Fermin Munarriz | Periodista
Servicio público
El Plan de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco y el Plan de Derechos Humanos de la Diputación de Gipuzkoa han dejado elementos para la reflexión; sin embargo, es llamativa la escasa atención suscitada hacia aspectos como la contribución de los medios de comunicación, y en particular los públicos, en este proceso.
La propuesta de Lakua recoge algunas menciones a EITB en el marco de la sensibilización social y las sinergias para la convivencia, aunque con una inquietante alusión a «la trayectoria seguida en las últimas legislaturas» (¿las de la exclusión?) como referencia para los compromisos del ente.
Pocas circunstancias históricas brindarían, como las actuales, una oportunidad semejante para que los medios públicos ejerzan su función de servicio a la comunidad. Son las ideas, el talento, la creatividad -las palabras, en definitiva- las que van a alimentar las fuerzas y los acuerdos para desbloquear la situación. Precisamos espacios compartidos de diálogo, pero sería mezquino -y un error irreparable- limitarlos a la elite y el lenguaje políticos, máxime cuando una parte de aquella insiste en la obstrucción. La información y el razonamiento ideológico acabarán resquebrajando esas resistencias; la propia renuncia a abrir espacios de argumentación desgasta las posiciones de inmovilismo y acrecenta su aislamiento. El debate no es feudo exclusivo de políticos. Tenemos experiencias sobradas de cómo los artistas o los cineastas, por poner un ejemplo cercano al medio, llegan a revelar los matices de la realidad mejor que los aparatos partidistas. Y de sufrir, por ello, el silenciamiento. ¿Recuerdan la desafortunada decisión de no admitir dos documentales en el último Zinemaldia?
Es ese terreno «neutro» de confrontación, precisamente, el que podría ofrecer EITB, abriendo sus canales a sectores sociales que habitualmente tienen cerrado el acceso a la comunicación, y garantizando la pluralidad y la libertad de expresión. Además, es urgente establecer su cobertura digital en Nafarroa para no dejar fuera del espacio comunicativo a una parte clave de la resolución.
Escribo esto el mismo día en que las FARC reflexionan, en el marco de un proceso de paz probablemente más complejo que el nuestro, que «el pueblo no puede ser un convidado de piedra que llega a última hora solamente a refrendar lo que otros acordaron». Y añaden: ¿Por qué tenerle miedo a la opinión del pueblo?