogo. El capitalismo está hundiendo la democracia (defensa de las condiciones de vida y libertades del pueblo). Pero son los partidos de la «Transición» los que la están enterrando. Nos llevan al caos, porque no defienden los intereses del pueblo. Irrumpen en escena, como viento de esperanza, grupos coloridos de todas las edades, simbolizando una gran acumulación de fuerzas que vienen luchando de muchos años atrás por la reconstrucción de Euskal Herria Están proponiendo la única salida válida: ser soberanos en nuestro propio Estado independiente, redistribuyendo justa y solidariamente nuestra riqueza. Tenemos en estas elecciones una oportunidad de acumular más fuerza para la democracia, con EH Bildu.

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