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CHAMPIONS LEAGUE | El Wolfsburgo, campeón de Europa

La nueva dinastía

El Wolfsburgo se suma al éxito del fútbol alemán, destronando al todopoderoso Olympique.

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WOLFSBURGO 1

OLYMPIQUE LYON 0

Amaia U. LASAGABASTER

Saltó la banca en Londres. Por primera vez en tres años, el todopoderoso Olympique de Lyon hincó la rodilla. 121 partidos acumulaba el equipo de Patrice Lair encadenando victorias y -contadísimos- empates, lo que le había permitido enlazar igualmente títulos de Liga, Copa y Champions, batir récords goleadores y de imbatibilidad y liderar cualquier ránking imaginable. Un equipo indestructible, plagado de estrellas, que parecía llamado a convertirse en el primero capaz de conquistar tres Ligas de Campeonas de manera consecutiva.

Incluso teniendo enfrente a un rival como el Wolfsburgo. Una escuadra que, gracias a la importante inyección económica de su patrocinador, ha multiplicado su potencial en los dos últimos años para convertirse en el nuevo referente del siempre potente fútbol alemán, pero que cuenta con una plantilla objetivamente inferior a la del Olympique.

Y, sin embargo, el Wolfsburgo es el nuevo campeón de Europa. Contra todo pronóstico. O no. Porque si se ha convertido en costumbre contemplar las victorias de su rival, no es menos tradicional la afección de los teutones por la victoria -al menos en fútbol, ese deporte de once contra once en el que siempre gana Alemania- o la afición de los representantes de la Bundesliga a saldar su debut en la Champions League alzando el trofeo. Lo hicieron antes FCC Frankfurt, Duisburgo y Turbine Potsdam y sigue ahora su estela el Wolfsburgo, campeón también de Liga y Copa.

Sorprendente pero justo

Lo cierto es que el equipo de Ralf Kellerman protagonizó una de las grandes sorpresas del año, aunque el inicio de su reinado -de la dinastía alemana, en realidad, teniendo en cuenta que Bayern y Borussia disputan mañana la final masculina- tenga poco que ver con la casualidad. El Wolfsburgo fue un justo vencedor. Aunque tampoco hay que obviar que en su triunfo tanto tuvieron que ver sus méritos como la versión descafeinada que ofreció su rival. Porque el Olympique llevó casi siempre la voz cantante, marcó el ritmo y dispuso de más y mejores ocasiones. Pero también estuvo espeso, falto de chispa -más sorprendente incluso que su derrota es que cerrara los noventa minutos sin marcar- y echó de menos a algunas de sus abundantes jugadoras clave. Solo Abily se pareció a la habitual y tampoco demasiado.

Enfrente, un Wolfsburgo que, lejos de resignarse al destino al que parecía condenado, saltó al verde descarado para conseguir que, al menos la primera media hora larga se consumiera de forma igualada. Las francesas se fueron viniendo arriba conforme se acercó el descanso, pero entre su falta de acierto, la contundencia defensiva del cuadro blanquiverde y algún momento inspirado de Vetterlein, el marcador no se movió.

Comenzó de manera similar la reanudación, aunque el transcurso de los minutos afectó tanto a las alemanas, cada vez más encerradas en su parcela y confiadas a un contragolpe o una acción de estrategia, como a las francesas, que ganaban en tensión y perdían en claridad. Qué decir cuando, a un cuarto de hora del final, Albon decretó penalti por una mano de Georges en el área -clara, aunque había habido una similar en el área opuesta saldada sin sanción-. Marcó Müller y su equipo se supo ganador. Y el Olympique perdedor. Desconcertado, nervioso y sin ideas, el todopoderoso equipo francés no tuvo capacidad de reacción. Y el trono cruzó la frontera.

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