Estas masas nubosas artificiales son las estelas de las aeronaves, conocidas también como Contrail (de Condensation Trail). Pueden alcanzar longitudes de decenas de Km, una anchura de entre dos y tres Km, y conseguir evolucionar, en ocasiones, a nubes de tipo cirro. En ese caso, pasan a llamarse Contrail-cirros.

Las estelas se forman a una altitud situada entre los 7 y los 12 Km, en una zona de la atmósfera con frío garantizado (entre -35º C y -40º C) y con una presión muy baja (entre 200 y 300 mb). Aunque estas condiciones no son lo único necesario para que podamos sorprendernos con la visión de estas curiosas líneas blancas.

Tiene que haber, además, una humedad elevada, vientos débiles en toda la vertical (viento intenso o turbulencias las destruirían) y ausencia de nubes en niveles inferiores que las ocultarían. Y, por supuesto, la combustión de los motores de los aviones que aporta la humedad adicional y las pequeñas partículas (hollín) necesarias.

Si tenemos en cuenta que para que se forme una nube hace falta que aumente la humedad (a una misma temperatura) o que el aire se enfríe (al expandirse)..., no queda más remedio que la aparición de una estela tras los aviones cuando éstos expulsan la humedad y las pequeñas partículas que se expanden por el aire. Una nube que es el preludio de un posible cambio de tiempo a unas 12-24 horas.

En lugares donde el tráfico aéreo es muy intenso la nubosidad puede llegar a aumentar hasta en un 20%. Este incremento consigue alterar el balance energético de la zona. Por una parte, llega una menor cantidad de energía a la tierra, ocasionando un enfriamiento. Pero, por otra parte, la «tapadera» evita que se escape una parte aún mayor de la irradiación (energía devuelta), propiciando un calentamiento superior.

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