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CRÓNICA | LARGA JORNADA EN EL BOULEVARD DONOSTIARRA

Constatan que tras Aske Gunea «nada será igual»

Una muralla cada vez más grande amparaba ayer a los jóvenes de Donostia, a la espera de que llegara la Ertzaintza para detenerlos. 400-500 personas aguardaron desde la noche anterior -o antes- resistiendo a dos intentos de la Policía. Y a estas ciudadanas y ciudadanos de distintos puntos del país se les sumaron más y más.

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Maider IANTZI

Un millar de personas permanecían en Aske Gunea inamovibles. La pila de sacos de dormir y mochilas del kiosco del Boulevard iba creciendo. El día estuvo marcado por la noche anterior, en la que se puso por primera vez en práctica el muro de protección del pueblo, por partida doble. A la medianoche, al ver que varias furgonetas de la Ertzaintza se acercaban con sus luces y sirenas activadas, las cerca de 500 personas que dormían bajo la carpa empezaron a correr tal y como lo habían decidido en el protocolo. Se sentaron en el suelo, con firmeza, rodeando a los ocho condenados por el Tribunal Supremo a seis años de cárcel por su actividad política.

Los participantes relataban a GARA que fue «impresionante» y que hubo mucha tensión. A los 5 minutos se marcharon y una gran euforia se apoderó de la gente. Luego, no podían dormir. Se tranquilizaron un poco, sonrieron. Los jóvenes castigados también estaban muy emocionados; al formar el muro popular, entre gritos de «Ez dituzue eramango», se despidieron. Luego se acostaron. Comenzó a llover y muchos se refugiaron en los soportales cercanos al kiosko.

A las 4.00, las furgonetas de la Policía autonómica regresaron, desvelando a los acampados con sus sirenas. Comprobaron de nuevo que el protocolo funciona «perfectamente», ya que en pocos segundos toda la gente se concentró en torno a los ocho jóvenes que recibieron el martes la orden de arresto, gritando a todo pulmón «Euskal gazteria aurrera». Tras 5 minutos los ertzainas abandonaron el lugar. El muro logró por segunda vez evitar la detención.

NAIZ pasó la noche junto con los condenados y recogió su testimonio. Oier Lorente no pudo contener su emoción después de lo sucedido. «La ostia» fue el término utilizado para definir la conducta de las personas que les protegieron. Aitor Olaizola contó que cuando se percató de la presencia de la Ertzaintza se despidió de su pareja y sus familiares. Dijo que la actuación de los agentes fue «una provocación» y agradeció la solidaridad recibida.

Tranquilidad y tensión

Tras una noche de tensiones y emociones, Aske Gunea amaneció nerviosa y tranquila. Por un lado, se suspendió la manifestación prevista en el Buen Pastor para que se concentrara la mayor cantidad de gente posible en el Boulevard y el muro no se debilitara. Nadie sabía cuándo iba a venir la Policía autonómica pero los mensajes que llegaban a los móviles diciendo por ejemplo que alguien había visto «40 furgonetas», que Donostia estaba rodeada de controles o que les habían avisado a los medios de que las detenciones se iban a producir pronto, ponían en vilo a todos.

Pero por otro lado, decidieron seguir con el programa de actos. Durante la mañana, los reunidos cantaron, bailaron y disfrutaron en los conciertos de Des-kontrol y un grupo de hip-hop.

Los ocho castigados recibieron el apoyo de los estudiantes que, respondiendo a la convocatoria de Ernai e Ikasle Abertzaleak, hicieron paros en colegios y universidades y llenaron Aske Gunea hasta los topes. En este escenario, se llevó a cabo un acto, donde se destacó que «después de Aske Gunea, nada será igual».

Observando a la muchedumbre, señalaron que todos comparten las mismas vulneraciones de derechos y trabajan y se organizan para hacerles frente. «Esa es la razón de estas condenas y, como otras muchas, no las aceptamos. A algunos les duele, pero los jóvenes seguiremos organizándonos ante las opresiones».

Añadieron que la palabra compromiso tiene ahora otro significado: «Hemos construido el muro popular y si quieren llevarlos, tendrán que pasar por encima nuestro». «Ez gaituzte geldituko! Gora gazte auzipetuak! Gora ikasle eta gazte mugimendua!», reivindicaron con fuerza.

Las mandíbulas temblaban de frío, al igual que las manos y los pies. El viento y la lluvia entraban en las carpas y el kiosko, mientras muchos se calentaban con abrazos. Hacia las dos de la tarde, después de la actuación de Xabi San Sebastián, empezaron a llegar bocadillos de tortilla, pasteles... Otros se dirigieron a algún bar o restaurante cercano, pero con ojo avizor, para salir corriendo nada más escuchar la sirena.

A las 14.50 alguien recibió una llamada: «¡Venid ya!». «Hemos escuchado que pueden venir», avisaron desde la megafonía. Y con cualquier bocina, o al paso de una ambulancia, todos se pusieron a gritar: «Borroka da bide bakarra! Hau al da zuen bakea? Demokrazia Euskal Herriarentzat! Independentzia!...».

La carpa estaba tan llena como antes, la muralla permanecía firme. «Estaba durmiendo la siesta cuando he recibido un WhatsApp. ¡Menudo susto! He venido en 4 minutos en bici», contaba una chica a su amiga con la respiración entrecortada.

En la pila del kiosko caían más mochilas y más sacos. Volaban globos naranjas por todas partes. Un cigarrillo, un poco de música, una charla amena, comer algo... cada uno tenía su manera de calmar los nervios. Pero la Ertzaintza no venía. Mientras tanto, en la concentración vespertina se reunieron más de 1.500 personas y a las 21.30, había inscritas más de 615 para pasar la noche.

 

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