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Supervivientes desnudan frente a Ríos Montt la crudeza de las masacres

Testimonios de masacres indiscriminadas contra indígenas ixiles y de operativos del Ejército en los que los militares mataron a miles de personas de las formas más crueles. El dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt se enfrenta ahora al crudo relato de los supervivientes.

Oscar René OLIVA (Efe) |

Arropados por las selvas y montañas a las que huyeron para escapar de la represión militar, alimentándose de raíces y yerbas, y a veces durmiendo bajo las piedras, cientos de indígenas ixiles guatemaltecos se salvaron del genocidio por el que es juzgado el general José Efraín Ríos Montt. «La montaña nos cubrió, nos protegió la madre naturaleza», relató ante el Tribunal A de Mayor Riesgo que preside la jueza Jazmín Barrios, Juan Raymundo, uno de los testigos de los bombardeos, matanzas y del desplazamiento que sufrió la etnia maya ixil en el departamento de Quiché en 1982-83.

Raymundo, que en ese entonces tenía 16 años, remarcó que el Ejército les borró de sus memorias la cultura, tradiciones y costumbres al haber matado a sus familiares adultos y quemado sus casas en la aldea de Santa Marta. Con voz fuerte, aseguró que a su cuñado el Ejército le mató a tiros por haber presenciado cómo amarraron de pies y manos, torturaron y mataron una por una a 16 personas dentro de un inmueble.

Pedro Raymundo, su tío, murió después de que los soldados le destrozaron la cabeza a golpes con las armas que portaban. A raíz de esa matanza, añadió, 125 familias del pueblo, entre ellos niños y ancianos, huyeron hacia las montañas cercanas sin nada porque el Ejército les mató los caballos, los perros y las gallinas y destruyó los cultivos de los que se alimentaban.

«En la montaña murieron recién nacidos de hambre y de frío porque no había con qué protegernos del clima y la lluvia. Solo nos tapábamos con hojas cuando las encontrábamos», relató. Su única alimentación fueron raíces y yerbas, porque los militares bombardeaban las selvas y montañas. En uno de esos ataques, el 25 de mayo de 1983, precisó, murió su padre, Víctor Raymundo, cuyo cuerpo no ha podido rescatar. «Fue un sufrimiento bastante grande. Cuando me muera quizás termine mi dolor», manifestó al tiempo que rompía a llorar.

Antes, mientras Ríos Montt tomaba apuntes y su antiguo jefe de Inteligencia Militar, el general retirado José Rodríguez, quien también es juzgado, intentaba una tímida sonrisa, Magdalena Bernal, de 55 años, recordaba la muerte de sus familiares en la aldea Vatzuchil en Nebaj. «Los soldados sacaron a mi hermano Pablo de casa, lo desnudaron y lo tiraron a un río. A dos mujeres las mataron pero solo se encontró una mano y un collar», expresó a través de un intérprete ixil.

Ella tuvo que huir a la montaña, embarazada y con dos hijos, a los que alimentó de yerbas y protegió bajo enormes piedras.

«En una ocasión, el Ejército nos cercó, le prendieron fuego a la montaña y dispararon, murieron como ocho», recordó.

Francisco Raymundo, de 43 años, dijo al Tribunal que el 19 de enero de 1983, en la aldea Batzchocolá, en Nebaj, los soldados mataron a su abuelo y a su padre, de 75 y 51 años respectivamente. «Estábamos en la casa cuando llegaron los soldados, les dispararon, solo pudimos escapar tres», destacó.

Su madre, Magdalena, de 45 años, fue golpeada en la cabeza por los militares y se murió, mientras que a su hermano lo amarraron, lo arrastraron y lo mataron con un machete.

«A la edad de 11 años, me quedé solo, con ropa vieja, me dormía a la par de las piedras y solo comía hierbas. Estoy acá por el dolor que tengo en el corazón desde que los mataron. Pido al Tribunal que se haga justicia y que se castigue a los que mataron a mi familia», concluyó.

La derecha, con Pérez Molina a la cabeza, niega el genocidio

Las diferentes expresiones de la derecha, encabezadas por las cámaras empresariales, organizaciones vinculadas con el Ejército y hasta el mismo presidente, Otto Pérez Molina, niegan de forma sistemática que en Guatemala se hubiera cometido genocidio durante la guerra.

Durante un foro con líderes empresariales, Molina -comandante de unidades militares en las zonas donde, según la Fiscalía de Derechos Humanos, se cometió genocidio- reiteró que «aquí no hubo genocidio, eso es lo que yo tengo que decir. Nunca hubo una política, un documento y yo nunca recibí una orden de ir a masacrar a una población». GARA

en solo un año

Con la declaración de los supervivientes, la Fiscalía de Derechos Humanos pretende demostrar la responsabilidad como autores intelectuales del golpista José Efraín Ríos Montt y su antiguo jefe de Inteligencia, José Rodríguez, en la muerte de 1.771 indígenas ixiles entre 1982 y 1983.

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