ATHLETIC San Mamés con un enorme Iraizoz y con un Muniainque dio el gol de la victoria
Tres puntos para la reconciliación
Sufrido y trabajado triunfo rojiblanco ante un Valencia que mereció mucho más en una segunda mitad en la que pudo golear.
ATHLETIC 1
VALENCIA 0
Joseba VIVANCO
Decía el malogrado Manolo Preciado que en fútbol no hay nada decidido hasta que pasa el último cura. Por suerte para el Athletic, el partido ayer se jugaba a la hora del Ángelus y ni siquiera un cura puede estar en misa y a la vez repicando, así que ningún clérigo se pasó por La Catedral rojiblanca y el golazo de Muniain en el minuto 79 decidió su peso en oro, incienso y hasta mirra. La Semana Santa bilbaina se adelantó, como le ocurre cada vez más a la floración primaveral, porque el de ayer sí que fue un Domingo de Pasión. Lo que sufrió la grada de San Mamés, lo que se desgañitó Marcelo Bielsa preso en su área técnica, lo que atajó un renacido Gorka Iraizoz, la piel que se dejaron los Ekiza, San José, Laporte, Iturraspe... lo que falló Soldado. Nada de eso estaba escrito.
Decíamos hace una semana en estas mismas páginas, justo después del derbi ante Osasuna, que este Athletic tenía tres puntos menos de los veinte de más que según Bielsa se merecían los suyos esta temporada; ayer, tras el taquicárdico partido ante el Valencia, el propio técnico argentino no tuvo reparos en reconocer que su cuenta de la lechera se había visto reducida ya en seis puntos. Porque si un equipo fue mejor en el cómputo global y dispuso de mejores ocasiones ese fue el de un Ernesto Valverde que sigue sin ganar en Bilbo como entrenador.
Los leones salieron «a fuego», en palabras de Borja Ekiza, tratando de recuperar un arranque en tromba de esos que ya no se estilan por San Mamés tras la llegada de Bielsa. Quizá porque enfrente estaba un conjunto ché al que no iba a ser fácil doblegar jugando al toque, estirando la pelota de banda a banda, tratando de desbordar a gente tan curtida y manejada como los Banega, Tino Costa y compañía.
La llama la prendió un Ibai Gómez que firmó sus mejores 45 minutos desde que viste de rojiblanco. Desde el minuto uno en que se inventó una jugada por banda izquierda que Susaeta no acertó a culminar, el de Santutxu fue una pesadilla por ese carril. Al minuto cuatro, uno de sus ya clásicos centros con el exterior del pie retrató a Mathieu, que casi lo aloja en su propia red. Fueron diez minutos de desborde made in Ibai ante un Valencia fallón, que consiguió templar el ritmo del partido pasados los diez minutos, pero no evitar un testarazo en plancha de Aduriz que salió cruzado, un disparo desde la frontal de Ibai que atajó Guaita y un balón de tiralíneas de San José a Ibai, que perdió en el uno contra uno.
Feghouli toma el relevo a Ibai
Sin Herrera en la sala de máquinas el Athletic adoleció de «déficit de fantasía» como asintió el propio Bielsa, el balón en pies rojiblancos tuvo menos pausa, menos criterio, circulaba sin miramiento, precipitado. Pero ante un Valencia ajeno al balón y que no ganaba la partida en los duelos particulares, el Athletic se imponía en el juego, sin alardes, pero también sin fortuna. No podía ser otro que Ibai quien a los 35 minutos mandara un balón a la cruceta a saque de falta, apenas dos minutos después de que el horroroso Teixeira Vitienes escamoteara un agarrón por el cuello de Rui Costa a Aduriz que vio todo San Mamés menos él y su linier. No es de extrañar que el Athletic sea el equipo al que menos penas máximas le señalan a favor.
En esa jugada o en alguna otra protagonizada por Ibai pudo estar la ventaja con la que los de Marcelo Bielsa podrían haberse ido al descanso. En vestuarios, el técnico -reveló luego- arengó a los suyos para que regresaran al césped con el mismo «fuego» con el que prendieron los primeros minutos del partido. Y el propio entrenador intentó mantener viva esa llama desde su área técnica, que no abandonaría en toda la segunda mitad.
Pero si antes fue Ibai Gómez quien enarbolara esa antorcha, ahora iba a ser el argelino Sofiane Feghouli al que la DGT le debió de devolver en el intermedio los puntos perdidos en el carnet de conducir, porque en un abrir y cerrar de ojos y hasta que se le acabó la gasolina, descompuso a la defensa rojiblanca y sentó en la banqueta a un Aurtenetxe que estuvo bastante correcto en la primera mitad, pero que se vio sobrepasado por las diabluras técnicas del valencianista.
Una mano involuntaria de San José dentro del área al saque de un córner dio paso al cerco sobre el área rojiblanca. El propio Feghouli obligó a Iraizoz a un paradón que movió al aplauso generalizado de la grada hacia el otrora pitado guardameta navarro. Ovación que fue a más tras un chut del incordiante Piatti, que Gorka se quitó de encima y, sobre todo, una penetración por banda de la pesadilla de Feghouli, que Aurtenetxe casi introduce en su portería si no es por la ágil reacción de Iraizoz.
Bielsa reaccionaba. Muniain entraba por `Aurte', el navarro se metía por dentro, Laporte y no ¡ojo! De Marcos pasaba a taponar al argelino en banda y San José se incrustaba en el eje de la zaga. Un Athletic pegado ahora con el balón, que llegaba casi siempre tarde, que perdía cada pelota dividida, que sufría, recomponía líneas y mejoraba unos instantes. Valverde maniobraba igualmente y daba salida al griposo Soldado, que la tenía en un tiro cruzado, poco después de un cabezazo desviado de Piatti. El Valencia llegada suelto, demasiado suelto y al Athletic le tocaba, como en Iruñea, agarrarse los machos.
Los leones no daban señales de vida arriba y lo fiaban a algún balón largo como el que cazó un revoltoso y motivado Muniain, que se zafó con un regate de dos defensas y... desnudó todas sus vergüenzas rematadoras con uno de sus habituales `gatillazos' que mansamente llegan a las manos del portero rival.
Nada que ver con lo que iba a pasar nueve minutos después. Entre medio, Iraizoz volvía a lucirse ante un venenoso libre directo de Dani Parejo. Minuto 79, balón en banda derecha. Allí, Iraola, con Llorente ya intimidando sobre el verde desde hacía pocos minutos, templa mal al área, Susaeta despista, Mathieu despeja deficiente hacia el lado opuesto, donde Iker Muniain, esta vez con el balón en movimiento, caza un chut cuya parábola imparable se aloja en las mallas de Guaita. San Mamés se venía abajo; Iker arriba. El de la Txantrea recuperaba el perfume de gol en el momento más oportuno y se congraciaba con una parroquia que demasiadas veces este curso le había echado el sermón.
Apenas quedaban diez minutos por delante, ante un Valencia que quemaba sus naves y ponía en liza a Jonas, el que faltaba para el pan duro. El brasileño, que debió tomar la misma pócima que Feighouli, salió encendido y le bastó un minuto para armar el taco, encarándose con medio Athletic y la grada al completo. Jonas, Soldado, Feighouli y de regalo Piatti, más movilidad arriba que una familia numerosa en rebajas.
10 minutos -que al final fueron 14- en los que La Catedral se hizo la manicura a dentelladas, se encomendó a San Mamés, se comió el papel albal del hamaiketako, aguantó la vejiga hasta el pitido final, se encaró con el rival, se acordó de Teixeira y de su hermano, coreó el nombre de su equipo, blandió las bufandas como en las mejores noches... Hasta Bielsa dio entrada a la transpiración estajanovista de Toquero para oxigenar a unos exhaustos rojiblancos. Lo que hiciera falta para evitar un empate que los chés tuvieron tan cerca que todavía en el momento de escribir estas líneas uno se pregunta con qué le pegó Soldado, a puerta vacía, con el larguero haciéndole sombra, para enviarla desviada a la nada.
No es de extrañar que el capitán valencianista solo haya marcado un gol fuera de Mestalla. Corría el minuto 82, un San Mamés en modo apnea apretaba el trasero, se refrotaba los ojos: Iraola sacaba un balón bajos palos, Ekiza desbarataba una vaselina de Soldado sobre Iraizoz, Piatti chutaba desviado dentro del área, el propio Soldado voleaba una pelota autografiada a la tribuna norte...
El pésimo Teixeira Vitienes prolongaba la angustia con tres minutos de descuento, los más sensatos del Athletic en la segunda mitad, que al final de regalo fueron cuatro y hasta permitieron que a la grada se le escapara un imprevisto aplauso a un balón peleado y robado por Llorente, que abortó la última contra visitante.
El largamente reclamado pitido final fue recibido con gritos de ¡Athletic, Athletic!, mientras a Laporte se le derrumbaba todo su extenuado cuerpo, Iraizoz felicitaba a sus defensas, sus fatigados compañeros se abrazaban sobre el césped y San Mamés por fin soltaba aire, bufandas al viento. El Athletic volvió a perder la posesión del balón, rematar mucho menos que un rival con mucho peligro y bien armado, pero marcó y, por segundo partido consecutivo, mantuvo su portería a cero, que ya es mucho decir. Tres puntos tan inmerecidos como batallados, y dos reconciliaciones, las de Iraizoz y Muniain, no de ellos con la grada, sino al revés.
Lo de Marcelo Bielsa con la sinceridad postpartidos es como un matrimonio, en la salud y en la enfermedad, en las victorias y en las derrotas. Ayer fue tajante: «Debemos mejorar. Hay algunos mensajes que dejan el partido de hoy y obviamente el del Atlético, pero decididamente no suficientes para pensar que podemos imponernos con naturalidad al mismo Valencia, al Madrid o al Barcelona. Son pasos que se van dando», reconoció el argentino, para quien los marcadores tanto ante Osasuna -«donde no se jugó tan mal como se ha dicho»- como ante Valencia «nos favorecieron exageradamente». Bielsa defendió, en cualquier caso, que «jugar peor no puede ser una decisión premeditada», pero del mismo modo defendió su ideario de que «jugar peor o especular no acerca a los resultados». Frente al Valencia, hubo menos producción ofensiva, pero la portería volvió a quedar a cero y el técnico lo encuadra en que «la necesidad potencia otras capacidades del equipo».
Pero más allá de reconocer que el Valencia «estableció diferencias en la segunda mitad por encima de las que nosotros tuvimos en la primera», o de asentir que «Iraizoz fue determinante» o que «en el segundo tiempo sucedió lo contrario de lo que hablamos en la charla en el entretiempo», Bielsa tomó como ejemplo el gran partido de San José para lanzar un mensaje: «Él tiene como sitio reservado dentro de mi concepción el sustituir a Javi Martínez, y en la medida que sume partidos como el de hoy irá mereciendo ese espacio. Yo creo que hay mucho por desarrollar en este equipo en la medida que entendamos, tampoco lo puedo afirmar, que se ha producido una renovación que exige desarrollo, ambientación y consolidación». ¿Un guiño para seguir al frente del equipo un año más?