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Está claro quiénes han ganado y quiénes han perdido, pero ahora hace falta liderazgo

Una vez que los resultados de las elecciones al Parlamento de Gasteiz han mostrado hasta qué punto la realidad institucional estaba trampeada y han establecido una imagen clara -parcial pero relevante, porque la sociedad y la política son algo más que sus representantes políticos- de la fuerza con la que cuenta cada proyecto dentro de la sociedad, ahora toca establecer cómo se llega a acuerdos en los grandes retos de esta legislatura. Vistos los resultados, está claro que esos acuerdos son necesarios, pero ¿cómo se pueden lograr? Y, sobre todo, ¿para qué?

Lógicamente, el PNV quiere garantizar la estabilidad de un gobierno que, en pura lógica política, podría ejercer en solitario. Está por ver si cuando sus dirigentes dicen haber aprendido de la época de Ibarretxe que no se puede actuar desde el frentismo hablan de lograr acuerdos entre distintos o de pactos con los mismos de siempre. El PSE, su principal aliado en la fase política anterior, ya le ha tentado. Por su parte, tal y como subraya hoy en su entrevista a GARA Laura Mintegi, EH Bildu busca acuerdos de país para un cambio en lo político y en lo económico en parámetros que incluso muchos de sus adversarios consideran positivos y razonables -siempre y cuando no sean los soberanistas de izquierda quienes los capitalicen, cabría añadir-. Atendiendo a sus primeras reacciones, el PSE parece más preocupado en dilatar la implosión de su crisis que en solucionarla, lo cual dificulta su posición. Le acucia además el riesgo de una quiebra derivada de la pérdida de prebendas y cargos, lo que «abarata» mucho sus posibles demandas, algo a tener en cuenta en esta clase de pactos. Pero sin aclarar su posición a medio plazo, lo que hoy parece barato mañana puede resultar muy caro, como se ha podido comprobar recientemente en Nafarroa. Siguiendo dentro del achicado espacio unionista, en el caso del PP, a falta de proyecto en positivo para el país e incluso para sus votantes, con o sin Basagoiti los populares parecen condenados a ser dique de contención frente a la sociedad vasca o simple brazo articulado de Madrid. UPyD debe dilucidar si se conforma con hacer retórica y ser una simbólica pica en Flandes o intenta hacer política. En definitiva, un panorama bastante pobre en lo que a altura de miras y liderazgo se refiere.

Victoria y liderazgo no son sinónimos

A menudo se suelen confundir conceptos como «victoria» y «liderazgo». Basta hacer un repaso a los hechos políticos más recientes para ver que no son exactamente lo mismo. Por ejemplo, las victorias que hasta el momento ha logrado el frente amplio que conforman los partidos soberanistas de izquierda han sido consecuencia de su liderazgo, no viceversa. Ese liderazgo, que explota con el debate estratégico de la izquierda abertzale, se dio desde las antípodas de lo que social y políticamente se puede considerar «victorioso»: con la principal fuerza de ese bloque, la izquierda abertzale, ilegalizada y acosada; con Eusko Alkartasuna en sus cotas más bajas de representación institucional; con la incertidumbre de un nuevo partido, Alternatiba, que aún no había acudido por sí solo a las urnas; con Aralar ante una disyuntiva estratégica harto difícil de gestionar, tanto interna como externamente. Es decir, los acuerdos estratégicos posteriores, el despegue electoral generalizado en los diferentes territorios, el logro de llegar a gobernar en instituciones importantes o ser el principal partido de la oposición en la mayoría de instituciones son consecuencia directa del liderazgo ejercido por ese movimiento político. Lo que se ha denominado «nuevo tiempo político» se corresponde con ese liderazgo, razón por la que a los que viven en la nostalgia del tiempo pasado no les agrada esa denominación, como ha dejado bien claro esta misma semana el lehendakari José Antonio Ardanza, al ser galardonado con la Cruz del Árbol de Gernika por el Gobierno saliente de Patxi López.

Como ya se ha señalado, es evidente que el PNV ha ganado las elecciones, logrando así su objetivo prioritario de regresar a Ajuria Enea. Pero aún no está claro que vaya a ser capaz de liderar el nuevo tiempo político. La ventaja de su victoria es que, en cierta medida, ejercer ese liderazgo o no depende de su propia capacidad. Pero ¿quiere hacerlo? Para ello debe hacer cambios profundos en lo que ha sido su modo de gobernar. Por ejemplo, debe asumir que en la cuestión fiscal la dirección correcta es la establecida en Gipuzkoa. O que las necesidades inmediatas de las constructoras no se corresponden con los intereses reales del país. Hace falta invertir e innovar, no pagar deudas ajenas o regar un sistema clientelar.

El liderazgo se puede compartir o disputar. Vista la situación del país y el contexto en el que se desarrolla -la crisis galopante del Estado español y los posibles cambios geopolíticos en el marco europeo-, sería positivo que el esfuerzo por salir de la crisis y por garantizar los derechos políticos y sociales de todos los ciudadanos fuese compartido. La liza electoral debería dar paso a acuerdos amplios en clave de país y de futuro, tal y como han defendido PNV, EH Bildu y PSE en campaña. Un futuro que pasa por un cambio profundo en muchos aspectos y por parte de todos. No es tiempo para nostalgias, de ningún tipo.

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