Después de ver «Kauwboy» hay que frotarse los ojos, porque no se había visto nada igual desde que el primer Ken Loach realizara en 1969 «Kes», que narraba la relación de un niño perteneciente a un deprimido pueblo minero con un ave rapaz. Aquel halcón se ha convertido ahora, de acuerdo con los tiempos de crisis que corren, en un pobre grajo.

El documentalista holandés Boudewijn Koole debuta en la ficción de forma sorprendente, llevándose en la Berlinale el Premio a la Mejor Ópera Prima, además del Premio Discovery del Cine Europeo. Posse una extraordinaria y sensible capacidad de observación, lo que le permite dotar de hondura dramática a una historia muy sencilla en apariencia.

Mamá está de gira

Apenas hay tres personajes humanos en la película, ya que el verdadero copratogonista es un pájaro convertido en mascota infantil. La ausencia de diálogos se compensa con las palabras que el pequeño Jojo, viva y expresivamente interpretado por el actor de once años Rick Lens, dedica a su querido grajo. Con su padre, que es vigilante nocturno y duerme de día, mantiene una relación distante y de encuentros tan tensos como físicos, ya que siempre están peleando, medio en serio, medio en broma. La tercera en discordia es una compañera ocasional de juegos, que no llega a más dentro de una típica amistad preadolescente.

Luego está la figura de la madre ausente, una cantante de música country que se fue de gira por Sudáfrica y nunca volvió. El vacío que dejó en el desestructurado hogar de Jojo no lo llena nada, salvo tal vez el cariño de sustitución que encuentra en su pajarito negro. Del ave aprenderá a asumir el dolor de la perdida, a superar el duelo y a crecer sin traumas. Una lección de vida que coincidirá con el ritual de un enterramiento.