Pierre Schöller | Cineasta
«Las herramientas del poder político para hacer frente al poder financiero están obsoletas»
Nominada a nueve premios César, los galardones principales del cine francés, «El ejercicio del poder» recibió también el Fipresci de la crítica internacional en la anterior edición del Festival de Cannes. Este thriller político dirigido por Pierre Schöller, y que constituye su segundo trabajo como director, es un contundente estudio de la acción política. Hoy llega a nuestras salas.
Jaime IGLESIAS | MADRID
«El ejercicio del poder», árido retrato de la gestión política a través de la figura de un ministro de Transportes entregado a la negociación sobre la palabra dada, fue una de las películas más celebradas en el Estado francés el pasado año. Producida por los hermanos Dardenne y protagonizada por Olivier Gourmet y Michel Blanc, charlamos con su director ahora que el filme se estrena entre nosotros.
¿Cree en el «cine político» como género cinematográfico o, como dicen algunos, toda película es (o al menos debería ser) un hecho político?
Ni una cosa ni la otra. No creo que el cine político exista como tal, pienso que hay buenas y malas películas que abordan temas políticos. De hecho espero que mi película se valore como experiencia fílmica más que como manifestación política, lo que ciertamente no pretende ser. Si quisiera pronunciarme en este sentido saldría a la calle, confeccionaría una pancarta, pero no rodaría un largometraje. Dicho lo cual, tampoco puedo negar que «El ejercicio del poder» es una obra con una dimensión política en la medida en qué ofrece un retrato de la correlación de fuerzas que tiene lugar en un Gobierno, mostrando las relaciones de un ministro con sus colegas de gabinete, con los funcionarios, etc.
En cualquier caso en el Estado francés (y hace algunos años también en Italia) este tipo de películas tiene bastante tradición ¿a qué atribuye esta particularidad?
¿Tú crees? No sé, igual desde fuera puede existir esa percepción, pero yo no creo que el llamado «cine político» tenga mucho eco en Francia. En Italia sí, cineastas como Nanni Moretti o Marco Bellochio hacen un cine militante bastante interesante, cargado de ideología, pero, sinceramente, no encuentro equivalentes a estos directores entre los cineastas franceses.
Ciñéndonos a su película: la narración está imbuida de una cierta frialdad, uno está esperando que se produzca un conflicto que haga girar la historia, hasta que asume que el propio ejercicio del poder, por parte del protagonista, constituye por sí mismo un conflicto permanente. ¿Tuvo claro siempre este enfoque?
Me alegra que plantees esto porque era precisamente lo que pretendíamos llevar a cabo con esta película y créeme si te digo que no fue nada sencillo. Precisamente esa aparente falta de desarrollo de situaciones de conflicto es la que marca la agenda de los políticos donde las urgencias y los problemas se van superponiendo unos sobre otros, quedando pendiente su resolución en la medida en que se cruzan, se interrelacionan las distintas coyunturas. ¿Cómo llevar a cabo la representación de algo tan abstracto? Pues potenciando un conflicto íntimo sobre la encrucijada de un hombre que busca adquirir su propia palabra y su propia identidad, una situación que no se plantea de un modo claro hacia la mitad del film.
Precisamente por ser una historia ajustada a un registro casi naturalista, llama la atención que la secuencia de apertura esté planteada en términos oníricos.
Bueno parafraseando a Calderón: «Toda la vida es sueño» (risas). Realmente a través de esa secuencia lo que pretendíamos era humanizar a nuestro protagonista. Muchos perciben a los políticos como entes ajenos, por eso quisimos plantear al espectador que todo lo que sucede de ahí en adelante tiene lugar dentro del cuerpo de un hombre que como tal, sueña, desea... Es decir, posee los mismos impulsos que cualquiera.
En todo caso, esa humanización está lejos de cualquier condescendencia por su parte...
Sí, porque no me gusta juzgar a mis personajes. Tampoco es una película sobre la clase política ni sobre la función pública, sino sobre una figura en concreto y todo aquello que acontece a su alrededor. Me interesaba indagar en aquellos espacios donde la política puede ser fuerte, no en sus debilidades, que hoy en día están más que asumidas.
El no identificar al protagonista con ningún partido político ¿es algo deliberado?
Sí, porque lo que me interesaba era mostrar los entresijos de la gestión a nivel institucional más allá del partidismo. Esto no quiere decir que personalmente crea que da lo mismo que gobiernen unos u otros, o que considere intercambiables a la izquierda y a la derecha.
En ese retrato de los entresijos de la gestión política llama la atención el personaje de Michel Blanc, el típico funcionario de carrera que se dedica a ejercer de fontanero en las cloacas del ministerio, un personaje al que se aproxima desde una cierta asepsia.
No creo que sea así, qué duda cabe que es un personaje lleno de virtudes: constancia, lealtad, inteligencia, capacidad de adaptación, etc. Pero las pone al servicio de un pensamiento conservador como es el de la perpetuación de las prerrogativas de poder. Por otra parte es alguien que, consagrado a dicho fin, lleva una vida completamente anodina, por no decir inexistente, carece de emociones, es una persona anulada.
Muchos han visto en esta película un reflejo de la descomposición del poder del Estado a favor de intereses particulares (partidistas, personales, de liderazgo, etc.) ¿Su visión también es esa?
El problema no son los intereses particulares de quienes se dedican a la actividad política sino los intereses transnacionales, que ciertamente son más difusos, más difíciles de asumir en tanto quedan asociados a un poder económico que, ahora mismo, supera al poder político. Y esa cesión del poder político frente a los mercados financieros, al margen de debilitar al Estado, ha creado tensiones internacionales y ha llevado a la destrucción de tejido social y productivo a una celeridad de vértigo en muchos países. Sirva como ejemplo que hay operaciones bursátiles que se llevan a cabo a una velocidad sesenta veces inferior al parpadeo del ojo humano. Lo trágico es que las herramientas del poder político para hacer frente a estas situaciones están francamente obsoletas y en la medida en que ese poder, que es el poder del Estado, se debilita, cobran más presencia la corrupción, los radicalismos, la resignación...
Pero en «El ejercicio del poder», sí que muestra un juego de posibilidades en el que los implicados, es decir, los políticos, pugnan por no perder su status particular más allá del interés general.
Precisamente porque tienen una capacidad de maniobra muy limitada la negociación se impone y a la hora de llegar a pactos y compromisos emerge una rivalidad, donde cada quien intenta proteger su parcela. Así funcionan los gobiernos.
T.O.: «L'exercice de l'État».
Dirección: Pierre Schöeller.
Producción: Jean Pierre Dardenne, Denis Freyd, Luc Dardenne.
Intérpretes: Olivier Gourmet, Michel Blanc, Zabou Breitman.
País: Estado francés, 2011.
Duración: 112 minutos.
«El problema no son los intereses particulares de quienes se dedican a la actividad política sino los intereses transnacionales, que ciertamente son más difusos, más difíciles de asumir en tanto quedan asociados a un poder económico que, ahora mismo, supera al poder político»
«No puedo negar que `El ejercicio del poder' tiene una dimensión política en la medida en que ofrece un retrato de la correlación de fuerzas que tiene lugar en un gobierno, mostrando las relaciones de un ministro con sus colegas de gabinete, con los funcionarios...»