Todo lo que de disfrutable hay en «Tipos legales» es gracias única y exclusivamente al trabajo interpretativo de Al Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin. Los tres veteranos actores transmiten una auténtica complicidad entre ellos, hasta el punto de que les basta con una mirada o un simple cambio de entonación para entenderse. Se mueven tan a sus anchas dentro de la película, que, viéndoles con semejante grado de autonomía, poco importan a fin de cuentas un guión o una realización que no están a la altura.

Eso hace que a nivel interno exista un juego autoreferencial, en cuanto que no sería exagerado decir que los tres se están interpretando a si mismos, o al menos hacen un tipo de caracterización que resume y define el estilo actoral por el cual son respectivamente conocidos. Siempre que la película sea vista desde tal perspectiva va a funcionar sin problemas, mientras que si se observan cuestiones externas al trío estelar la valoración será otra.

Se ha calificado a «Tipos legales» como el «Resacón en Las Vegas» de la tercera edad, y quien acuda a la sala de cine llevado por esa imagen va a sentirse decepcionado. Sí que el guión original del dramaturgo Noah Haidle, autor que se distingue por su humor corrosivo e irreverente, prometía un mayor grado de provocación. Tras las oportunas correcciones del libreto a cargo del productor Tom Rosenberg, con unos diálogos y situaciones convenientemente suavizados, no queda ya lugar para casi ningún tipo de incorrección.

El chiste de la viagra resulta demasiado obvio y se alarga demasiado, abarcando buena parte de la primera mitad del metraje, incluso se extiende a otras sustancias, como cuando Pacino machaca en la barra de un bar las pastillas robadas en una farmacia por Walken para sus achaques, y se las introduce por vía nasal con la ayuda de un billete de dólar. La verdad es que a lo largo de la noche que tienen de plazo no pasan muchas más cosas, y todo se decide al amanecer en una especie de duelo al sol.