Iker Casanova Alonso Militante de Sortu
Una nueva organización para un nuevo tiempo
Ayer, con el Congreso constituyente y el acto nacional en Iruñea, comenzaba formalmente la andadura de Sortu. En una dinámica política en la que se hace raro que pase algún día sin que suceda algo que se califica como histórico, esta palabra ha quedado un tanto devaluada, pero está claro que la cita de ayer supuso un hito trascendental, al menos en el devenir de la izquierda abertzale. La creación de Sortu es mucho más que la aparición de una nueva sigla de las muchas que en los últimos tiempos han representado los postulados de este sector político. Sortu es la consecuencia de un proceso de reflexión profundo y de la necesidad de renovación y adecuación a los tiempos del proyecto político y organizativo histórico de la izquierda abertzale. Sortu no responde a necesidades tácticas o a adaptaciones antirepresivas, sino que constituye un instrumento organizativo estratégico para hacer frente al nuevo ciclo político.
Hace ahora un año señalaba desde estas páginas que habíamos entrado en un tercer ciclo en la lucha de liberación nacional y social. Cada ciclo histórico ha tenido un modelo organizativo característico y adecuado a las necesidades del momento. El primer ciclo, el de defensa de la identidad nacional y del pueblo trabajador frente a la genocida dictadura franquista, tuvo a ETA como protagonista principal en la construcción teórico-práctica de la izquierda abertzale y en la lucha por la independencia y el socialismo. Pero en las postrimerías del franquismo ETA, a partir de su experiencia, llegó a la conclusión de que una organización política que también practicaba la lucha armada no podría ser nunca la gran estructura de masas que Euskal Herria necesitaba en los tiempos que se avecinaban. Por eso, el segundo ciclo, el de la resistencia ante el intento de asimilación estatutario, tuvo un protagonismo organizativo compartido entre la propia ETA y los marcos de encuadre popular representados por KAS y HB, con proyectos estratégicos afines pero desvinculados orgánica y tácticamente.
El nuevo tiempo político, este tercer ciclo, viene marcado por tres aspectos fundamentales. Primeramente el paso a una estrategia en la que toda la izquierda abertzale asume la exclusividad de las vías políticas para la defensa de nuestro proyecto. En segundo lugar, la necesidad de una actualización de muchos de nuestros postulados para adaptarlos no solo a las consecuencias derivadas de la primera premisa, sino también para incardinar de forma más eficiente nuestro trabajo en el contexto histórico, geográfico y político en el que vivimos. En tercer lugar, la voluntad de que frente a dos ciclos de resistencia ahora logremos hacer fructificar todo el trabajo anterior en un escenario democrático, primero, y en la independencia y el socialismo, después.
En el ciclo político recién abierto, sin desdeñar la imprescindible aportación de otras organizaciones abertzales, Sortu cobrará un gran protagonismo político y organizativo. Sortu va a disponer de importantes recursos económicos y materiales obtenidos y gestionados de una forma honrada, transparente y eficaz. También tendrá amplias estructuras en las que organizar a miles y miles de abertzales socialistas. Las condiciones de la nueva etapa política deben posibilitar una mayor horizontalidad y participación en la toma de decisiones, principios que deberán ser materializados a través de fórmulas organizativas definidas. No menos importante será la amplitud y la estabilidad de las estructuras de dirección que, siempre bajo el atento control de las bases deberán asumir la gestión de este importante capital político. Sortu será un marco efervescente para los debates y el trabajo, las propuestas y las dinámicas sociales.
Pero la fuerza de Sortu no radica en sus liberados ni en sus dirigentes, ni tan siquiera en sus militantes. La fuerza de Sortu radica en el enorme tejido social comprometido con la independencia y el socialismo que puede realizar una aportación cuantitativa y cualitativa sin parangón. Estructurar una amplia red social para articular esta aportación es una de las claves del nuevo proyecto organizativo. Es fundamental mirar a nuestro alrededor constantemente, preguntar y escuchar no solo a los militantes, también a los simpatizantes y a la ingente cantidad de personas que con el paso de los años se ha distanciado por diversas razones de la izquierda abertzale y a los que deberemos invitar a retomar un camino en común.
Sortu define su intervención en torno a tres ejes principales. La lucha ideológica, la lucha de masas y la lucha institucional. La lucha institucional es uno de los aspectos que suscita más dudas entre parte de nuestra base social, por su peso creciente y por el lógico temor a una institucionalización de nuestro proyecto que ahogue su riqueza militante y anule su potencial transformador. Por estas dudas, y no porque sea más importante que las demás, haré aquí una reflexión sobre la caracterización de esta lucha.
El nuevo modelo de lucha institucional no es una opción acomodaticia, sino que responde al análisis de las posibilidades y de las necesidades del proyecto de liberación nacional y social. En otras circunstancias o lugares se podría aceptar una izquierda convertida en conciencia social, destinada a denunciar las carencias del sistema y a defender como alternativa un modelo más o menos testimonial; una izquierda pequeña, pura y aislada. Las condiciones que la lucha de la izquierda abertzale ha generado en Euskal Herria hacen no sólo viable sino necesaria la constitución de un proyecto de izquierdas más amplio que aspire a la hegemonía social y electoral. Por eso Sortu considera estratégica la alianza construida en torno a EH Bildu, punto de encuentro de la izquierda soberanista, que tiene vocación y potencial para lograr esa hegemonía.
No se trata sólo de obtener mayorías electorales. Buscamos adhesiones a un proyecto de transformación, por lo que a la acumulación cuantitativa hay que añadir una acumulación cualitativa, un trabajo ideológico que cohesione a nuestro electorado y nos permita incorporar nuevos apoyos sobre bases sólidas. Hay que promover un crecimiento asentado sobre una verdadera convicción ideológica y tratar de convertir el voto en la puerta de acceso a mayores niveles de compromiso con el cambio social. Sobre esa base creciente deberemos impulsar el movimiento popular, complemento imprescindible y garantía del proceso de cambio.
No debe asustarnos la pluralidad de EH Bildu ni el hecho de que algunas de sus formaciones no sean revolucionarias o hayan mantenido grandes diferencias con nosotras en el pasado. Estamos obligados a un permanente ejercicio de consenso táctico, lo que no significa que cada grupo no pueda mantener sus propios postulados. Estas diferencias no constituyen un problema, sino que, gestionadas de forma sensata, son un factor de enriquecimiento del discurso y de pluralidad, un instrumento favorable en el proceso de acumulación de fuerzas. La práctica institucional realizada en estos últimos tiempos tampoco ha sido muy distinta de la desarrollada históricamente por la izquierda abertzale con sus virtudes y sus carencias. La constitución de Sortu ayudará a superar parte de esas carencias y prestará a nuestra representación institucional, hasta ahora escasamente respaldada desde las estructuras organizativas, un soporte político y técnico añadido, lo que mejorará una acción institucional que aun con todo ha sido la más honesta y eficiente que se ha desarrollado en este país.
El debate sobre la construcción del nuevo ciclo, los parámetros ideológicos, los objetivos y los instrumentos organizativos no empieza ni termina con el proceso constituyente de Sortu, que ayer vivió su emocionante final. No empieza con este proceso porque la reflexión fundamental, la que nos da pie a hablar de una etapa cualitativamente distinta, es fruto de un trascendental debate que se da a lo largo de varios años y toma cuerpo en la resolución «Zutik Euskal Herria!». Y el debate tampoco termina ahora porque es dinámico y debe nutrirse del contraste permanente con la realidad y la evaluación continua de la eficacia teórica y práctica de nuestras decisiones. Todo ello para tratar de desarrollar una política plenamente adaptada a las coordenadas geopolíticas en las que nos movemos, pero de carácter revolucionario, porque los cambios que proponemos son radicales y buscan crear un escenario sustancialmente distinto al actual. El proceso político que Sortu va a impulsar es el proceso hacia la independencia y el socialismo. No partimos de cero, la izquierda abertzale cuenta con el bagaje colectivo de cinco décadas de lucha. Nosotras y nosotros podemos mirar lejos porque, como dijo Newton, nos alzamos sobre hombros de gigantes.