Estudias o diseñas? Cuando todo era diseño, nada podía ser diseño. El diseño gráfico, el industrial, es un concepto que entendemos como cultural, pese a que ha sido siempre tratado como instrumental al servicio de la publicidad y el consumo. Hoy se ha diluido el propio concepto y como se queja Alberto Corazón, uno de los grandes, se ha desprestigiado el oficio, la profesión. Con un programa de ordenador adecuado bajado sin coste, un poco de paciencia y atrevimiento, se tunea otro diseño encontrado en la red, y lo damos por bueno. Estamos ante una cultura de usar y tirar, por lo tanto, el diseño, que además de participar en un proceso industrial o cultural para crear un objeto o una imagen, debe potenciar su participación en los simbólico colectivo, se descubre como algo prescindible.

Si se relega ese valor próximo al conocimiento, a lo perdurable, si todo debe ser rápido, barato y simple, que no sencillo, se buscan remedos, remiendos, utilitarismos y banalidades. Si no existe la idea previa, todo vale, todo puede servir. Sin contexto, sin texto, sin pretexto, se acaba en formas, volúmenes, líneas casuales. Y ello conduce a un estado de consumo que se basa en un supuesto diseño que se convierte en imperativo, de obligado cumplimiento, que uniformiza, y rompe con la dialéctica entre lo social y lo individual. Corazón se queja de que en estas situaciones se instaura la mediocridad. Y en esas estamos, consumiendo diseño reciclado y asistiendo a una ceremonia de la confusión que nos invade desde las estanterías del supermercado a los escenarios o portadas de los libros pasando por la indumentaria y los muebles.