Hace tiempo que decidí no leer entrevistas a Baz Luhrmann, porque me parece un charlatán de feria. Pero con la presentación inaugural en Cannes de «El gran Gatsby» sus declaraciones han llegado a todas partes y resulta imposible hacer oídos sordos. El australiano justifica su retiro después del fracaso del gran drama épico «Australia» por la crianza de sus hijos. Pero, viajando en el Transiberiano (sic) tuvo una visión con la lectura de la novela de F. Scott Fitzgerald. Quién mejor que él, moderno entre los modernos, para descubrir la modernidad de «El gran Gatsby». Como el público actual no entiende de jazz, se le ocurrió sustituir el ritmo original de la narrativa del autor por la música negra actual, con sonidos más discotequeros, de R&B o de hip-hop, ¿por qué no?

La moda retro

Se podría decir que las fiestas de Gatsby ya no tienen orquestas de los años 20, sino su Disc Jockey, que no es otro que Jay-Z, pareja de Beyoncé, para quien ha compuesto uno de los temas de la horterísima banda sonora, digna de los 40 Principales. El estudio Warner, que ha puesto los 105 millones de dólares que ha costado la recreación australiana del Nueva York posterior a la I Guerra Mundial sabía muy bien que la moda retro vende, y que Baz Luhrmann estaba interesado en hacer una ambientación de aquella loca década al gusto de hoy en día.

Alguien podría pensar que lo lógico habría sido trasladar directamente la ambientación al mundo contemporáneo, pero ese tipo de actualización no interesaba. En el 2002 el cine afroamericano hizo una versión titulada «G», localizada en nuestro tiempo, y que pasó totalmente desapercibida. Hay que evocar el pasado, pero rediseñándolo, a través del falseamiento que permite la estética vintage. A Leonardo DiCaprio, que no parece cumplir años, el look Gatsby le sienta de maravilla. Su irresistible presencia asegura unas buenas recaudaciones.