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Análisis | Aniversario de la Nakba

Primero de Mayo en Gaza

LAB ha visitado Gaza invitada por la Federación de Sindicatos Independientes de Palestina (ILCU). El objetivo, mostrar nuestra solidaridad y recopilar información de primera mano para socializarla en nuestro pueblo y denunciar la situación a instancias como la OIT.

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Igor URRUTIKOETXEA Secretario de Relaciones Internacionales de LAB

El hecho más grave de la situación política en Gaza lo constituye el control de facto que el Estado sionista ejerce sobre todo el territorio y, por tanto, sobre la vida diaria de sus habitantes. La Franja de Gaza tiene 11 km de frontera con Egipto, 40 de costa y 51 de frontera con el Estado sionista. En esta porción de tierra viven hacinadas más de 1,5 millones de personas, la mayoría refugiadas desde que fueron expulsadas de sus casas en 1948 cuando el Estado sionista se creó a base del robo y despojo de tierra al pueblo palestino. La densidad es de casi 4.200 hab/km2, lo que convierte a Gaza en una de las zonas más densamente pobladas de la tierra, la más poblada en el caso del campo de refugiados de Jabaliya.

Este problema de sobrepoblación se ve agravado por el hecho de que la mayoría de sus habitantes no pueden salir o viajar libremente al extranjero. Israel ostenta el control del espacio marítimo-aéreo de Gaza, y de gran parte de su espacio terrestre. El paso fronterizo de Erez, entre Gaza e Israel, está prácticamente cerrado desde 2006, y la única posibilidad de entrar o salir de Gaza es el paso de Rafah.

En este último caso, si bien las condiciones para pasar la frontera han mejorado ligeramente desde que cayera el gobierno de Hosni Mubarak en Egipto, las restricciones, trabas burocráticas y largas colas son una constante, y el número de personas que son autorizadas a pasar esta frontera, cuando está abierta, no llega a 1.000 diarias. El resto de kilómetros de frontera con Israel y Egipto están rodeados por tramos de muralla o de alambradas infranqueables. Es, por lo tanto, la mayor cárcel al aire libre del mundo, una auténtica reserva en la que el sistema de Apartheid establecido por el Estado israelí condena a vivir diariamente a más de millón y medio de palestinos.

Además, quien osa acercarse a 500 metros de la frontera es disparado impunemente por los soldados sionistas, que todos los años asesinan a decenas de agricultores y civiles palestinos por el único crimen de estar trabajando o paseando en lo que ellos llaman la «zona amarilla», prohibida para los palestinos. Igualmente, los pescadores gazatíes que se alejan más de 3 millas de la costa son atacados por la marina sionista.

A ello hay que añadir la grave situación humanitaria causada por otros dos factores: En primer lugar, los continuos y cotidianos ataques militares israelíes en forma de tiroteos y bombardeos esporádicos contra a población civil, que varían en intensidad según los intereses políticos del Gobierno sionista de turno, y el bloqueo económico al que este mismo Estado y, en menor medida Egipto, someten a Gaza. Este bloqueo que se impuso por Israel, con la complicidad de EEUU y la UE tras la victoria electoral legítima de Hamas en 2006, contraviene la legalidad internacional y demuestra el maniqueo y partidista concepto de democracia del que hacen gala los gobiernos occidentales.

En segundo lugar, la división existente entre Hamas y Fatah se traslada a todos los ámbitos de la sociedad y repercute fundamentalmente en el deterioro de unas condiciones de vida ya de por sí precarias como consecuencia del Apartheid sionista. La ciudadanía de Gaza se ve a menudo obligada a optar entre uno y otro bando. La connivencia de los gobiernos occidentales con Israel, unido a la hegemonía institucional de Hamas en Gaza, que busca inversores entre países islamistas suníes pertenecientes a su espectro ideológico (como por ejemplo Qatar, que acaba de realizar una inversión de 400 millones de dólares en infraestructuras), han hecho que la sociedad gazatí haya vivido durante los últimos años un proceso de islamización, visto con gran preocupación por los militantes de partidos políticos, sindicatos y movimientos de izquierda en la propia Gaza. Estos, que son minoría aunque su número no es desdeñable, denuncian una involución desde que Hamas está en el poder en determinados derechos civiles, como el derecho de manifestación en la calle o la situación de la mujer, entre otros.

La izquierda palestina no ha tenido capacidad para superar su fragmentación histórica en varios partidos (FPLP, FDLP, PPP, Fidah), hecho que en parte explica los malos resultados en las elecciones de 2006 y su incapacidad para construir una alternativa real y tangible al islamismo de Hamas y al clientelismo y corruptelas de Fatah. A ello hay que añadir el hecho de que, a diferencia de Hamas y Fatah, carece de apoyo financiero externo desde que cayó el bloque soviético, lo cual en una situación como la de Palestina dificulta mucho la labor política.

La ocupación sionista como factor principal, agravada por las políticas liberales del Gobierno de Hamas, han tenido como consecuencia un grave deterioro social, laboral y económico. Hoy día, la tasa de desempleo es del 39% de la población activa, porcentaje que llega a más del 50% en el caso de la juventud, que además tiene grandes dificultades para poder desarrollar con normalidad sus estudios. Hay que subrayar que el cierre del paso fronterizo de Erez en 2003 para los trabajadores palestinos, agravado a partir de 2006, supuso la pérdida de su trabajo para 80.000 personas. Además, Israel jamás pagó indemnización alguna por los despidos y se quedó ilegalmente con el dinero de las cotizaciones durante sus años laborales.

La mayoría de los empleos se ubican en el sector público (casi el 40%), la agricultura (20%), la construcción y actividades industriales varias. Las agresiones e intervenciones militares israelíes suelen tener entre sus objetivos destruir la industria y las explotaciones agrícolas que se van consolidando en Gaza. Cada vez que Israel entra a sangre y fuego en la Franja todas las infraestructuras industriales, los campos de cultivo, hospitales, escuelas, etc. son destruidas (además de asesinados y heridos muchos empleados), lo cual acarrea grandes pérdidas económicas y hace que se deba invertir mucho tiempo y dinero en reconstruir todo lo dañado. Igualmente, Israel controla los escasos recursos acuíferos de Gaza, así como el fluido eléctrico, lo que supone restricciones diarias en el agua y energía.

La mayoría de las mujeres se dedican a labores domésticas no remuneradas o trabajan en el sector servicios o en industrias de artesanía. Sus salarios son más bajos que los de los hombres y la discriminación de género es evidente.

A pesar de que el salario medio en el sector público y en empresas con condiciones más aceptables oscila entre los 400 y 600 dólares mensuales, son muchos los sectores en el ámbito privado, especialmente los feminizados -limpieza o las profesoras de jardines de infancia-, en los que se ganan salarios de 120 y 200 dólares, u otros como el sector pesquero, donde la situación es similar. Ello se ve agravado por el hecho de que el despido es libre y gratuito, y que los trabajadores del sector público carecen en su amplia mayoría de cualquier cobertura social en casos de invalidez o desempleo. Por todo ello, la situación excepcional hace que en torno al 80% de la población dependa en mayor o menor medida de la ayuda humanitaria internacional.

La labor sindical es sumamente difícil debido al temor a las medidas represivas empresariales. Incluso durante los últimos años el derecho a manifestarse en la calle, por ejemplo el Primero de Mayo, se había visto restringido por el Gobierno de Hamas. No obstante, este año se pudo realizar la manifestación, que congregó a miles de personas, entre otros motivos por la petición de las delegaciones internacionales.

En este contexto, sumamente duro, la población palestina de Gaza sigue luchando por su futuro y el de su país. Para ello ven como fundamental, por una parte, la creación de un gobierno de reconciliación nacional donde estén representados todos los partidos. Por otro lado, piden a la comunidad internacional que presione al Estado sionista de Israel con el objetivo de que ponga fin al ahogo y al permanente chantaje económico y social que supone el bloqueo contra Gaza.

En este sentido, hay que subrayar la solicitud de la población palestina de que a nivel mundial apoyemos la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra Israel, dado que consideran que es una de las vías más efectivas para denunciar la situación que se vive en Gaza y toda Palestina en general, y para obligar al Estado sionista a que cese en su política de Apartheid.

Mañana tenemos una nueva oportunidad de impulsar esta campaña en Euskal Herria, en el marco del Palestina-EH Eguna, en Elizondo. No desaprovechemos la oportunidad.

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