Un nuevo instrumento para ejercer el liderazgo político
Para avanzar en esta apuesta política, en el futuro la izquierda abertzale deberá disponer de una formación política legal para la intervención político-institucional, así como para participar en la mesa de partidos políticos donde se logre el acuerdo político resolutivo. Por tanto, le corresponderá a dicha formación, sea cual sea su nombre y estructura legal, ser la referencia de todos los independentistas y socialistas de Euskal Herria en la práctica política, de masas, ideológica e institucional a desarrollar en el proceso democrático». Así concluía el documento «Zutik Euskal Herria», publicado hace ahora tres años, y en esos parámetros se constituyó ayer Sortu, el nuevo partido de la izquierda abertzale. Se cierra así una década marcada por las ilegalizaciones, razón por la que el día de ayer es importante para el país, en su conjunto. Para quienes, además, pertenecen a la tradición política de la izquierda abertzale, el de ayer es un día importante porque en Iruñea se visualizó el potencial organizativo y militante de este nuevo instrumento: un partido al servicio de los independentistas y socialistas, al servicio del pueblo vasco de izquierda.
Tal y como demuestran los extractos del debate que trajo un cambio estratégico en la izquierda abertzale en su conjunto, a estas alturas ya casi todo está escrito, y el que no lo entiende adolece de incapacidad intelectual manifiesta o mala voluntad contrastada. Otra cosa es que no se esté de acuerdo, por supuesto, pero conviene no confundir ambas cuestiones. El norte está marcado, la dimensión de la apuesta es apabullante, la responsabilidad que entraña llevarla adelante es magnífica. Hasier Arraiz, en nombre de la nueva dirección de Sortu, asumió ayer esa responsabilidad con total honestidad y compromiso. No va a ser fácil, pero las bases sobre las que se ha construido este proceso son sólidas y las condiciones objetivas; probablemente, las mejores de la época contemporánea. Llegados a este punto, el compromiso, la disciplina y la perseverancia están fuera de dudas. La capacidad de autocrítica, también.
Acumulación y cambio en la correlación de fuerzas
«La conclusión del debate se ha decantado por situar todas las formas de actuación al servicio del reto que entraña la nueva fase política; para favorecer la acumulación de fuerzas que exige el nuevo ciclo. Por tanto, con el objetivo de la acumulación de fuerzas como horizonte, la lucha de masas, la lucha institucional y la lucha ideológica, la modificación de la correlación de fuerzas y la búsqueda del apoyo internacional serán los únicos instrumentos del proceso democrático. El apoyo popular supondrá la única garantía, y el movimiento popular el acicate más eficaz». Por muy difícil que sea, y lo ha sido, lo más complicado no es tomar ciertas decisiones, sino comprender, asimilar y desarrollar las consecuencias que devienen de aquellas. Que todo esté dicho no hace la apuesta más sencilla, ni mucho menos. Lo difícil ahora es acertar.
Los tres años que han transcurrido desde aquella solemne declaración han mostrado las virtudes de la nueva línea política, pero también algunos de los escollos que habrá de afrontar. Los más evidentes, los asociados al inmovilismo de los estados y a un establishment vasco que, borracho de intereses y deudas adquiridas, apuesta por mantener el estado de las cosas. Frente a todo ello, el frente amplio soberanista y de izquierda ha demostrado que se puede avanzar, que se pueden dar pasos estructurales en el sentido de los objetivos estratégicos acordados. Más allá de partidos y coaliciones, una apuesta de este tamaño requiere también una sociedad civil activa, dinámica, vibrante y autónoma.
Liderazgo efectivo, colectivo y compartido
«Es la hora del compromiso. Es la hora de dar pasos. Y en este momento, la izquierda abertzale es plenamente consciente de que la clave no está en esperar a conocer lo que el resto de agentes está dispuesto a hacer, sino en lo que nosotros y nosotras debemos hacer. De ese modo, nuestra fuerza y nuestra razón traerán nuevas situaciones, podrán condicionar la actuación del resto de agentes y, lo que es aún más importante, lograrán cada vez una mayor adhesión popular para que Euskal Herria sea dueña de su futuro». Suena a tópico, pero es cierto que la revolución empieza por uno mismo. Nadie va a hacer el trabajo por ti, menos aun tus adversarios. La clave es seguir hablando a la gente, para la gente. En eso consiste liderar.
Hablando de liderazgo, resulta imposible no mencionar la aportación que, en nombre de los encarcelados por el «caso Bateragune», realizó ayer Arnaldo Otegi. Acertar no solo es consecuencia de la aplicación estricta de la estrategia marcada, ni siquiera de la capacidad de modificarla en base a la coyuntura. Todo ello debe ir acompañado de una visión global, holística si se quiere, del camino a recorrer hasta la consecución de esos objetivos estratégicos. Y nadie es a día de hoy capaz de plasmar esa visión como lo hace Otegi. Sus palabras, recogidas íntegramente en la página 8 de este diario, compilan esa visión, los retos y los riesgos de la misma. En realidad, es falso que todo esté escrito. Lo que queda por escribir es, precisamente, lo más importante: el futuro. Las palabras de Otegi contienen siempre esa capacidad de mirar más allá: captan y proyectan los pensamientos, las incertidumbres y los deseos de esa parte de la ciudadanía vasca que tiene por objetivos políticos la independencia y el socialismo -incluso los de otros sectores sociales-. Objetivos que solo pueden lograrse con un liderazgo efectivo, colectivo y compartido. Para eso, entre otras cosas, ha nacido Sortu.