En su empeño por «normalizar» la vida social y política de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, Patxi López, ahora lehendakari en funciones, instituyó el Día de Euskadi al poco de acceder al Gobierno, fijando como festivo el 25 de octubre. A su juicio, el aniversario del Estatuto merecía tal consideración, aun siendo consciente de que la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas no sentían esa necesidad, cuando no se oponían frontalmente. Esta ha sido una de las muchas decisiones del portugalujo que han chocado con la voluntad mayoritaria de la sociedad, que nunca se ha sentido representada por él. Las elecciones del domingo supusieron un baño de realidad para el Ejecutivo, y cabía esperar que el PSE hubiera aprendido la lección. Sin embargo, Idoia Mendia dejó ayer claro que ese partido insiste en situarse lejos del sentir de la ciudadanía.

La portavoz de Lakua declaró que sería una pena que el próximo Gobierno anulara la celebración de la efeméride, ya que, sostuvo, es una fecha que «une a todos los vascos». Incluso comparó esa conmemoración con el Aberri Eguna, que enjuició en términos negativos porque no lo celebra toda la sociedad y porque, dijo, tiene connotaciones religiosas. Además de cargar de forma gratuita contra una parte de la población, seguramente mayoritaria, que siente como propia la nación vasca, Mendia se engaña a sí misma, o directamente miente, cuando afirma que el Estatuto es el «punto de encuentro» de todos los vascos. Nunca ha sido tal cosa, y hace años, además, que la mayoría de los habitantes de la CAV cree que es un marco superado.

Declaraciones como las de la consejera, o las que se hicieron en Lehendakaritza, denotan un empecinamiento por parte de aquellos que quisieron valerse de mayorías artificiales para moldear la realidad a su antojo, y ven ahora que esta regresa corregida y aumentada. Actos como los de ayer solo se entienden como un berrinche por parte de quien no acaba de asumir la abrumadora mayoría abertzale del nuevo Parlamento.