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Gustavo Duch | Por el Colectivo Revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas

Un foro, una revolución

El afán de lucro, propio del capitalismo, depende del crecimiento perpetuo y eso en la agricultura actual se traduce en una obsesión por producir más y más.

Lo hemos dicho en otras ocasiones, la agricultura impuesta en los últimos años la podemos llamar industrial, intensiva... pero el apellido que nunca debería faltar es: capitalista. Agricultura capitalista. Veamos por qué.

El capitalismo busca la acumulación incesante de capitales y para ello privatiza todos los bienes a su alcance. En esta agricultura, las tierras, un bien de todas y todos, siempre tiene amos, señores y señoritos. Igual pasa con las semillas, convencionales o transgénicas, que se engendran con un código de barras; e incluso con el agua de riego que se compra, se vende, en definitiva: se acapara.

El afán de lucro, propio del capitalismo, depende del crecimiento perpetuo, y eso en la agricultura actual se traduce en una obsesión por producir más y más. Pueden decir que es para paliar el hambre pero lo cierto es que responde al ansia de llenarse los bolsillos. Y si el productivismo solo es posible con la explotación de personas -mujeres mayoritariamente- o del Planeta -mujer- y sus recursos naturales, eso no representará ningún problema. El objetivo final, enriquecerse, vale la pena, dice la agroindustria repitiendo letra a letra el discurso capitalista.

Y desde luego, la expansión del poder del capital lleva a que todas las mercancías crucen cualquier frontera, si eso es lucrativo. Y obediente a las reglas de juego, la agricultura está globalizadísima, dedicándose países enteritos a cultivar materias primas que darán vueltas por el planeta como cualquier satélite, pero nunca aterrizarán en las bocas que las cosecharon.

Por último -lo vemos en las últimas décadas-, el poder capitalista no se conforma con hacer de la alimentación una mercancía y la ha convertido en una moneda acuñada con la que se especula todo lo que se puede y más.

Es frente a esta agricultura responsable de hambre, contaminación, explotación y pobreza que los próximos días 26, 27 y 28, en Gernika, hombres y mujeres de todo el Estado estaremos reunidos para avanzar en la propuesta que hace unos quince años nació con el propósito de «liberar la agricultura del capitalismo»: la Soberanía Alimentaria.

Pues Soberanía Alimentaria, que es una estrategia para combatir el hambre de tantísimas gentes campesinas y rurales, que es una nueva forma de producir en mímesis con la naturaleza y con las sabidurías campesinas, que es un ejercicio de alianza entre productor y consumidor, que es el derecho de las y los campesinos a controlar la agricultura... es, sobre todo, una pieza central de un puzle revolucionario para transformar el mundo.

Sí, en Gernika, compartiremos muchas y pequeñas aventuras que son espacios de Soberanía Alimentaria y por lo tanto, revolucionarios, transformadores. Observaremos experiencias donde el beneficio económico no es un valor ni un interés; nos contarán que fuera de los mercados se vive mejor; degustaremos que la colaboración y la afectividad produce los mejores alimentos... es decir, espacios que cada uno de ellos desnuda la maldad de un modelo en evidente crisis y que sabemos vamos a superar.

Es pura geometría: para cambiar estos tiempos, se trata de construir nuevos espacios.

Son matemáticas exactas: en la medida que tengamos más granjas agroecológicas, mercados campesinos, cooperativas de consumo, compra directa, huertos urbanos, etc. más grietas abriremos en el muro donde nos mantienen secuestrados.

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