Bilbo, ni está saneado ni es transparente
El convenio suscrito hace ocho años entre el Ayuntamiento de Bilbo e Iberdrola, rubricado por Iñaki Azkuna y José Ignacio Sánchez Galán, va a costar a las arcas municipales 25,55 millones de euros, al actualizarse la deuda inicialmente destapada por este diario, de 20,74 millones, con la inflación acumulada en este tiempo, un 23,2% desde enero de 2005 a marzo de 2013. La existencia de esta deuda, consecuencia del trato ventajoso que desde la institución pública se dio a la multinacional eléctrica, constituye un nuevo elemento que echa por tierra la fama autoimpuesta de buenos gestores de la que los mandatarios bilbainos alardean cada vez que tienen ocasión. Y es que la deuda total del Consistorio bilbaino asciende a 84,5 millones, una cantidad nada desdeñable cuya amortización parece complicada, más aun en el contexto económico actual.
Desde luego, cada vez es más difícil sostener que las cuentas públicas bilbainas están saneadas, y episodios como el de la torre de Abandoibarra hacen comprensible la solicitud de una auditoría externa, como la que anuncia el grupo municipal de Bildu. Entre otros motivos, porque este caso no solo ha desmontado el mito de la buena gestión, sino también el de la transparencia; desde que GARA se hiciese eco de los detalles de este ruinoso negocio, el consistorio se ha encerrado en un elocuente silencio, mientras ha tratado de retrasar la entrega de la información solicitada al respecto.
Debido al cambio de gobierno en algunas instituciones, y la insistente labor de la oposición en otras, los casos de irregularidades o de mala gestión en administraciones lideradas por el PNV se están sucediendo, y si para la opinión pública resultan singularmente llamativos -y escandalosos- capítulos como el ya famoso de los puros de Lemoa, lo cierto es que son muchos más, y cuantitativamente hablando más importantes, los ejemplos que en los últimos meses se han ido destapando, tanto en Gipuzkoa como en Bizkaia. De esta forma, el patentado modelo de gestión jeltzale tiene visos de caer como un castillo -o una torre- de naipes, solo que este desplome va a hacer mucho más ruido.