La humanización de los monstruos es una plaga con la que hay que convivir hoy en día, una vez que ya han dejado de asustar incluso a los niños y niñas, que los ven convertidos en seres entrañables o muñequitos de peluche. Los que habitan «Hotel Transilvania» no pueden ser más inofensivos y simpáticos, y hasta el propio Conde Drácula se ha vuelto bonachón. Más que nada porque es caricaturizado como un padrazo que se desvela por su hija adolescente, aunque terminará aceptando al joven turista extraviado del que la chica se ha enamorado.

Tanto el padre como la hija deben tener los colmillos de pega, porque ni chupan sangre ni aterrorizan a los lugareños. Se supone que él es vampiro por su parecido con Bela Lugosi, mientras que ella recuerda sospechosamente a la protagonista del largometraje de animación hecho en Euskal Herria «Aita, zonbia naiz».

Y es que «Hotel Transilvania» carece de originalidad en el diseño de personajes y situaciones, copiando a diestro y siniestro. Pixar podía incluso estudiar demandar a Sony por fusilar tantos pasajes de «Monstruos S.A.», y no menos de «Ratatouille». En la cola de estudios demandantes también merece estar DreamWorks en nombre de la saga de «Shrek». El tono festivo es semejante, con canciones que ya suenan mal en la versión original, por lo que es de temer que en la versión doblada con voces como la del inefable Mario Vaquerizo, aún sea peor.