Raimundo Fitero
Noticia
Quizás la noticia más destacable de las elecciones catalanas sea que ha dimitido un alto cargo de una de las empresas demoscópicas que vaticinaron de manera reiterada la mayoría absoluta de CiU. El fracaso de los vaticinios electorales empieza a formar parte de la desafección de la ciudadanía a las contiendas partidistas, y seguramente contestan a los encuestadores con evasivas y ocultaciones. Después las técnicas para deducir la parte de verdad de cada contestación se utilizan mal porque simplemente se dedican a dar los resultados que piensan que los que la encargan desean que salgan. También porque las encuestas se consideran material electoral a utilizar de una manera u otra en la campaña.
Los análisis de los resultados se están convirtiendo en una extraña ceremonia del lenguaje cruzado, es decir perder ganando, o viceversa. Los días siguientes a las noches electorales son mediáticamente un suplicio para periodistas de mesnada, portavoces de partidos en estado catatónico y público en general. Televisivamente estas contiendas periféricas del poder central provocan unos desajustes programáticos que se suplen con especiales de intensidad y valor relativo. Las cadenas generalistas privadas, pasaron de manera olímpica. Es decir cumplieron con su función sin mayor interés que lo noticiable. Pero ahí estaban las públicas de partido y las del TDT fachoso, que se convirtieron en programas contaminantes, mentirosos hasta delante de los números. Lo de siempre.
Lo de TVE empieza a ser insoportable. No es que sean partidistas, es que tienen muy poca vergüenza. La elección de los supuestos analistas fue deplorable. En el desarrollo de la noche se volvieron insufribles. Bajaron en audiencia porque no se puede soportar tanta estulticia. Habría que denunciar al actual equipo directivo por malversación de fondos públicos. Quien viera Tele Madrid con una Isabel San Sebastián más intransigente que nadie, impidiendo que un tertuliano se expresase en catalán para saludar, entendería la deriva totalitaria. Las opiniones sobre la aparición de CUP (Candidatura d'Unitat Popular) fueron del rango insultante habitual de estos fascistas.