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Xabier Silveira | Bertsolari

El coco con bigote

Y yo, si no tuviera cierta esperanza en encontrar un camino en los libros de Gene Sharp, para lo cual se necesita de todos sin excepciones, os diría: no os merecéis otra cosa, ¡asquerosos!

En total contraposición a lo que debería ser la vida, nos vemos obligados a hacer del presente un intervalo entre el pasado y el futuro. Somos nostalgia y esperanza, arrepentimientos vanos y promesas infundadas. Desesperada espera del por venir que ayer sería hoy y que hoy dejamos para mañana. Tanto individual como colectivamente.

Ayer, Pablo Escobar era el espejo, mañana Gene Sharp y su barita mágica nos liberarán del yugo imperial. ¿No conocéis a Gene? ¡Qué raro! Sí, es extraño que para no haber ni siquiera escuchado su nombre jamás os hayáis volcado en sus tesis de la noche a la mañana, como si fuera posible un cambio ideológico de tal magnitud en miles de cerebros al unísono. Pero mientras investigo a quien Chávez tildó de agente de la CIA y desarrollo mi perspectiva de la lucha armada no violenta que mañana nos hará ser lo que queramos ser, mejor tiro del ayer y evito así dejar caer en el olvido lo que somos hoy.

José María Aznar. Fue presidente del Gobierno de España, el Presidente. Hoy, como ayer, noticia entre todas las noticias, ofrece una entrevista y tiembla media España, vascongadas incluidas, con Navarra anexionada a ellas aunque solo sea en el miedo. Hordas de hipócritas, en su mayoría periodistas, salen al paso de la incertidumbre creada en torno a su regreso a la política queriendo ejercer de barricada para impedirle el paso. Lo tachan de caudillo, de hombre que hizo desaparecer la independencia de poderes, de colaborar directamente con el genocida Bush en guerras que, esta es buena, allanaron el camino a esta crisis económica. Se la refanfinflan los miles de muertos que quedaron allá donde los demócratas de occidente enviaron sus tropas. ¿Ahora lo repudian? ¡Asquerosos! Mientras ejerció el poder lo sacaban en las fotos de los demócratas, pues como ellos, los periodistas, Aznar era un demócrata.

Era el jefe de los demócratas. Los más escandalosos casos de torturas, el cierre de «Egin», el cierre de «Egunkaria», ilegalizaciones a diestro y siniestro... Y ellos lo seguían llamando demócrata. ¡Asquerosos!

Ahora claman al cielo para que no vuelva a dirigir el imperio que mejor refleja la total ausencia de democracia en la vieja Europa. Ahora ¿será que tienen miedo? Quizás sobrevuele sobre sus cabezas de pez aquella que dice, más o menos, «primero fueron a por los rojos, y yo como no lo era, que se jodan. Después fueron a por los independentistas, y yo, como soy vasquista, que se jodan. Ahora que vuelven a la carga... me cago por las patas pa'bajo».

Y yo, si no tuviera cierta esperanza en encontrar un camino en los libros de Gene Sharp, para lo cual se necesita de todos sin excepciones, os diría: no os merecéis otra cosa, ¡asquerosos!

Os merecéis a Aznar en su máxima expresión. Pero, como me he reciclado yo también, me callaré la boca.

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