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caciquismo en galicia

El poder del miedo en los pueblos gallegos

Cuando se pronuncia la palabra caciquismo en Galicia, una sonrisa aflora en la cara de sus habitantes. Una mueca de complicidad, de secreto a voces y de «si yo te contara». No se podría esperar otra cosa de una comunidad donde hay muchos alcaldes que llevan en su cargo más tiempo que la propia democracia. Esto en sí mismo, que sean votados y elegidos una y otra vez, debería ser motivo de orgullo, pero no siempre lo es.

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Laura RUIZ

El marco en el que se desarrolla la sucesión de legislaturas en el poder siempre es el mismo: pueblos pequeños, de menos de mil habitantes la mayoría, con población muy dispersa y envejecida. Municipios en los que todos se conocen, se crean alianzas o enemistades. Donde la información y las nuevas ideas no llega de la misma manera que en las grandes ciudades. Donde no se hace campaña electoral, ni mítines ni carteles, y donde las personas no votan ni a un programa electoral ni a un partido político, sino a una familia.

Es el caso de Ramirás, una población ourensana donde su alcaldesa lleva desde 1975 en el poder. «Nunca me interesó la política, accedí al cargo más que nada para suceder a mi hermano», confiesa Pilar Otilia López  impasible cuando se le pregunta sobre qué siente al ser la mujer que más tiempo lleva al cargo de un ayuntamiento en el Estado español. Aunque ella reconoce que fue un guiño del gobernador de turno a la familia López, esto no explica el porqué en las siguientes elecciones obtuvo una y otra vez mayorías absolutas con el PP.

Xosé Manuel Mendez Gayo, líder del BNG en Ramirás, da una de las claves para entender: «Ellos juegan con el factor miedo: si te presentas con otra candidatura te apagan la farola de enfrente de tu casa, si criticas su gestión ya no te contratan para limpiar el monte o incluso algunos ancianos creen que si doña Pilar no sale, les quitarán su pensión». Otro de los integrantes de la formación añade que hubo muchas denuncias porque a los ancianos de la residencia del municipio les llevaban a votar y les cambiaban la papeleta del sobre por una del PP y que esos días acuden muchas personas empadronadas en el pueblo que ni si quiera viven en el Estado porque les han prometido que si votan por el partido de López, seguirán recibiendo ayudas y pensiones no contributivas. Ante estas acusaciones, la alcaldesa solo responde que «eso es porque las cosas están revueltas en general» y que «no le preocupa ninguna de las acusaciones».

Otro alcalde al que tampoco le quita el sueño las denuncias de la oposición es el de Beade. Senén Pousa, que lleva en el cargo imbatible desde 1974, es conocido en la provincia de Ourense por una misa que hace anualmente a Franco, por el «Cara al sol» que lleva como tono de móvil y por llevar la contraria a la evolución del mundo en los 80 cambiando el nombre de la vía principal por el de calle del Caudillo. Ley de Memoria Histórica a parte, los socialistas del municipio se quejan de que el alcalde no convoca plenos, no les cede espacios públicos sin uso para mítines y que considera la instalaciones públicas como propias. «No le deja la llave del polideportivo a nadie, se está pudriendo», asegura Miguel Ángel Carreiro, secretario general del PSdeG en Beade. Desde la agrupación se pide que se limite el mandato a dos legislaturas para evitar que se perpetúe en el poder. «Es una cuestión más de familia que de partido. Si mañana Pousa se presenta por Falange, todo el mundo le votaría igual», asegura Carreiro, que insiste en que la sucesión está más que asegurada: el primer teniente de alcalde es su hermano y la segunda teniente de alcalde su nieta.

La población en el exterior, clave

Aunque parezca una situación muy concreta, no hace sino repetirse por toda Galicia. De hecho, una cuarta parte de todas las personas empadronadas en el Estado español que viven fuera, 380.000, están inscritas en municipios gallegos. Entre ellos destaca Os Blancos, en Ourense. Se hizo famoso a primeros de año al ser uno de los municipios gallegos que primero pidió ser rescatado por la Xunta y por líos de censo en las elecciones de 2011. Dice un dicho popular, que en Galicia votan hasta los alcaldes.

El actual alcalde, José Manuel Castro, se presentó como independiente en las últimas votaciones por problemas en su antiguo partido, el PP. En el recuento de una de las mesas se perdieron votos, por lo que se anularon los resultados y el desempate entre Alternativa Popular Gallega de Castro y sus antiguos compañeros tuvo que hacerse coincidiendo con las generales del 20 de octubre. Pasada la tormenta, Castro -que venció en ese duelo de orgullos- reconoce que actualmente trabaja con los populares «como si nunca se hubieran dividido».

Aunque la concordia reine en el concello de Os Blancos -situado en la rúa de J.L. Baltar-, sus habitantes no se olvidan de la deuda. Una deuda que alcanzó en mayo los tres millones de euros y que hizo peligrar las nóminas de los trabajadores municipales y que el regidor rogara desesperadamente a sus vecinos que se empadronaran en el municipio para evitar su fusión con otro.

«Ahora estamos aguantando. Esperamos que Feijóo vuelva a confirmarse como presidente de Galicia para que la ayuda a nuestro concello se mantenga», indicó Castro a este medio la semana previa a las elecciones autonómicas.

Esta situación, donde un alcalde popular crecido por el respaldo de sus vecinos planta cara a Génova, es más habitual de lo que se cree. Y si no que se lo pregunten al alcalde de Negreira, A Coruña, José Blanco Pazos, donde el PP quiso retirarlo por su avanzada edad en 2007 y lejos de conformarse montó su propia formación: el Partido Blanco de Negreira. «Yo formé Alianza Popular en esta comarca, estuve en el Senado, homenajeaba a Fraga. Tengo mucho amor propio y si me presenté fue por dignidad», reflexiona el alcalde, que reconoce que en el día a día PNB y PP funcionan como una única formación. Atrás quedan dudosas licencias, asignaciones a dedo y el escándalo de los mítines con comida pagados por el alcalde.

«Los que malgastaron el dinero público fueron los socialistas entre 2007 y 2011, en comilonas y fiestas. A mi me acusan, pero ese dinero era mío. Yo he gastado mucho dinero en política», dice en voz bien alta el alcalde de Negreira, sin decir lo que ha ganado en tantos años en el poder.

  

Rompiendo tópicos

Al norte, en Lugo, encontramos un alcalde atípico. No se apellida ni Varela, ni Otero ni Piñeira. Se llama Isaam Alnagm. Es sirio, médico y lleva más de cuarenta años en Galicia. Se integró tan rápido en la pequeña localidad de Muras que lleva 21 años en el poder. Y en el PP, pese a haber sido crítico con José María Aznar en el inicio de la guerra de Irak. «Feijóo votó por primera vez a Felipe González y nadie se lo echa en cara», explica el regidor con una media sonrisa. Cuando se le pregunta por sus cualidades para ser reafirmado en el cargo una y otra vez, responde «trabajo bien y no miento a nadie». Como otros regidores que se perpetúan en el cargo, recuerda con gratitud los tiempos de Fraga y presume que en Muras no hay paro. «La tasa de desempleo es del tres o cuatro por ciento y muchos están así porque no quieren trabajar», indica. De lo que no se habla en el pueblo es de la Aldea Etnográfica. Un proyecto faraónico con una inversión de 2.279.744 de euros que se construirá, casualmente, en unos terrenos de la familia Alnagm. Así, el propio Ayuntamiento compró al propio alcalde terrenos por valor de 220.000 euros.

Aunque el mapa que quedó tras las elecciones autonómicas del pasado domingo sitúa prácticamente a toda Galicia azul, quedan trece municipios que se resisten a cambiar de color. Feudos nacionalistas como Vilar de Santos o Allariz, o el Ayuntamiento socialista de Dumbría. Precisamente en este municipio de A Coruña encontramos otro de los regidores que más se resisten a relevar el bastón de alcalde. José Manuel Pequeño, del PSOE, lleva desde 1983 en el cargo. Tiempo en el que le ha dado tiempo a acumular denuncias de bares ilegales, tratos de favor y hasta una acusación de amenaza contra un edil popular. Él ha visto cómo los votos al partido socialista pasaban de 1.072 en las municipales de 2009 a los 788 que consiguió el 21 de octubre. Una bajada de apoyos nada ajena al PP, con la diferencia de que ellos a menos votos más representación han obtenido en el Parlamento Gallego. Cosas de la Ley d'Hondt, se supone.

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