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Raimundo Fitero

Festivo

 

Ayer fue un día festivo impostado. Un celebración partidista que es otro de los nefastos legados del lehendakari López, un error histórico forzado. Un festivo sin más fiestas que las de saber que se van los que estuvieron por decisiones políticas y jurídicas y no por decisión popular y sufragio libre. Sí, un equipo a-legal, inmoral, de muy bajo coste democrático. Se van, pero en día festivo ni lloran, porque todavía tienen esperanzas de conservar algunos de los silloncitos desde donde han manipulado y adquirido patrimonio. Un día festivo que da para comprobar que entre la iglesia y los políticos de medio pelo y baja estofa nos aniquilan el calendario laboral, la productividad. Un día festivo que se convierte en un puente, que se une a otro puente y que empalmará con otro puente. Un laberinto de puentes, un nudo vial, un atasco mental.

En días festivos atípicos, robados a la conciencia y a la historia, uno se entretiene con los detalles de la vida política televisada. Al suegro de Urdangarin le aplican una figura legislativa que se llama «inviolabilidad», que le sirve para eludir dos pruebas de paternidad solicitadas en forma y tiempo ante los juzgados. Es decir el derecho de pernada del siglo veintiuno en una de las monarquías más zarzueleras de la historia. Pero, ojo, hay pacto para que al suegro de Urdangarin no se le impute nada, haga como siempre lo que el dé la gana y además tenga programa televisivo propio, muy malo por cierto, y sus descendientes puedan seguir viviendo a costa del pueblo.

Pero el cuñado de Urdangarin nos aparece en un acto que demuestra su categoría moral, su espíritu de solidaridad, y en la puerta de una iglesia, una señora le pide limosna, y el que sale en las fotos con la periodista, le da la mano, pensando que quería saludarle. ¡Qué generosidad! Esa súbdita, indigente, ha recibido el máximo premio posible en una monarquía corrupta. Que no se queje.Aunque puede fijarse en Alberto Contador, un ciclista sentenciado por dopaje que dice solidariamente que están humillando a Lance Armstrong, el que ganaba carreras a lomos de EPO. Todo esto produce un día festivo idiota. Idioteces.