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Piensa en grande

Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

Los aires de grandeza que se gastan muchos capitalistas en la actualidad, como si la crisis no fuera con ellos, están inspirados en parte por el cine de Hollywood. Y sí, como contaba Orson Welles en «Ciudadano Kane», se basan en sueños de infancia. Pero desde entonces el infantilismo de los ricachones ha ido a más, hasta volverse peligroso.

El magnate de la minería australiana Clive Palmer es otro que ha visto negocio en los parques temáticos de imaginería cinematográfica. Por eso quiere levantar en su país una réplica de «Jurassic Park», a la que se sumará una segunda, ya en territorio chino. En ambos parques los dinosaurios serán de tamaño real, construidos a partir de gigantescos animatronics como los que se utilizan en las películas. Al final va a resultar que la gente está dispuesta a pagar más por ver a inmensos robots que a verdaderos animales vivos, sean del tamaño que sean.

Y ahora viene lo peor de todo, porque el tal Palmer prepara la botadura del Titanic para el año 2016. Se trata de una réplica exacta, pero mejorada con la tecnología actual, para así materializar la vieja promesa de que jamás se podría hundir.

Una cosa es reflotarlo en la ficción, como hizo James Cameron en su famosa película, y otra bien distinta querer trasladar el mito del Titanic a la realidad. A mí todo esto me suena ya a la locura del doctor Frankenstein, porque se está convirtiendo en una obsesión por revivirlo todo, cueste lo que cueste. Da igual que se trate de dinosaurios o de trasatlánticos, la cuestión es que el monstruo resultante sea de dimensiones desproporcionadas. Cualquier día vemos atracar en Pasaia a la mismísima Arca de Noé.

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