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análisis | adiós a san mamés

El título más importante del Athletic

El autor del artículo, getxotarra, fue entrenador y ojeador en las categorías inferiores del Levante UD durante las temporadas 2009/2010 y 2010/2011. Reivindica el simbolismo de la histórica Catedral del fútbol y del propio Athletic, por encima de las copas y logros.

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Mikel GUTIÉRREZ GONZÁLEZ

Ahora que hace poquito más de un año estuvimos a punto de rozar la gloria en Bucarest, pienso en esa frase que hemos mencionado tantas veces los chavales de mi generación: «Tiene que ser increíble ver ganar un título al Athletic». Son 29 años los que han pasado desde que Endika Guarrotxena hizo el gol que daba al club su última Copa. Muchos aficionados del Athletic han nacido desde entonces. Muchos somos los que nos hemos tenido que conformar con escuchar a nuestro aita o aitite contándonos como surcaba aquel día La Gabarra, contándote emocionados cómo un millón de bizkaitarras abarrotaban los dos márgenes de la Ría en una celebración inigualable. Hace poquito más de un un año soñamos con ver en directo lo que tantas veces hemos visto en fotografías históricas, recorriéndonos un escalofrío por todo el cuerpo y cuestionándonos si algún día veremos por primera vez ese espectáculo.

Creo sinceramente que el Athletic Club es un club respetado y admirado fuera de nuestras fronteras. Llevo más de seis años viviendo fuera de Bilbao y, en la mayoría de casos, siento un profundo respeto de la gente hacia el club. Pero nadie me habla de los ocho títulos de Liga o las 24 Copas logradas. Tampoco me suelen hablar de no haber descendido nunca a Segunda División. Cuando hablo del Athletic con gente foránea, son dos las primeras palabras que mencionan: San Mamés. Y les miras a la cara y ves que es admiración lo que sienten. Te hablan de ese clima tan especial que se forma, del león del antepalco, de las flores a Pichichi, del himno antes del partido, del mítico arco...

Todo esto, dentro de escasas semanas, será historia ya que tan sólo queda un partido oficial para que el estadio sea derrumbado, y la verdad, se está despidiendo sin demasiado éxito en lo deportivo. El último partido de Copa fue un triste empate a uno ante un rival de 2ª B, la SD Eibar, quedando eliminados en primera ronda en la competición que también nos hizo soñar el año pasado. El último choque europeo, un empate a cero intrascendente ante el Sparta de Praga. Los cachorros se despidieron con una derrota por 1-2 ante el Alavés, perdiendo así todas las opciones de liderato. Luego llegó el varapalo deportivo en la despedida del fútbol femenino ante más de 25.000 personas.

El último partido oficial será ante el Levante UD, al que el Athletic llega, menos mal, con la permanencia sellada. Pero más allá de las despedidas deportivas, lo que hace grande a este club son los pequeños homenajes que cada uno de nosotros estamos haciendo a la vieja Catedral.

Son muchos los athleticzales de fuera de Euskadi que han programado un viaje durante esta temporada para decir su último agur al lugar donde todos hemos soñado. Seguramente, los socios que acuden cada dos semanas a San Mamés le tendrán preparado su pequeño particular homenaje. Esa última entrega del carnet al txapelgorri de tu puerta, subir las escaleras, sentarte en tu asiento y saludar a los socios a los que, posiblemente, no vuelvas a ver en el nuevo estadio.

Si algo hace grande a este club, más allá de los títulos de antaño, es el sentimiento de pertenencia que tiene todo aficionado al Athletic, no como club de fútbol en sí, sino como institución. Algo de lo que sentirnos orgullosos y con lo que sacar pecho a pesar de llevar casi treinta años sin levantar un título. Porque para nosotros, el Athletic es mucho más que un resultado. Hace un año hubiésemos sido más felices de ganar aquella maldita final de Bucarest, pero sería imposible ser más del Athletic.

El mayor símbolo del club, el actual San Mamés, dará paso a un estadio más grande, moderno y cómodo, pero que no tendrá la mística del actual estadio, ese que es conocido con el nombre de «La Catedral» por todo el mundo.

El último partido de Liga es ante el Levante UD, en el que tuve la suerte de trabajar durante dos temporadas. Un club en el que tanto los miembros de la directiva, dirección deportiva y entrenadores de categorías inferiores sienten un profundo respeto por el Athletic. En mi tiempo allí, nadie me habló de los títulos, pero todos me hablaban de San Mamés. Esta semana, me han llegado varios mensajes. Todos decían lo mismo: «Mikel, yo también me quiero despedir de La Catedral». Gente sin ningún vínculo familiar o afectivo con Bilbao, que sin embargo, están dispuestos a hacer 700 km para ver un partido intrascendente.

Peregrinación de aficionados al fútbol al lugar más santo de este deporte. Como los católicos recorren el camino de Santiago o los musulmanes acuden a La Meca. Porque San Mamés es mucho más que un campo de fútbol y también las aficiones rivales le quieren brindar su pequeño homenaje. Estoy totalmente convencido que todos los aficionados granotas que acudan a San Mamés lo harán con una profunda ilusión y nostalgia de saber que será la última vez que lo pisen. Una afición granota, por cierto, que trata estupendamente a la afición bilbaína cuando visita el Ciutat de Valencia.

Yo no puedo decir que he visto ganar un título al Athletic, pero sí podré decir que le vi jugar en la vieja Catedral. Creo que el sincero respeto que están mostrando tanto los jugadores como las aficiones rivales que pasan por nuestro estadio durante esta temporada es más grande que cualquier otra cosa. Ojalá hace un año Gurpegi o Iraola hubieran alzado al cielo rumano el primer título europeo del club. No fue así. Pero si algo caracteriza a este club y a toda su masa social, es el cariño que muestra tanto en las buenas como en las malas situaciones. Y sobre todo, el profundo respeto hacia sus mitos y símbolos. San Mamés. La Catedral. Historia viva. Nuestro mayor título.

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