Cuando se ponen a explotar ollas a presión estamos entrando en una fase histórica en la que el miedo se nos vende con delantal de cocina. Ni pesadillas ni masters, ni recetas de fácil confección: ahora lo que nos aparece en los noticieros de las cadenas globales es que en las explosiones de Boston se utilizaron ollas presión de la marca Fagor. Además, iban colocadas en unas mochilas negras, que no sabe de dónde eran, de momento no se ha dicho al menos, pero que ha abierto el grifo para las especulaciones más absurdas, pero que tanto gustan a los líderes de las fantasías ultramontanas de la TDT española más afín a las tesis conspiranoicas.

Visto desde una perspectiva pragmática, no sabemos si este detalle lanzado al universo por el FBI se puede convertir en un respaldo publicitario para la marca de Arrasate, pero desde luego la coloca en un foco de exposición universal que deberá modularse para que no se convierta en otra serie de explosiones de baja o mediana intensidad en otros campos de la influencia política y por ende económica, aprovechando que la maratón pasaba por Boston. Ya me entienden, ¿no? Porque parece que en los USA les están explotando algo más que las ollas, y lo de Texas, por lo que vemos en televisión es una tragedia bastante considerable.

Pero la explosión de olla a presión más cercana es la producida en la Escuela de Hostelería de Leioa, y ha provocado heridas de cierta gravedad a varios alumnos. Y la circunstancia se convierte en ciertos medios de comunicación en un asunto que va tomando unas dimensiones que lo convierten en un suceso con raíces más profundas. Dicen algunos de los alumnos que tienen miedo de utilizar esa olla a presión industrial en la cocina donde aprenden. Se lanzan consignas subliminales en supuestas investigaciones que se adjuntan a la noticia asegurando que un porcentaje elevado de los accidentes en los hogares los producen las ollas a presión. Así se va creando una sensación de desconfianza, de animadversión hacia uno de esos instrumentos que han logrado aliviar la vida a millones de seres humanos. De ser un utensilio imprescindible a convertirse en un peligro. Sin medida. Hay más días que ollas.