En diciembre pasado una columna mía llevaba por título «Y ahora, a por los pensionistas». Pero, queridos míos, los augures que mi natural pesimismo creía vislumbrar han resultado peccata minuta con relación a la realidad que se nos avecina. Congelaron las pensiones al tiempo que las devaluaban con un aumento de precios en artículos de primera necesidad (electricidad, luz, teléfono...). Todo ello acrecentado, de manera escandalosa, con el incremento del IVA. Amén del mal llamado copago, un repago a lo ya pagado, en los medicamentos de los pensionistas y la retirada de las ayudas a los más dependientes.

Una canallada tras otra pero casi todas ellas previsibles por la grisácea previsión del que suscribe. Como humano, la maldad no me es ajena; pero la sevicia de los miserables que imponen nuestras condiciones de vida, parece ilimitada.

No era suficiente. Crearon una «comisión de expertos», comité de sabios les denominó la prensa del régimen. Doce hombres sin piedad, 8 de los cuales proceden de la banca y de las aseguradoras. Sabios de una sabiduría concreta, como el primigenio significado griego de «sofía» (sabiduría), «habilidad para practicar una operación determinada». ¿Qué habilidad precisan la Banca y las aseguradoras? La de acrecentar sus beneficios. Asustada la población que vive de un jornal por el miedo a una vejez en la indigencia vaticinada a través de los altavoces propagandísticos del régimen con la amenaza de futuras pensiones de miseria ¿a dónde acudirán los más medrosos? A los planes de jubilación ofertados por bancos y aseguradoras. La privatización del sistema de pensiones, un negocio redondo. Bien por los expertos, hurra por los sabios. Grande es el arte de los putos al servicio del Capital financiero.

De los doce listos, uno votó en contra del Informe y otro se abstuvo. Entre los diez afirmativos se encuentra el Responsable del Gabinete Económico Confederal de Comisiones Obreras (CCOO), Miguel Ángel García Díaz, miembro también de la UPyD de Rosa Díaz. El Informe que defiende el sindicalista propone dos medidas para rebajar el sueldo de los pensionistas, por un lado, el «Factor de Equidad Intergeneracional (FEI)», que reduce la pensión por el aumento de la esperanza de vida, y, por otro, el «Factor de Revalorización Anual (FRA)», que desvincula el crecimiento anual de las pensiones del IPC y lo liga a los ingresos públicos.

Amablemente se lo pidió el Ministro de Finanzas japonés, Taro Aso, a los ancianos: «por el bien del país, dense prisa en morir». Pero los viejos, con tantas comodidades que les procuran las pensiones, se vuelven egoístas. No colaboran.

Yo tengo mi humilde propuesta. Ahora que la LOMCE separará desde temprana edad a quienes nacieron para mandar de quienes les tocará obedecer, sería conveniente que a éstos, merced a los avances en ingeniería genética, les fuera implantada fecha de caducidad. Como bombillas que, pudiendo durar más de cien años, la técnica de la obsolescencia hace que se fundan en meses.

Para mayor gloria del Capital financiero.