Desde que hace unos años se instaurara en la límpida República un día consagrado a recordar la trata de esclavos africanos, reaparece el debate sobre si París ha hecho suficiente mea culpa. Y François Hollande tampoco ha podido escaparse al azote de las asociaciones que reclaman algo más que un día pomposo y unos segundos de color en la televisión.

Es cierto que el Estado francés fue de los primeros en abolir la esclavitud a medidados del XIX, pero no es menos cierto que con el desarrollo del colonialismo a finales de ese mismo siglo fue también de los primeros en instaurar un sistema de sometimiento que condenó a la servidumbre a medio planeta, incluido claro está lo que aun hoy en las aulas se denomina el Africa Negra. Y tampoco es menos cierto que la abolición no impidió que puertos del hexágono siguieran traficando para otros paises, como sucedió con el de Baiona, que guarda todavía en su arquitectura trazas de aquella trata, aunque en mucha menor medida que otros muelles más comerciales como el de Burdeos.

Y como cada año por estas fechas que sopla el viento de la denuncia, la Republica se encoge de hombros y defiende que nada puede hacerse para reparar aquello, que es imposible resarcir económicamente aquello, que sólo queda la memoria. Y durante un día al año, no más. Como recordaban el viernes algunas de las asciaciones que luchan por recuperar este olvido, de la docena de miles de museos existentes en la República no nay uno sólo dedicado permanentemente a la memoria de esa época negra de la esclavitud. A la sombra de los discursos, se esconden todavía resistencias. Y cadenas.