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Maite SOROA | msoroa@gara.net

A Urkullu le dan cera

Iñigo Urkullu retira su presupuesto porque no ha sido capaz de lograr el apoyo de nadie -tampoco se ha esforzado mucho, dicen los entendidos- y a pesar de intentar vender la moto con su gira por Bruselas ayer le llovían las críticas al de Alonsotegi. Unas críticas en el periódico de referencia de su partido, «El Correo», donde Alberto Ayala le pintaba la cara al lehendakari. Empezaba fuerte al señalar que el inquilino de Ajuria Enea «ha perdido la primera gran batalla política de la legislatura. Como cualquier otro Ejecutivo en minoría en una democracia, el Gobierno monocolor jeltzale tenía el deber de procurarse aliados para poder sacar adelante su primer proyecto de Presupuestos. Pues bien, ayer se vio obligado a admitir su incapacidad para conseguirlo». Vamos, que la excusa del nuevo margen de déficit no cuela.

A juicio de Ayala, Urkullu tenía tres alternativas: «ir de frente, presentarse mañana [por hoy] en el Parlamento vasco y que el tablero de votaciones reflejase su derrota. Plegarse a las exigencias de la oposición y acceder a modificar su números, lo que hubiera dejado igualmente clara la debilidad de su gabinete en minoría. O buscar un atajo, una puerta de atrás. Es la opción elegida al optar por la retirada del proyecto con el manido argumento de que, de suavizarse el límite de déficit, el Gobierno vasco podría endeudarse un poco más para disponer de mayor capacidad de gasto». Servidora diría que eso que llama «plegarse a las exigencias de la oposición» se le llama negociar estando en minoría... Pero bueno, la cosa es que al PNV le va más lo del ordeno y mando y no está acostumbrado a dar su brazo a torcer, así que ha tirado por la tercera opción, lo que para el analista de Vocento es «una especie de fracaso con sordina». Ahora toca hacer balance, y Ayala le aprueba a Urkullu ni de lejos: «su bagaje no puede decirse que sea como para tirar cohetes: casi nada por aquí y poco, muy poco, por allá». Eso parece, sí. De modo que alguno tópicos empiezan a tambalearse. Vean, si no: «la confianza en ese PNV como partido gestor que ha alimentado tradicionalmente sus expectativas electorales, singularmente en su feudo vizcaíno, empieza a erosionarse a golpe de buenas palabras, muestras de impotencia y apenas nada más». Pues si ya no cuela ni lo de su perfil gestor, una no sabe qué se van a inventar. Estará contento el lehendakari...

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