CRíTICA circo
La excelencia como rutina
Carlos GIL
Técnicamente imperfecto. O sea, sentimos que se humanizaba, que se volvía circo de siempre. «Send the clowns», sonó por las líneas internas. Y es que se había desequilibrado el trapecio, y la trapecista solamente pudo saludar y volverse por donde había venido. Y sentimos pánico: todos los presentes acongojados por el gran número de este espectáculo, la rueda de la muerte ejecutada por Jimmy Ibarra y Roberto Quirós saltando a la comba allí arriba en esas ruedas que giran sobre sí mismas y que giran por el eje, alcanzando velocidades de 40 kilómetros por hora. Emoción, riesgo, espectáculo.
Y vimos a los hermanos Quirós, alambristas haciendo números de toda la vida, pero a mucha altura. Y vimos unos números de balanzas espectaculares, con saltos mortales cayendo de pie con zancos de tres metros o con un único zanco. Trabajo, disciplina, arte circense de alta escuela. Y solamente llevaba seguridad el equilibrista a muchos metros de altura sobre sillas. Todo de primera calidad, todo excelente, pero cuando los números de payasos, los de equilibrios mano a mano, las contorsionistas son tan perfectos, parece que se entra en un estado de aburrimiento, como si la excelencia fuera una rutina donde no cabe el imprevisto ni lo improbable. Y sucedió. Y eso nos reconcilió.
Porque se puede decir poco más de la impresionante carpa, del magnífico dispositivo técnico, del sonido que te transporta durante las dos horas de espectáculo, de la calidad intrínseca de músicos, cantante y todos los componentes del sofisticado equipo técnico manejada en directo. Incluso estamos satisfechos de ver un número menor; el de los aros. No tenía el estándar del Cirque du Soleil. Y los payasos, siempre tan desdibujados en los espectáculos de esta multinacional. Peleando contra la normalidad.
No es el espectáculo más completo, ni el más bello en escenografía, vestuario e iluminación, pero sí recupera ese espíritu del riesgo y tiene uno de los números más potentes del nuevo circo mundial, la rueda que hace gritar a los espectadores. Marca la diferencia.