China elige a Xi presidente y ultima el nuevo reparto de los puestos en el Gobierno
Secretario general del PCCH y presidente de la Comisión Militar Central, Xi Jinping fue aupado ayer a la Presidencia de china. La Asamblea Nacional Popular completará entre hoy y mañana el nombramiento del primer ministro, Li Keqiang, y del resto del Gobierno chino.
GARA |
La Asamblea Nacional Popular eligió por 2.952 votos a favor, uno en contra y tres abstenciones a Xi Jinping como nuevo presidente de China. Se completa así el proceso de relevo anunciado con el nombramiento de Xi como secretario general del PCCh en el 18º congreso del partido en noviembre pasado. A sus 59 años de edad, Xi, quien fue nombrado entonces presidente de la poderosa Comisión Militar Central, personifica el triángulo del poder en el país: el Partido, el Estado y el Ejército.
No fue el caso de su antecesor y ya expresidente, Hu Jintao, quien tras su nombramiento en 2003 tuvo que esperar dos años para ponerse al frente del Ejército Popular chino ante la renuencia de su predecesor, Jiang Zemin, a renunciar al cargo.
«No hay en la historia reciente ninguna figura comparable que haya acumulado tanto poder en tan poco tiempo», asegura Willy Lam, sinólogo de la Universidad de Hong Kong.
Poder colegiado
Con todo, el poder es crecientemente colegiado en China, como lo prueban el equlibrio de facciones en el seno del Comité Permanente del Buró Político del PCCh (hoy siete miembros).
Xi estará flanqueado por Li Keqiang, quien será elegido hoy primer ministro para sustituir a Wen Jiabao, máximo exponente junto a Hu de la bautizada como la Cuarta Generación.
La Asamblea dio asimismo ayer el visto bueno al nombramiento como su presidente de Zhang Dejiang, que deviene número tres en el escalafón de la cúspide del poder chino.
El Parlamento eligió al reformista Li Yuanchao como vicepresidente de China. Li es, como Xi, un «príncipe rojo», término con el que se conoce a los hijos de los principales dirigentes revolucionarios junto a Mao. No obstante, quedó fuera del club de los siete principales líderes, con lo que se estima que su elección es un premio de consolación. El cargo de vicepresidente es simbólico -aunque tiene su importante función diplomática- y tiene una duración de cinco años. Será su sucesor, en la segunda legislatura de Xi, el que se perfile como futuro primer hombre de China. Su edad, 62 años, le imposibilita de facto para suceder en 2022-23 al ya presidente. Ello no resta valor al triunfo de Li sobre Liu Yunshan, número cinco en el escalafón y encargado en el último decenio de ideología y propaganda.
En definitiva, el nombramiento «provisional» (a cinco) años de este reformista preocupado por el medio ambiente puede arrojar luz sobre la era Xi.
No obstante, otro reformista que aspiraba a la vicepresidente, Wang Yang, resultó evidentemente derrotado aunque algunos lo sitúan como nuevo viceprimer ministro para Asuntos Rurales, un puesto que podría situarle en el disparadero de cara a la renovación de 2017. Eso se verá mañana con los nombramientos del Consejo de Estado (Gobierno).
Al cumplirse ayer cinco años de los peores disturbios de las últimas décadas en Tíbet, con 19 muertos según las cifras oficiales y más de 200 según los exiliados, las demandas de este pueblo son aún las mismas y su descontento se refleja en las más de cien inmolaciones registradas en los últimos dos años.
La capital de Tíbet, Lhasa, vivió el 14 de marzo de 2008 una de las revueltas más graves contra el poder chino desde la rebelión contra Pekín en 1959 -también el mismo día-, que fue aplastada por el Ejército chino y acabó con la huida al exilio de su líder, el Dalai Lama.
104 personas se han prendido fuego desde inicios de 2010 -la mayoría jóvenes monjes-, una situación que se recrudeció especialmente a finales de 2012, cuando los casos llegaron a superar uno diario en coincidencia con el inicio del XVIII Congreso del PCCh.
Hace unos días, un alto cargo provincial en Tíbet, Zhang Dongsheng, aseguró que el Gobierno «no relajará el control sobre los monasterios de la región y su gente», pues «se trata de una lucha a largo plazo e intensa con el Dalai Lama», informó una agencia tibetana. Xabier FONTDEGLÒRIA | EFE
El plenario aprobó el anunciado plan para remodelar el Gobierno, con la supresión de algunos ministerios como el de Ferrocarriles y el refuerzo de otros en un intento de luchar contra la corrupción.