Floren Aoiz | www.elomendia.com
Reflexiones de un vasco no-vasco
Estas elecciones pueden ser una buena ocasión para contribuir a dar jaque a la partición. Pero para eso es necesario reflexionar en clave de país, no en términos de comunidad autónoma española
Afectan a las vascas y los vascos de fuera de la CAV las normativas electorales sobre la jornada de reflexión? ¿Y si estás, como yo en estos momentos, en Uruguay, con un océano de por medio? ¿Me permite todo ello decir lo que me dé la gana sobre las elecciones de este domingo?
Cuando se ha estado en la cárcel por difundir un mensaje de paz, uno aprende que eso de decir lo que le de la gana es un deporte de riesgo. De hecho, esta es una de las características de la no-democracia que sufrimos.
Merece la pena tentarse la ropa, pero siempre se encuentran formas de expresarse aunque sea en clave. Por ejemplo, se me ocurre que feminizar la política en este país sería una gran idea, porque ya va siendo hora de que nos dejemos de creer nuestros propios cuentos de matriarcados legendarios y hagamos realidad la igualdad de derechos, oportunidades y todo lo que debe ser similar para todas las personas. Pero yo con esto, claro, no quiero intervenir en la reflexión, que los dioses me libren de tal cosa...
Así, a vuelapluma, tampoco sería mala idea que el futuro de este país, aunque se escriba entre todos, tenga el toque de alguien con buena prosa. Insisto, cualquier parecido con un mensaje electoral sería pura coincidencia.
Pero yo, sobre todo, quería hablar hoy de dos cositas. Una, de mi punto de vista de vasco oficialmente no-vasco. Yo no puedo votar este domingo. No soy, desde el punto de vista de la legalidad vigente, «vasco». Tiene gracia, por eso, que algunos de los que me niegan el derecho a ser «vasco» lo hagan en nombre de mi propio país. Porque no sólo me lo han negado el Gobierno español y los navarroespañolistas. También otros que se dicen nacionalistas vascos, porque sin ellos no habría habido partición. Estas elecciones pueden ser una buena ocasión para contribuir a dar jaque a la partición. Pero para eso es necesario reflexionar en clave de país, no en términos de comunidad autónoma española.
La última idea que me gustaría trasmitir, y quiero que quede claro que no pretendo ser aguafiestas, sino todo lo contrario, es que toda acción tiene una reacción. Yo lo llamo el efecto Tafalla 2011.
En las elecciones municipales, Bildu logró generar una expectativa de victoria tan potente que todo el mundo se convenció de que podía ganar. Y la percepción de esa posibilidad alteró todos los comportamientos electorales. Fortaleció, por supuesto, la tendencia de voto de Bildu, pero provocó también un reagrupamiento del voto reactivo en UPN, que aparecía como el único capaz de parar la ola. El PP, que esperaba obtener un concejal y tuvo votos al Parlamento Foral, se desplomó en beneficio de UPN en el Ayuntamiento. Ojo al dato, por tanto, aunque en el caso de Tafalla, todo sea dicho, hubo alguna cosilla más, como ciertas maniobras oscuras de UPN con la población de origen búlgaro.
Las expectativas pueden tener todo tipo de consecuencias que deben tenerse en cuenta, pero haber generado esa polarización es, de por sí, un avance político impresionante. Claro que, puestos a expresar deseos, lo mejor es, sencillamente, que esas expectativas se cumplan.